"Los humanos nos hemos ido debilitando conforme hemos ido delegando funciones en las máquinas. Primero buscamos que las máquinas fueran más fuertes y que nos liberaran de las cargas físicas, luego que fueran capaces de calcular por nosotros y, ahora, que puedan tomar decisiones automatizadas. Es un camino inexorable, no hay otra opción. Y cuanto más control le damos a la tecnología, más poder delegamos en ella".  Este brillante resumen de la historia reciente de la tecnología, de cómo se ha ido imponiendo su presencia al rol del ser de carne y hueso, lo  ha enarbolado Ignacio Latorre, uno de los físicos españoles más reconocidos en tecnologías cuánticas y autor del libro Ética para máquinas, durante un encuentro organizado por el clúster SECPHO.

Un nuevo entorno desafiante que exige abordar un marco ético que regule algunos de los retos que se nos plantean por delante: desde los sesgos que esos sistemas automatizados puedan replicar hasta la llamada "estupidez artificial", pasando por los debates sobre privacidad o transparencia de los algoritmos que conforman las distintas inteligencias artificiales. "Necesitamos una ética que vaya a raíz de los problemas, que no se quede en el plano especulativo. Que sea pragmatista y aplicada, que ayude a clarificar los entuertos lingüísticos que suceden muchas veces. Y no habrá una ética sin espacios de reflexión", añadió la doctora en Filosofía Begoña Román.

Sólo así se podrá articular una estrategia por la que la dignidad, la libertad o la igualdad formen parte intrínseca de las tecnologías más incipientes de nuestros tiempos, desde la propia IA hasta la robótica o la computación cuántica. "La regulación y la legislación son importantes para desarrollar la ética en las tecnologías profundas, pero casi más importante si cabe es la formación, el poseer una imagen coherente de cómo la innovación se integra en la sociedad y la cultura", afirmó a su vez Carme Torras, del Instituto de Robótica (CSIC-UPC) y conocidad divulgadora en esta imprescindible confluencia de ética y tecnología.

Y ampliamos el foco con Ricard Faura, tecnoantropólogo y jefe del Servicio de Inclusión y Capacitación Digital del Departamento de Políticas Digitales y Administración Pública la Generalitat de Catalunya: "Ya hemos visto cómo la situación de George Floyd se ha cobrado su primera víctima: los sistemas de reconocimiento facial. Queda claro que necesitamos definir esos principios éticos, con la participación activa de toda la ciudadanía, y en la importancia de que estas tecnologías sean de código abierto y auditables". Veremos si, poco a poco, vamos configurando este marco ético...