He de reconocer que en la clásica disyuntiva entre física y química, siempre he sido más de la primera. Por afinidad, quizás porque podía visualizar mejor en mi cabeza lo que representan esas complejas fórmulas o, no descartemos la opción, porque algunos de sus principios pueden cobrar significados que van más allá de lo puramente técnico y alcanzan un plano cuasi filosófico. Sirva como muestra la tercera ley de Newton: a toda acción le corresponde una reacción opuesta e igual. ¿Acaso ese toma y daca no se produce más allá de los fenómenos físicos? Llámenlo karma, destino o justicia divina, tanto da: a cada cosa que nos sucede (o que hacemos suceder) le sigue una consecuencia que suele ser de la misma intensidad pero en dirección contraria.
La física es apasionante, sin duda, y tiene otro concepto relacionado con lo anterior que atañe al equilibrio. Aunque todos tenemos una noción muy clara de lo que es el equilibrio, lo cierto es que en física se manejan tres tipos distintos. El equilibrio estable es aquel en el que el objeto vuelve a su posición original tras el movimiento (como cuando balanceamos una botella). El inestable, es cuando no lo hace (cuando tiramos un objeto), mientras que el neutral es cuando el elemento se mueve de su posición, pero no cambia de plano (mover una pelota en una mesa). Tres equilibrios para un mismo palabro. Tan heterogénea descripción como la vida misma, como la economía en sí y como los tiempos de cambios, movimientos y disrupciones que obligan a hacer equilibrismos, todavía no sabemos de cuál de los tres.
Esta idea la recogió Mark Barrenechea, CEO de Opentext, proveedor de software de gestión de información que esta semana anunciaba una nueva versión de su oferta cloud. En su discurso, el directivo aludía a la actual convivencia del mundo físico y virtual, cuyas barreras han saltado por los aires con la pandemia. También de un nuevo equilibrio en el que las nuevas tecnologías serán claves para responder a la aceleración de conceptos como la industria 4.0, el teletrabajo, la experiencia de clientes, el comercio electrónico o la reinvención de las cadenas de suministro.
En cualquier caso, toca cuidar de la balanza para asegurarse de que no nos caemos en este momento en que el péndulo todavía sigue moviéndose y no tenemos claro si volveremos al escenario previo a la COVID-19, si nos tocará adecuarnos a una nueva normalidad dentro del mismo plano o, en el peor de los casos, si la fuerza que esta crisis sanitaria está ejerciendo sobre nuestros modelos sociales y productivos acabará por tumbarnos en el suelo sin darnos posibilidad de réplica.,