En un podcast para promocionar el Premio Kavli, uno de los más prestigiosos premios de nanociencia en el mundo, el profesor alemán Gerb Binning dio una explicación sorprendente de cómo se le ocurrió, junto al suizo Heinrich Rohrer, el sistema para observar la materia a través del microscopio de fuerza atómica, la primera herramienta disponible para ver y manipular objetos tan pequeños como un átomo.
La medalla dorada que se entrega con el Premio Kavli se parece tanto a la del Nobel que cualquiera que no conozca el rostro de Alfred Nobel las confundiría. Además, los dos galardones tienen detrás una Academia de Ciencias. Una sueca, otra noruega; también dos reyes que los entregan. Gustaf, el Nobel y Harald el Kavli; nórdicos los dos y con mejillas que relucen cuando entregan casi un millón de euros. Eso sí, pagan en coronas suecas y noruegas.
Lo primero que construyeron Binning y su equipo fue el microscopio de túnel de barrido (STM), un instrumento que desencadenó la fantasía científica. No es para menos, porque con él se pudo observar por primera vez la estructura atómica de cualquier material. Incluso se podían barajar los átomos y manipularlos. Le dieron el Nóbel de Física junto a los profesores Christoph Gerber y Calvin Quate, pero Ginning no paró de estrujarse el cerebro porque su artilugio solo servía para observar átomos en superficies que condujeran electricidad.
Antes del microscopio de Binning, los científicos no sabían exactamente cómo se comportaban los átomos. Las teorías eran múltiples, pero nadie era capaz realmente de observarlos. Trabajaban realmente a ciegas. Lo llamativo es que, en su estruje cerebral, Gerd mantenía el subconsciente tratando de dar un gran salto, armado de cerebro e intuición.
“A veces puedes mirar hacia las nubes y ver algo que no está allí. Puedes ver un caballo o lo que sea. Y eso es lo que vi, un voladizo sobre una superficie con una punta muy fina”, reveló el profesor en el citado podcast.
Para el profesor Binning, la innovación surge de un “baile” entre lo consciente y el subconsciente. Asegura que lo que vio cuando reflexionaba mirando al techo desde su sofá era algo parecido a un tocadiscos. Un brazo suspendido sobre una superficie con una punta muy fina que sigue los contornos de la superficie. El tocadiscos que cualquiera puede tener en casa convierte esa lectura del contorno en música. El Microscopio de Fuerza Atómica (AFM) lo traduce en una imagen a partir de esa punta superfina que en su origen, cuando se inventó, no era más que una aguja común rota en varios pedazos.
Aquella tecnología inspiró a muchos para mejorarla. Entre el premio Nobel logrado en 1986 por el microscopio de túnel de barrido y el premio Kavli logrado en 2016 por el AFM pasaron 30 años. Pero lo interesante es como Binning fue premiado originalmente como físico y, años más tarde, como nanotecnólogo, simbolizando así el puente que se ha ido construyendo en estos años con la Nanociencia, nuestro objeto de apostolado en el NanoClub de Levi en Disruptores e Innovadores.
De los Kavli se dice que son los Nobel de la ciencia innovadora. Como la medalla Fields a las Matemáticas o el Pritzker a la Arquitectura. Se centran en la Astrofísica, la Nanociencia y la Neurociencia por decisión de su mentor, Fred Kavli, un ingeniero noruego emigrado a EEUU que trabajó en Astrolab Testing Corporation, la empresa que construyó el Atlas, primer misil balístico intercontinental construido para la Fuerza Aérea norteamericana.
El empuje emprendedor de Fred Kavli le llevó a la creación de su propia empresa, Kavlico, uno de los principales proveedores de sensores para aeronáutica. Logró, por ejemplo, que se instalaran en el SR-71 Blackbird y en el transbordador espacial. Luego vendió su empresa.
Los Premios Kavli han honrado hasta ahora a 54 científicos de 13 países. En su palmarés, diez laureados que posteriormente recibieron el Nobel. Ningún español lo ha recibido todavía.
Gerd Binning está ya jubilado y le gusta pasar tiempo con sus nietos y escribiendo sobre creatividad. Pero lo interesante es que todavía piensa en el futuro de la nanociencia y, a su juicio, uno de los grandes retos es que alguien haga posible que las nanotecnologías se reproduzcan.
La pregunta es pertinente: ¿cómo se construye una estructura a pequeña escala con átomos y luego se produce en masa, se copia una y otra vez?
Esto aún no ha sucedido. Quizás ahí haya un Nobel, aunque no sea sueco.