"Los hombres prácticos que se consideran exentos de cualquier influencia intelectual, suelen ser esclavos de las ideas de algún economista muerto". Esta es una de las últimas sentencias que aparecen en el clásico 'Teoría general del empleo, el interés y el dinero', la obra magna del economista británico, John Maynard Keynes.
Es una cita que me ha venido a la cabeza durante los últimos días a raíz de la gestión (todavía no ha finalizado a estas horas) de una nueva quiebra de un banco en Estados Unidos, esta vez la del Silicon Valley Bank (SVB). Y me he acordado porque una parte importante de las nuevas élites empresariales han creído de verdad que pueden romper los principales axiomas de cómo funcionan las cosas de los dineros.
Ya he escrito en alguna ocasión que el dinero es una de las ficciones más exitosas que nos hemos contado como seres humanos y como grupo; y también, que la confianza es el valor intangible que sustenta todo este cuento al que llamamos dinero. Viendo lo que ha pasado estos días en relación al SVB parece que algunos no han aprendido todavía esta cuestión.
Otro histórico economista, John Kenneth Galbraith, afirmaba que "la bancaria es una carrera de la que ningún hombre se recupera realmente". Algo debía saber el viejo gigante canadiense (medía más de dos metros de altura), y eso que él sí era un pragmático, pero de los de verdad.
Dejó dicho que "yo siempre reacciono de manera pragmática. Donde funciona el mercado, estoy a favor. Donde el Gobierno es necesario, yo estoy a favor. Me es profundamente sospechoso alguien que dice: "Estoy a favor de la privatización", o "estoy profundamente a favor de la propiedad pública".
Señores, ¿dónde se esconden, si es que existen, estos hombres pragmáticos que tanto necesitamos en nuestros días?
En cualquier caso, visto lo ocurrido estos días con el SVB habrá que seguir repitiendo que, a pesar de la tecnología, de los nuevos modelos de negocio y de la creencia generalizada de una parte considerable del ecosistema startup, la naturaleza del dinero no ha cambiado desde que el ser humano inventó semejante artefacto. Galbraith dejó también escrito que "la moneda mala expulsa siempre a la buena. Esta es, quizás, la única ley económica que nunca ha sido discutida, y ello por la razón de que nunca ha tenido una excepción importante".
Claro que la palma se la lleva una cita, esta vez de un dramaturgo y un poeta (disculpen la nota, un tanto sarcástica) que se llamaba Bertolt Brecht, quien exclamó: "Hay una cosa peor que atracar un banco: fundar un banco".
Una vez establecido el marco del análisis, y teniendo en cuenta que según todas las crónicas el Silicon Valley Bank era el banco de la mayoría de las startups norteamericanas y también de los Venture Capital que invierten en ellas, merece la pena, como en los cuentos infantiles, establecer algunas moralejas que nos deja este episodio para el ecosistema emprendedor (todavía a estas alturas no se conoce si esto es un caso aislado, o la punta del iceberg de lo que podría llegar a ser una nueva crisis financiera global).
Algunas moralejas tras lo sucedido
1. Los emprendedores descubriendo una cosa que se llama procomún. Decía este pasado fin de semana en su cuenta de twitter un conocido y reconocido emprendedor e inversor que "cómo podrían ser los VC's y emprendedores de nuestra época tan exitosos individualmente y colectivamente haber sido tan idiotas".
Me parece una frase interesante. Aquí lo relevante es no quedarse con la connotación socialmente mayoritaria del término, y sí observar la raíz etimológica de la palabra que nos retrotrae a la Grecia antigua, donde un idiota era aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino sólo de sus intereses privados. Y de esto va precisamente esta crisis. Hay algo ciertamente extraño en este comportamiento como tribu que ha llevado a tantos founders a meterse mayoritariamente en un pozo. ¿Por qué los VC's pedían a sus invertidas que abrieran cuentas en este banco "no banco" para ingresar sus aportaciones de capital? ¿Por qué tantos emprendedores que despotrican de la insolvencia gerencial de los boomers tenían esas ingentes cantidades de dinero en un banco "no banco"? ¿Por qué un grupo de VC's tocaron a rebato a retirar los depósitos y tantos founders fueron presa del pánico e iniciaron la carrera que ha desembocado en esto? Qué quieren que les diga, a mí esto me parece un poco como el timo de la estampita pero en modo procomún.
2. Libertarios, pero no tanto. Ha sido cuanto menos curioso observar cómo tantos miles de libertarios que exigen a diario que el Estado les deje en paz y se olvide de ellos, han estado moviendo sus hilos de poder para que el gobierno federal estadounidense arbitrara un mecanismo de rescate nuevo (recuerden que el legalmente establecido de garantía de los depósitos hasta 250.000 dólares, para ellos era ridículo e irrisorio) que permitiera seguir usando todos sus fondos y depósitos desde esta misma semana. ¿No habíamos quedado en que la intervención del Estado era nefasta para la innovación de mercado? ¿Por qué sólo pedimos la intervención del Estado para socializar las pérdidas, pero nunca las ganancias? Va a haber que darle una vuelta a todo esto, me temo.
