Un niño africano de 11 años, Richard Turere, se hizo popular en medio mundo hace unos años porque inventó, con los escasos recursos a disposición de su familia de pastores, un sistema para que los leones no atacaran a su ganado. Se trataba de un simple dispositivo disuasorio a partir de bombillas usadas que, además, no amenazaba la supervivencia de la población de leones del Parque Nacional de Nairobi, en Kenia. En esa zona, los leones suelen aprovechar el tránsito de vacas, cabras y ovejas para alimentarse con el mínimo esfuerzo posible.
Ya de pequeño, el chaval observó que los reyes de la sabana nunca atacaban cuando había alguien paseando o caminando con linternas. Los expertos aseguran que existe un "miedo natural" de los leones hacia las personas. Y, al darse cuenta de ello, Richard tuvo su particular eureka: replicar la presencia humana que mantiene alejados a los leones. Tomó algunas bombillas LED de linternas rotas e instaló un sistema de iluminación automatizado de cuatro o cinco bombillas de antorcha alrededor de la empalizada que preservaba al ganado.
El joven masai generó su sistema a partir de una caja con interruptores y una batería de automóvil vieja, que cargaba con el panel solar que alimentaba el televisor familiar. Todo muy básico y rudimentario, simples lámparas, cables y baterías vieja. Las luces no apuntan hacia el ganado ni hacia ninguna propiedad, sino hacia la oscuridad. Destellan en forma de secuencia, dando así la impresión de que alguien está caminando por la empalizada.
Sencillo, pero extremadamente eficaz. Alimentado por energía solar, con opciones de energía eólica, es sostenible y versátil. Usando secuencias cambiantes de luces intermitentes, los leones no pueden sentirse cómodos con los patrones. Turere sigue analizando y mejorando su invento para asegurarse de que todavía funcione con la misma eficacia ahora que en el pasado.
Más de 10 años después, unas 2.000 familias de Kenia usan el Lion Lights. El sistema se ha exportado a África, India y América Latina, donde distintos países tienen problemas con hienas, leopardos o guepardos. En esencia, Richard logró parar la sangría de pérdidas de ganado para preservar el sustento familiar. Lo hizo con imaginación y apenas unos dólares. Una solución barata, local, rentable, fácil y rápida de instalar y mantener, frente a otros sistemas de vallas electrificadas que cuestan miles de dólares. Por no hablar de otras fórmulas de aniquilación. Richard odiaba a los leones, pero no quería aniquilarlos.
Richard tiene hoy 22 años. Y es todo un hombre. Le conocí personalmente hace unos días, en Valencia, durante la gala que la Oficina Europea de Patentes (OEP) celebró en el Palacio de las Comunicaciones para entregar sus Premios al Inventor Europeo 2023. En ella se reconocía la trayectoria del prestigioso químico español Avelino Corma, Premio Príncipe de Asturias, premio Rei Jaume I, fundador del Instituto de Tecnología Química y, a sus 72 años, uno de los científicos españoles con opciones de conseguir el premio Nobel.
Al profesor Corma se le ha bautizado como el "rey de las zeolitas". Las zeolitas son materiales sintetizados con estructuras cristalinas, compuestos de silicio, aluminio y oxígeno. Pura química. Su virtud es que actúan como esponjas. Contienen agujeros muy pequeños que atrapan pequeñas moléculas para que se produzca una reacción química específica. Gracias a una de estas zeolitas, patentadas por Corma y su grupo desde 1989, ha sido posible, por ejemplo, producir combustibles más eficientes o con menos emisiones de carbono en climas más cálidos. Un gran invento científico y un negocio gigantesco para las petroleras.
Aparentemente, existe mucha distancia de conocimiento, tecnología y de impacto en el mercado entre la innovación de Richard para frenar a los reyes de la sabana y los compuestos sintetizados del "rey de las zeolitas". Pero hay muchas maneras de medir el impacto de una innovación. Y tan extraordinaria es una historia como otra. El Foro Mundial para la Naturaleza (WWF) estima que la población de leones en África ha disminuido un 43 % en los últimos 20 años. Y se cree que unos 20.000 leones vagan por todo el continente, con el riesgo de que se les mate cuando suponen una amenaza para el ganado.
La solución de Richard, según reconoce la Oficina Europea de Patentes, atiende directamente a un problema global, que ayuda a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los famosos ODS de las Naciones Unidas. Concretamente, la invención de Turere , el Lions Light, contribuye al ODS 15: Vida en la tierra. Richard ha ayudado significativamente a proteger, restaurar y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres. Y tiene un lema: no hay existencia sin coexistencia.
A diferencia de toda una vida dedicada al estudio y al laboratorio, como la de Avelino Corma, Richard no ha tenido libros ni acceso a información técnica. Dice que no sabe de dónde saca las ideas o los conocimientos. Eso sí, se ha dado muchas descargas eléctricas, igual que Corma habrá tenido sustos químicos en sus ensayos. El sueño del joven pastor eran los aviones. Quería ser ingeniero.
Sin embargo, su invento llamó la atención de una organización benéfica llamada Wildlife-Direct, que le ayudó a ganar una beca para la Escuela Brookhouse en Nairobi. Estudió allí y después completó una licenciatura en Desafíos Globales y Conservación de la Vida Silvestre en la African Leadership University. Turere es hoy un orador solicitado y protagonista de las charlas TED.
No hay duda, estamos realmente ante dos inventores. Ambos son innovadores. Richard, un solitario. Corma, con todo su equipo.
Hoy en día, muchas organizaciones, sobre todo empresas, tratan de impulsar la innovación para seguir siendo competitivas. Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones, muchas no logran sus objetivos. De hecho, a veces se les vuelve en contra. Simplemente, por están configuradas al revés. Se empeñan en encontrar un espacio, decorándolo con pizarras, frases inspiradoras en las paredes y pufs en los que sentarse cómodamente. Llaman a este espacio el departamento de innovación y luego buscan personas para innovar en él.
Turere y Corma nos enseñan que para innovar lo importante es la mentalidad, la habilidad y la experiencia. Sea en la sabana africana o en el laboratorio de una universidad.