Con los fondos Next Generation EU se abre una ventana de oportunidad única para la reconversión económica del Viejo Continente y, especialmente, de países como España con modelos productivos algo añejos. Eso es indudable. Pero de ahí a pensar que estos fondos serán la panacea que todo lo va a solventar, hay un trecho bastante considerable.
Expresiones como "los fondos europeos permitirán que Europa recupere su lugar en la carrera digital frente a EEUU y China" son verdaderamente insultantes a la luz de un análisis medianamente pormenorizado del contexto en que vivimos. "Nos llega una lluvia de dinero de Europa" es otra de las frases más repetidas, no por ello menos alejada de la realidad.
Pongamos en claro los números: hablamos de 140.000 millones de euros que recibirá nuestro país en los próximos años, casi el 20% del total de la partida comunitaria. De ellos, solo 72.700 millones de euros son en subvenciones a fondo perdido. Puede parecer mucho pero, como suele decirse, las comparaciones son odiosas.
España entera, con sus más de 40 millones de habitantes, recibirá los ya mentados 140.000 millones de euros. Con ellos, pretendemos situarnos a la cabeza de los sectores digital y energético del mañana. Pero una única ciudad, Shenzhen, acaba de anunciar que destinará 108.000 millones de dólares a ciencia e innovación en cinco años.
Es una megalópolis, de 12 millones de habitantes, la punta de lanza de la China industrial. Un lugar que ya está, a fecha de hoy, a la cabeza tecnológica global. Y va a invertir esa salvajada para mejorar más, si cabe, su posición en sectores como las telecomunicaciones, los semiconductores o la computación de nueva generación.
España, en cambio, parte de una posición prácticamente testimonial en todos esos campos. Nuestras mentes más brillantes trabajan fuera de nuestras fronteras, apenas tenemos grandes tecnológicas patrias y nuestro país apenas es un candidato prometedor en el ecosistema startup mundial. Y con casi la misma cantidad que una única ciudad china, pretendemos competir de tú a tú con el país entero. Y con el resto de Europa. Y con Estados Unidos.
Lo que dicta la lógica de los números es que no sólo España no logrará aprovechar esa "lluvia de dinero europeo" para mejorar su posición relativa, sino que se aumentará la distancia que nos separa de los grandes colosos internacionales.
Joe Biden ya ha anunciado un plan histórico de 325.000 millones de dólares para innovación y desarrollo en Estados Unidos. Todo el Next Generation EU contempla 750.000 millones de euros, mucho más, pero partiendo de una posición infinitamente inferior a la de nuestros amigos al otro lado del Atlántico. Por no contar que tanto el dinero de Shenzhen como el de EEUU irá destinado únicamente a I+D; el europeo irá a campos diversos como la inclusión, la sostenibilidad o las infraestructuras tradicionales.
A la hora de definir esta clase de inversiones, la Unión Europea -y España por extensión- ha cometido un error de calado: considerar la distancia que nos separa hoy de EEUU y China. Hemos tomado una foto fija y trazado el camino para igualarnos a ellos. Pero el problema es que ellos no se van a quedar quietos, sino que van a seguir evolucionando a la misma o mayor velocidad que nosotros. Con lo que, cada vez, la distancia será mayor y más insalvable.
No sirva esta columna de crítica a los fondos europeos que, sin duda, nos ayudarán a avanzar en la digitalización de nuestro país. Sí, espero, sea una cura de humildad y de reflexión sobre la ambición escasa -por muy grandilocuentes que suenen los números en valores absolutos- que estamos mostrando en esta arena.