3. Es la regulación, estúpido. Según vamos conociendo datos e informaciones se evidencia el error regulatorio que se ha producido en este caso, el cual, como en episodios anteriores de crisis parecidas, suele preceder a la tempestad. Resulta que el director del susodicho banco "no banco" había liderado el lobby en Washington que había impedido que entidades como la suya (regional, un banco "no banco", etc…) no se sometieran a los tests de estrés y a otros mecanismos de control regulatorios como sí tuvieron que hacer los bancos "tradicionales".
Esto se hizo en época de Trump y un grito sonó en el horizonte: ¡hemos ganado, nos dejan tranquilos de una vez, no hay trabas, ni palos en las ruedas, podemos hacer un banco a nuestra imagen y semejanza! Claro, luego pasa lo que pasa, y después nos sorprendemos. Haría bien el ecosistema en entender que no nos dirigimos hacia un mundo con menos regulación, sino todo lo contrario. Y deberían ser los primeros en no sólo exigir que se haga mejor, sino en dedicar tiempo y energía a esta tarea.
4. De disruptores a incumbentes. Durante años hemos escuchado en el ecosistema de emprendimiento innovador que el Estado no debe defender a los sectores tradicionales cuyos modelos de negocio son pasados por encima por los modelos disruptores. Dicho de otra forma: el incumbente, según la doctrina de la disrupción, no debe utilizar su fuerza de mercado ni su capacidad de presión para impedir morir en la carrera de la innovación.
Parece que este fin de semana pasado los disruptores han hecho gala precisamente de esa capacidad de presión (es obvio que el gobierno federal, pese a las iniciales reticencias expresadas por la Secretaria del Tesoro, Yanet Yellen, no podía permitirse dejar caer a buena parte del ecosistema startup norteamericano) para obligar al gobierno a tomar cartas en el asunto. Bienvenidos al club de los incumbentes. Algunos han cambiado de pantalla en menos de una semana, y creo que la mayoría todavía no han caído en la cuenta de lo que esto significa.
5. Cambio de era. Ahora ya juegas con los mayores. Habrá un antes y un después no sólo para el vertical de FinTech, sino para todo el ecosistema. De alguna manera esta noticia viene a ser una suerte de enmienda, al menos parcial, a una forma de hacer las cosas. Hay suspiros de alivio estos días por la intervención federal que garantiza todos los depósitos, pero no sé si sus protagonistas son conscientes de que si el Estado te ha salvado esta vez porque "ya eres demasiado grande para caer", va a comenzar a regular cómo tienes que comportarte para evitar otra vez que te pongas tú solo al borde del abismo.
6. Cura de humildad. Cuando una élite se percibe a sí misma, fruto de la burbuja en la que vive, como el futuro del planeta y se desconecta del resto de la sociedad, suele acabar ocurriendo que un episodio cualquiera activa algún viejo axioma económico que te devuelve de golpe y porrazo a la realidad. Todavía es pronto para que este aprendizaje haya sido absorbido en su integridad. De hecho, no son pocos los que ríen hoy las gracias a cuenta del rescate del gobierno de Biden, creyéndose inmunes, y al grito de "esto no hubiera pasado con un modelo cripto", lo cual no viene sino a corroborar que no hay hay peor ciego que el que no quiere ver.
7. La reputación es tu mejor activo. Esto que parece una cosa de señores mayores aburridos con corbatas, deberían comenzar a ponerlo en todas las slides de las escuelas de emprendimiento. Hace años no parecía tan relevante: al fin y al cabo aquellos chicos guapos, jóvenes y en zapatillas nos iban a llevar al Nirvana con sus cacharros tecnológicos. Hay una crisis reputacional que se está contagiando desde las grandes corporaciones tecnológicas a muchas startups. La reputación se tarda mucho en conseguir, pero la puedes perder en una mala tarde. Por favor, metan en las métricas de su dashboard la reputación.
8. Aceleración de un nuevo modelo de startup. La cultura de crecer y crecer sin ningún límite —a veces persiguiendo acabar con los incumbentes tradicionales—, porque entre otras cosas no estás obligado a generar ingresos con los que pagar tus deudas ya que no te financias con préstamos, puede haber sufrido estos últimos días su golpe de gracia.
Afortunadamente cada vez más startups e inversores apuestan por un modelo de innovación que cree compañías solventes, que ganen dinero, que impacten de forma positiva en el ecosistema socioeconómico de su alrededor, y que huyan del patrón que nació precisamente en el lugar que comparte nombre con el SVB. El ethos de Silicon Valley —corre más que nadie, crece como si no hubiera un mañana, y rompe todo lo que sea menester sin mirar las consecuencias de tus actos—, está dando sus últimos coletazos.