"No estamos en una época de cambios, sino en un cambio de época". Esa reflexión atribuida a Leonardo da Vinci es tan vigente hoy como hace 500 años. Quizá más.

Día tras día comprobamos cómo la tecnología está cambiando la forma en que aprendemos, disfrutamos, nos comunicamos, trabajamos, viajamos o recibimos atención sanitaria y, como consecuencia, cambia nuestra manera de hacer, de vivir y de ser.

Y lo que nos sucede a nivel individual, también sucede a nivel de compañía. Para muestra, un botón: la disrupción que ha generado Airbnb en el sector de la hostelería, la de Amazon en el sector de retail o Apple en el sector de música, por ejemplo.

Es más, ahora mismo no hay ningún sector que pueda darle la espalda al cambio. La pregunta del millón es saber si la próxima disrupción en el sector salud, servicios o medios, vendrá de afuera o de adentro. Estos ejemplos de disrupción tecnológica demuestran cómo las nuevas tecnologías pueden alterar significativamente industrias enteras, crear nuevos mercados y cambiar nuestras vidas de maneras profundas e inesperadas hasta dar a luz a un nuevo ser humano: la persona que sabe vivir en dos mundos, el on y el off line, que ya son uno solo y forman parte de lo mismo.

Al igual que el ser humano renacentista es artista, científico, inventor, pensador… en definitiva, integrador de las diferencias, pues busca la unidad que subyace en todo, nosotros debemos reivindicar nuestra dimensión humana tanto en el on como en el off line. Después de todo, la tecnología es un elemento neutro de nuestra vida y sólo cobra valor y sentido a partir del uso que le demos.

Convirtamos a la tecnología en un facilitador, una puerta, un puente que nos permita ser mejores personas. Lo tecnológico tiene que apuntalar la transformación humana conectándonos con lo esencial, empatizando con lo que nos hace mejores seres humanos, conscientes de que el verdadero valor diferencial es la persona. La tecnología per se, aunque hoy nos parezca magia, terminará siendo un commodity.

En este contexto, ¿cómo nos preparamos para el trabajo del futuro? Conocemos bien la reflexión darwiniana: "Adaptarse o morir". Ahora bien, adaptarse, ¿cómo? Mientras que en una era de cambios la adaptación puede implicar aprender nuevas herramientas o adoptar nuevas prácticas, en un cambio de era, la adaptación requiere una reevaluación completa de habilidades y conocimientos puesto que las antiguas reglas ya no aplican.

Hemos pasado del "despacito y buena letra" al "rápido, rápido, rápido y mejor letra… ¡o voz!". Después de todo, ¿quién lee libros cuando puede escuchar una TedTalk? Sí, hemos pasado de ir a caballo a ir en un vehículo de 400 caballos pero a nivel digital y ¡a la velocidad de la luz!

El tempo en la innovación nunca ha sido tan vertiginoso: el teléfono tardó 75 años en alcanzar más de 100 millones de usuarios; el móvil, 16; la web, siete; iTunes 6,5; Twitter, cinco 5; Facebook, 4,5; WhatsApp 3,5; Instagram, 2,5: y ChatGPT... dos meses.

Pero es que además, la palabra "usuarios" cada vez nos chirría más y preferimos hablar de personas, afortunadamente.

Entendido, pues, qué significa adaptación en este mundo acelerado. Pero ahora ¿cómo nos preparamos para el trabajo del futuro? Dos recomendaciones: la primera, utilicemos el tiempo a nuestro favor y no como una espada de Damocles -esto se traduce en serenidad y confianza; y la segunda, imaginemos antes cómo será el futuro. No tengo certezas, salvo que el futuro pertenece a todas las personas que somos capaces de soñar y de aceptar la responsabilidad de crearlo. Este es un superpoder que compartimos todos los seres humanos.

En esta línea visualizo un trabajo del futuro que sea una combinación emocionante y desafiante de tecnología avanzada, flexibilidad y nuevas formas de colaboración, donde las tareas repetitivas y rutinarias serán cada vez más realizadas por robots y algoritmos de IA, permitiendo que las personas nos centremos en tareas más creativas y estratégicas.

Intuyo un aumento en el número de freelancers y plataformas como Upwork, Fiverr y similares, que seguirán creciendo, ofreciendo oportunidades y también desafíos en términos de estabilidad y beneficios laborales.

Percibo que la demanda de habilidades digitales seguirá en aumento, por lo que el aprendizaje continuo será crucial. Presiento que evaluaremos a las empresas cada vez más por su impacto social y ambiental, que nos enfocaremos mucho más en la ética del trabajo, el bienestar de las personas trabajadoras y daremos mucha más importancia a la creación de ambientes de trabajo inclusivos y equitativos. Y que las tecnologías como la realidad virtual y aumentada transformarán las reuniones y el trabajo colaborativo.

En resumen, el trabajo del futuro será más flexible, tecnológico y enfocado en el desarrollo continuo. Así que prepárate para un viaje lleno de cambios y oportunidades! donde la curiosidad, la resiliencia y la creatividad siempre serán tus mejores aliadas en este nuevo escenario.

Acabo de darme cuenta de que futuro se escribe con 'f'. 'F' de flexibilidad y también 'f' de felicidad. Así que en este instante, diseñemos nuestro futuro. En el mío seguro que hay una 'h' de humor y una 'c' de curiosidad. Por cierto, ¿has detectado qué frase escrita por la IA he incluido en este artículo? 

***Áurea Benito Liñan es Corporate People Director en ISDIN y vicepresidenta de la junta directiva de AEDRH.