Diego Rubio, director de Prospectiva del Gobierno: "Hay que romper el mito de que España no innova"
El académico, artífice del plan España 2050, aspira a llevar al país a la cima de las potencias más avanzadas en Europa, también en I+D.
27 diciembre, 2021 01:40Noticias relacionadas
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A Diego Rubio le mueven -dice- dos cosas. Una es la vocación de servicio público. La otra es la constatación, como académico (doctorado por la Universidad de Oxford), de que los gobiernos no aprovechan lo suficiente el conocimiento científico a la hora de tomar decisiones. Por eso aceptó, hace tres años, dejar su puesto como director del Centro para la Gobernanza del Cambio de IE University para trabajar en la Moncloa.
Su mandato: analizar los retos y oportunidades a los que se enfrentará España en el medio y largo plazo, y ayudar al país a prepararse para ellos. Así nació la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de la Presidencia del Gobierno de España, que el extremeño dirige. Su trabajo, y el de su equipo (un grupo de jóvenes investigadores “con currículos impresionantes”) se ha materializado en España 2050. Es el primer “ejercicio de inteligencia colectiva y prospectiva estratégica" que el Gobierno presenta a la sociedad española. Se propone "mejorar la comprensión de los desafíos y las oportunidades sociales, económicos y medioambientales que afrontará España en las próximas décadas, a partir de un diálogo multiactor,” y crear una estrategia de largo plazo “que permita fijar prioridades, coordinar esfuerzos, y garantizar la prosperidad y el bienestar de la ciudadanía en el futuro".
La base para ello es un estudio de casi 700 páginas elaborado por un centenar de académicos y sustentado en la ciencia y la evidencia empírica. Marca nueve grandes desafíos que España deberá superar de aquí a mediados de siglo "si quiere converger con el grupo de los países más avanzados de Europa" e incluye 200 propuestas para lograrlo y un cuadro de 50 objetivos e indicadores cuantitativos.
Al estudio, presentado en mayo de este año, se han sumado los Diálogos sobre el Futuro: una serie de mesas redondas y talleres celebrados en 17 ciudades en las 17 Comunidades Autónomas en la que han participado 74 instituciones coorganizadoras, 550 ponentes y más de 25.000 ciudadanos de forma presencial o remota. Todo - según el presidente, Pedro Sánchez- con un objetivo: establecer un diálogo colectivo "para decidir qué país queremos ser dentro de 30 años".
En el marco de uno de esos diálogos, D+I pudo entrevistar a Diego Rubio para saber más sobre esa visión de España a 2050 y el papel que la innovación y la digitalización juegan en ella.
Pregunta: ¿Es y será España un país innovador?
Hay que romper el mito de que España es un país que no innova. Es cierto que está algo por debajo de la media europea y que, para combatir los efectos del invierno demográfico en los próximos años, tendremos que aumentar nuestra productividad drásticamente, algo que solo se logrará con una apuesta decidida por la innovación. Pero no estamos haciéndolo mal. En lo que va de siglo, nuestro número de patentes por habitante se ha casi duplicado y nuestra producción científica se ha multiplicado por cuatro. No en vano, en rankings como el SCImago Journal & Country Rank o el SciVal España ocupa en el puesto duodécimo y undécimo, respectivamente, del mundo.
También se dice que "los estadounidenses innovan, los chinos copian y los europeos regulamos". Pero tampoco es verdad. Europa registra niveles de innovación superiores a China y similares a los de EE.UU. De hecho, seis de los diez países más innovadores del mundo son europeos. El tópico de que Europa es poco innovadora porque tiene pocos unicornios se desmonta en cinco segundos, es una inferencia causal inválida.
No es que no se innove, es que no se apuesta lo suficiente por la innovación
Exacto. Tenemos que innovar mucho más y tenemos que explicar a la ciudadanía por qué es importante: explicar que hay que innovar porque España va a perder peso relativo y población y, si no queremos quedarnos atrás en el conjunto de la economía global, tenemos que aprender a hacer más con menos cerebros y recursos. Eso se consigue innovando: transformando nuestros modelos productivos y de negocio, desarrollando nuevas tecnologías y servicios… Hay que innovar para garantizar el bienestar social.
Por eso en nuestra estrategia se recoge una apuesta contundente y decidida por la innovación, que atraviesa transversalmente todas las áreas, desde la medicina a la agricultura, y se fija una ambición: que España empiece a invertir, cuanto antes, un 4% de su PIB en I+D. Solo así lograremos recuperar el tiempo perdido y alcanzar a los países más punteros.
¿Aspiramos a tener un MIT en España?
