La universidad frente a la inteligencia artificial
El último informe Reinventando las operaciones empresariales, elaborado por la consultora Accenture el pasado año, revelaba que casi tres cuartas partes (73%) de las empresas de todo el mundo están priorizando la inversión en inteligencia artificial sobre el resto de las inversiones digitales. Esta potente inversión conllevará cambios estructurales en las estrategias empresariales, en el modelo productivo y en el mercado laboral.
La compañía Forrester Research sostiene que las máquinas inteligentes reemplazarán hasta el 16 % de los empleos en Estados Unidos en los próximos 10 años y Randstad Research en su último informe de febrero de este año habla de dos millones de puestos de trabajo en riesgo de verse automatizados en nuestro país.
No es la primera vez que esto sucede en el mundo. Al igual que ha ocurrido con la incursión de otras tecnologías en el pasado, algunos trabajadores del siglo XXI se enfrentan a ser sustituidos por la IA. De hecho, según un informe del Foro Económico Mundial en 2022, 75 millones de personas en todo el mundo van a perder sus puestos de trabajo y los principales afectados van a ser aquellos que realizan tareas repetitivas y rutinarias.
Pero el panorama es mucho más complejo y admite más escalas de grises en los que se dibuja por un lado, la creación de nuevos empleos -muchos de los cuales hoy no conocemos- y, por otro lado, la adaptación y transformación de otros puestos de trabajo con nuevas tecnologías desarrolladas gracias a la inteligencia artificial que los convertirán en puestos de trabajo más productivos, pero que requerirán el aprendizaje y el conocimiento de cómo aplicar esta nueva tecnología a ese puesto de trabajo.
Ante esta situación de incertidumbre, no muchos tienen preparada la hoja de ruta sobre la que navegar en los próximos años, pero desde la Universidad sí lo tenemos claro y lo reclamamos desde hace ya algunos años.
En primer lugar, estamos convencidos de que un mayor acercamiento entre el mundo empresarial y el mundo académico conlleva beneficios para ambas partes: por un lado, el mundo empresarial puede llevar a cabo en otro entorno (en este caso el entorno universitario) proyectos de investigación y de innovación y desarrollo beneficiándose del talento más joven, creando nuevos productos o servicios, nuevos modelos productivos más eficientes o nuevas estrategias de negocio. A menudo, olvidamos que las universidades albergan conocimiento, pero también son fuente generadora del mismo.
Por otro lado, este contacto permanente entre empresas e instituciones académicas permite que las instituciones educativas se mantengan vivas y jóvenes, vibrando al ritmo del pulso real de la economía y la sociedad, entendiendo las demandas de las empresas y de la sociedad, y no abandonándose y convirtiéndose en instituciones mastodónticas y milenarias anticuadas que albergan el mismo conocimiento que hace cincuenta o cien años. El mundo cambia cada vez a más velocidad y la universidad -como no puede ser de otro modo- debe evolucionar al mismo ritmo.
Por último, las instituciones públicas -a todos los niveles administrativos- deben apostar aún más por fomentar esta colaboración entre empresas y Universidades a través de exenciones fiscales, subvenciones, facilitando al máximo la creación de startups y ejecutando cualquier otra fórmula que haga fructificar esta colaboración que termina repercutiendo en la riqueza de un país, de una región, e incluso, de una ciudad.
Y no sólo a nivel económico. Las ciudades, regiones y países, que cuentan con potentes centros de formación universitaria por supuesto generan riqueza, pero también avances sociales. De hecho, esta correlación se entiende claramente con los datos de porcentaje del PIB destinados a I+D, publicados por el Instituto de Estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en los que apreciamos que en 2021 en España destinamos un 1,44%, mientras que algunos de nuestros vecinos europeos más ricos, como Suecia o Suiza, destinaban en torno a un 3% y otros países, como Corea del Sur invierten un 4,93% o el caso de Israel que invierte un 5,56% de su PIB.
Las universidades debemos seguir apostando por acercar la universidad y su labor a la sociedad en general, acercando su conocimiento y sus avances, no sólo a los jóvenes ni a las empresas, sino que cualquier ciudadano de cualquier edad, condición económica, social o formativa para que sienta la universidad como suya, de una forma cercana y que sienta que realiza una gran labor en su comunidad y en la sociedad en general.
Como fuente de conocimiento, innovación y pensamiento crítico, la Universidad (con mayúsculas) sigue siendo el pilar básico sobre el que la sociedad avanza. Desde nuestros centros universitarios debemos seguir trabajando para hacer frente a los retos que plantea la inteligencia artificial y seguir esforzándonos en tender la mano a las empresas, a las instituciones públicas y también acercando la universidad a la sociedad para que todos los ciudadanos la aprecien, como parte de su desarrollo y de la solución a los grandes retos a los que hoy se enfrenta como es la adaptación del mercado laboral a la inteligencia artificial y a los retos que conlleva.
***Mª Dolores Salvador Moya, vicerrectora de Empleo y Formación Permanente de la Universitat Politècnica de València (UPV) y Catedrática en Ciencia de Materiales.