Los míticos ladrones de bancos de la Gran Depresión eran tipos duros que vestían de traje y atracaban sucursales a punta de metralleta. Sus métodos eran eficaces, pero poco sutiles, nada que ver con las estrategias y tecnologías empleadas por los cibercriminales del siglo XXI. Los John Dillinger (famoso atracador de bancos interpretado por el actor Johnny Depp en 'Enemigos Públicos') de hoy ya no recurren a la intimidación y las armas de fuego sino al phishing, smishing y las ofertas falsas de empleo, entre muchas otras tretas, para robar datos y utilizar la identidad de otras personas con fines delictivos.
La pandemia, como todos sabemos, ha acelerado muchas cosas como el modelo de trabajo flexible, pero también le ha dado alas a otros aspectos menos positivos como los fraudes online.
El fraude se ha instaurado en la red como el principal ciberdelito. Tanto es así que en 2021 ya representaba entre un 85% y un 90% de los delitos informáticos conocidos, según la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional. Las mentes criminales, desafortunadamente, suelen ir un paso por delante y, aunque los bancos llevan defendiéndose de los malhechores digitales desde los comienzos de internet y logran frustrar un elevado número de intentos de fraude, el juego del gato y el ratón entre cibercriminales y entidades no cesa.
La lucha contra el fraude se ha convertido en uno de los mayores retos a los que se enfrentan los bancos digitales. Se estima que más de uno de cada cuatro ciberataques están dirigidos a entidades financieras con el propósito final de tomar el control de la cuenta de los clientes o para blanquear actividades ilícitas. Los bancos, conscientes de que la seguridad de sus clientes está en juego, invierten cuantiosos recursos para protegerse -más que cualquier otro tipo de compañía- y este año incrementarán sus presupuestos destinados a ciberseguridad entre un 20-30%, según el informe ‘Modern Bank Heists 5.0’.
La lucha tecnológica contra el cibercrimen es un asunto que las entidades online han de tomarse muy en serio. La agilidad de la banca digital permite aportar soluciones tecnológicas para hacer frente a las posibles situaciones adversas a las que los consumidores se pueden enfrentar. Es decir, plantarle cara a los cibercriminales dándoles una dosis de su propia medicina: la tecnología.
La automatización, el análisis de comportamiento transaccional y la inteligencia artificial (IA), que nos permite entender las necesidades presentes y futuras de los clientes, son algunos de los aliados clave para detectar fraude y lavado de dinero debido a su mayor eficiencia. Estas tecnologías o sistemas de monitoreo se emplean para analizar un alto volumen de transacciones con el fin de descubrir patrones o indicios de comportamiento fraudulento.
A través de la IA es posible analizar en tiempo real la actividad de los movimientos de las cuentas para detectar posibles situaciones de fraude y lavado de dinero. A medida que procesa más transacciones de los clientes y se vuelve más ‘inteligente’, su capacidad de acierto aumenta.
En algunos casos, el ciberfraude también se puede atajar evitando que los potenciales defraudadores se abran una cuenta. Es decir, en el proceso de Know Your Customer (KYC) o cuando el cliente se intenta dar de alta. El reforzamiento de este proceso a través de la implementación de los algoritmos más sofisticados permiten revisar un mayor número de puntos de datos de cada persona que pretende abrirse una cuenta para así verificar su identidad. Los algoritmos están entrenados mediante el uso de ejemplos etiquetados para detectar patrones de fraude que antes podían pasar inadvertidos.
Por otra parte, un elemento fundamental en el que nos apoyamos los bancos digitales para prevenir delitos financieros es educar a los propios clientes y crear conciencia en torno a la ciberseguridad, ofreciéndoles guías y poniendo a su disposición numerosos recursos online sobre cómo pueden protegerse mientras operan con su banco.
La capacidad para reducir los casos de fraude mediante el uso de la tecnología está estrechamente ligada al compromiso de invertir en innovación dentro del área de prevención de crimen financiero. Las entidades digitales líderes sabemos que tenemos una importante e ineludible responsabilidad a la hora de combatir el fraude en la era digital. Abordar el crimen financiero online es una responsabilidad compartida entre toda nuestra industria y una batalla en la que luchamos todos juntos.
*** Marta Echarri es directora general de N26 para España y Portugal.