No tenemos un MIT en España porque nuestro modelo universitario se articula por criterios distintos: en el mundo anglosajón, se prioriza la creación de polos de excelencia; en la UE, el "café para todos". Creo, honestamente, que esto último es mejor. Te permite llegar a más gente y tener una sociedad más formada. Un ejemplo reciente: EE.UU. y el Reino Unido lograron desarrollar una vacuna contra la COVID-19 antes que nosotros, pero España acabó vacunando a su ciudadanía mucho más rápido. Ello se debe, en parte, a que tenemos una de las tasas de población con formación superior más altas del mundo.
Por otra parte, hay que tener presente que la universidad española patenta más de lo que pensamos. Si nuestra media nacional está por debajo de la europea es por nuestras empresas, que patentan muy poco.
¿Por qué?
Por varios motivos: el predominio de pymes en nuestro tejido productivo, la financiación insuficiente, las trabas administrativas, la escasa presencia del sector tecnológico, la poca colaboración público-privada y una cultura empresarial anticuada que aún no ha comprendido que la innovación es la clave de la competitividad. Ojo, no lo digo yo: ¡lo dicen los datos! Las empresas españolas invierten en I+D menos que sus homólogas europeas, generan menos empleos en sectores intensivos en conocimiento y crean productos de menor complejidad.
El documento asegura que "España puede consolidarse como uno de los países más avanzados de Europa antes de mediados de siglo"
Así es. Nuestros padres y abuelos consiguieron que, en apenas 30 años, España pasase de estar a la cola de Europa en los principales indicadores sociales, económicos y medioambientales, a estar en la media europea. Ahora nos toca a nosotros, los jóvenes, conseguir que, en los próximos 30, España pase de la media a la vanguardia. Es decir, que converja con los ocho países más avanzados de la UE.
Nuestro estudio demuestra que no será fácil, pero que es perfectamente posible. De hecho, en muchos ámbitos, bastará con acometer reformas y mejoras similares, en naturaleza y magnitud, a las que ya logramos en el pasado. Si lo hicimos entonces, podemos volver a hacerlo ahora.
Es más difícil pasar de bajo a medio que de medio a líder
Sí, cada vez es más difícil, pero cada vez tenemos más y mejores herramientas a nuestra disposición. Un ejemplo: la educación. España es el segundo país de la UE que más ha mejorado las competencias básicas (lectura y matemáticas) de su población en los últimos 40 años, solo superado por Finlandia.
Para converger con el grupo de los más avanzados, necesitaríamos mejorar nuestros resultados PISA en 20 puntos. ¿Podemos hacerlo en 30 años? Sí. De hecho, países como Polonia y Portugal ya lo están logrando, en una franja parecida. Nuestro profesorado, nuestros recursos y nuestro conocimiento pedagógico sobre cómo funciona el aprendizaje han mejorado mucho y van a seguir haciéndolo.
En el documento hay muchos lugares comunes. Uno es que la digitalización permitirá una educación personalizada. Esto se dice mucho. ¿Tenemos casos reales?
En muchos lugares del mundo se están haciendo proyectos piloto que usan sistemas de inteligencia artificial para corregir trabajos, hacer un seguimiento personalizado de las necesidades de cada alumno, o detectar casos de abandono escolar antes de que sucedan. Pasarán algunos años hasta que esas tecnologías se generalicen, pero la trayectoria es prometedora.
Y, mientras tanto, aumentan las desigualdades, porque quienes primero acceden a estos avances son los de siempre…
Tienes razón. El problema con la tecnología es que siempre tiene una fase en la que solo beneficia a unos pocos y aumenta las brechas. Es un reto que se repite constantemente a lo largo de la historia. Por suerte, los periodos de generalización de tecnologías se han acortado mucho.
Pero en ese proceso hay gente que va a sufrirlo, y personas que se van a quedar sin trabajo porque no están formadas para los nuevos roles, como pasó en la Revolución Industrial
Los historiadores llaman a aquello “la pausa de Engels”. Durante la primera mitad del siglo XIX, la generalización tecnológica hizo que la productividad de las fábricas inglesas se disparase, pero también provocó un desempleo masivo en determinados sectores. Algunos académicos creen que se dará un fenómeno similar en el futuro cercano. Yo no estoy tan seguro. Lo único cierto es que, a día de hoy, España y Europa tienen la tasa de empleo más alta de su historia y que, independientemente de las fracturas temporales que pueda ocasionar, la tecnología siempre acaba generando más empleo del que destruye.
Hablando de mujeres, el objetivo 14 de la estrategia España 2050 es "acabar con las brechas de género que se detectan en los ciclos formativos de FP y grados universitarios, particularmente en aquellos del ámbito STEM"
Esto es importante, sobre todo en áreas de ingeniería y programación, que son las que suelen concentrar los empleos más demandados y mejor remunerados. Se trata de un problema cultural, de estereotipos de género, que debemos abordar desde el colegio hasta la universidad y la FP. Los datos nos dicen que España es uno de los países con menor brecha de género en el mundo y que será de los primeros en cerrarla. Pero lo cierto es que, al ritmo actual, aún tardaremos décadas en hacerlo. Tenemos que acelerar el proceso. Esta debe ser una de las grandes prioridades de nuestro país.
