La pandemia ha cambiado la forma en la que las empresas funcionan. La gran mayoría ha tenido que apostar, a marchas forzadas, por la digitalización de sus servicios, infraestructuras y productos. Pero la digitalización sin planificación es un coste, más que una inversión. Según un informe de Salesforce, el 70% de las empresas españolas apostaron por la digitalización de sus servicios el último año como respuesta a la pandemia y, ese mismo informe, refleja una mayor concienciación entre las pymes sobre la necesidad de apoyarse en la tecnología para conseguir resultados diferentes y situar al cliente en el centro del negocio.
Aunque, según datos del Banco Sabadell, la digitalización puede aumentar la competitividad de las pymes y autónomos, el núcleo laboral español, entre un 15% y un 20%. A pesar de esos datos, la inversión de las empresas españolas no estaba planificada, sino que ha sido fruto de la adaptación y la necesidad de continuar siendo competitivas. ¿El resultado? Un estándar. Las empresas optan por la digitalización, pero sin que esté ligada a una estrategia conjunta de expansión o refuerzo de la propia empresa en la mejora de sus productos y servicios, tanto externos como internos.
La inversión en digitalización per se, no es suficiente para competir. Aunque, indudablemente, es uno de los principales pilares de una estrategia en la que no sólo se debe contemplar la transformación digital, sino también la transformación interna que deberán acometer empresa y colaboradores para poder seguir compitiendo. ¿Cómo afectarán esas decisiones a su talento humano? ¿Y a la cultura de la empresa? Actualmente, y prácticamente todos los mercados son hipercompetitivos, desde las telecomunicaciones hasta la auditoría y, por ello, desde mi experiencia, un análisis interno del estado de la empresa es la base para averiguar su situación actual y, en base a él, empezar a transformar la empresa para que sea más competitiva.
Si se llega a determinar que es necesaria la inversión en digitalización, esta debe ser lo más certera posible, escogiendo las mejores herramientas y procesos que se adecuen no solo al estado de la empresa actual, sino también hacia el previsible futuro de la misma, para evitar sobrecostes y estar preparados. La innovación y digitalización no pasa sólo por la simple inversión en tecnología, o en un proyecto aislado, es todo un cambio de mentalidad y un proceso evolutivo y continuo, que las empresas deben interiorizar para poder aplicar un cambio de paradigma, reaprender muchos conceptos, para poder pensar en un cliente digital y tener en cuenta esa innovación en todas sus futuras decisiones.
Pero más allá de la inversión en digitalización, es imprescindible que las empresas inviertan en su músculo principal, su talento humano. A todos los niveles, hacer competitiva a una empresa conlleva un cambio cultural de los colaboradores, que a su vez deben interiorizar dichos cambios lo mejor posible. En mi experiencia, la creación de un sentimiento de familiaridad, cercanía y unión ayuda a muchos colaboradores a sacar lo mejor de sí mismos, pero dependerá de ellos ese cambio de mentalidad.
En este sentido, está demostrado que la formación constante de directivos y colaboradores les ayudará a mantenerse al día de las nuevas tendencias del mercado laboral, lo que impacta de forma directa en su satisfacción profesional y, por ende, en su productividad. Jornadas, cursos e incluso máster, permiten a los colaboradores mantener viva su curiosidad a la vez que implementan nuevos conocimientos en el ámbito laboral, mejorando la competitividad de la empresa a largo plazo. Esta formación también permitirá a las empresas a mantener una escucha atenta a las tendencias de mercado y formar a sus profesionales en base a ellas, mejorando su capacidad de ofrecer productos y servicios a sus clientes.
La inversión en digitalización es sólo una de las patas de la mesa cuando hablamos de ser competitivos. Gran parte del trabajo es de la empresa, que debe analizar su propia estructura para encontrar áreas de mejora y oportunidades por explotar y a raíz de ese análisis optar por las mejores herramientas, procesos y sistemas para ser lo más competitiva posible. En la nueva era en la que estamos entrando, donde gran parte del trabajo rutinario se podrá automatizar de un modo u otro y donde el conocimiento avanzado en ciertos campos ya es más escaso que su demanda, el principal valor diferencial entre las empresas será cada vez más su talento humano, siendo éste, por lo tanto, una de las áreas más importantes de diferenciación y generación de valor en todas las organizaciones.
*** David Garcia Fuente es CEO de Omega CRM.