En el apartado del estudio donde hablan de la creación de nuevos roles se menciona el crecimiento del metaverso.
Así es. Y el posterior anuncio de Facebook sugiere que no andábamos muy desencaminados. Dijimos que, en el futuro, habrá más empleos asociados a la realidad virtual, como son los jardineros de Minecraft o los jugadores profesionales de e-sports. A muchos les sonó a ciencia ficción y se viralizaron algunos memes en las redes. Pero lo cierto es que estas profesiones existen desde hace años y que no paran de crecer. Los seres humanos tendemos a sobredimensionar los cambios que se producirán en el corto plazo y a infravalorar los que se darán en el largo, especialmente si ocurren en ámbitos que no conocemos.
Más allá del metaverso, el resto de los puntos de la estrategia son los esperables...
Lo son. Yo creo que, en los tiempos que corren, ser poco original es una forma de honestidad intelectual. Uno de los problemas de los ejercicios de prospectiva es que tratan de sorprender al lector anticipando cambios improbables y omitiendo las trayectorias más previsibles.
Nosotros no queríamos sorprender. Queríamos producir un conocimiento que fuese cercano y útil para la sociedad. Queríamos responder las preguntas que cualquier español se hace cuando piensa en el futuro: ¿Qué pasará con nuestra economía? ¿Lograremos frenar el cambio climático? ¿Qué clase de empleos tendrán nuestros hijos? ¿Se vaciarán nuestros pueblos? ¿Quién nos cuidará cuando seamos ancianos? ¿Cobraremos pensiones?
¿Es posible un proyecto común para España?
Yo creo que sí. En España tenemos la sensación de que hay 47 millones de proyectos de país distintos: uno por cada ciudadano. Pero no es cierto. Si de algo nos hemos dado cuenta, tras reunirnos con cientos de organismos públicos, empresas, ayuntamientos, oenegés y asociaciones, es de que, en los grandes temas, hay mucho consenso, no solo sobre dónde estamos y hacia dónde tenemos que ir, sino también sobre qué tenemos que hacer para conseguirlo. El mantra de que estamos de acuerdo en los objetivos, pero no en los medios, es falso. Entre otras cosas, porque los seres humanos ni somos tan diferentes ni somos tan creativos.
¿Y las ideologías dónde quedan?
Las ideologías juegan un papel fundamental en la sociedad, por eso existen desde hace milenios. Las necesitamos. Nos ayudan a pensar el mundo y a articular nuestros valores y expectativas. Pero eso no significa que deban monopolizar la toma de decisiones. La gente asume que quienes estamos en el gobierno vemos el mundo en clave de izquierdas versus derechas. Mi experiencia no es esa. Mi experiencia es que, muy a menudo, la distinción principal está entre quienes entienden -y quienes no- la complejidad de gobernar; entre quienes saben que los problemas a los que se enfrenta un país son nudos gordianos que llevan atándose uno encima del otro durante décadas y quienes creen que podrían cortarlos de solo golpe.
Yo soy progresista. Siento un profundo respecto por aquellos políticos que reconocen la complejidad de los problemas y gobiernan en consecuencia, sean de izquierdas o de derechas. A quienes temo es a aquellos que prometen soluciones simples e inmediatas.
¿Qué es lo que más le preocupa?
La enorme miopía con la que funciona la sociedad contemporánea. Todo es muy cortoplacista. En parte por culpa de los medios de comunicación: algo que sucedió hace un mes o que sucederá dentro de diez años no es noticia.
La política también es cortoplacista
Cierto. La política es cortoplacista por diseño (legislaturas de cuatro años) y porque los seres humanos lo somos. Nuestro cerebro está diseñado para priorizar las recompensas y amenazas inmediatas frente a las recompensas y amenazas lejanas en el tiempo. Esa forma de analizar la realidad hace que a menudo tomemos las decisiones equivocadas y que no entendamos las trayectorias. Nos vuelve ciegos al progreso.
¿Hay razones para el optimismo?
Yo te preguntaría lo contrario: ¿Hay razones fundadas para el pesimismo? Los intelectuales occidentales llevan cien años anunciando el declive de Europa, el colapso medioambiental, el desempleo tecnológico, y el fin de las democracias.
Nada de eso ha ocurrido. Más bien al revés. Los datos demuestran que no hemos parado de progresar. Hoy se vive mejor que hace 30 años y yo estoy convencido de que en 2050 se vivirá mejor que ahora. Nosotros queríamos poner de relieve esa realidad en el caso de España. Para ello analizamos multitud de indicadores macroeconómicos y sociales articulados en 550 series temporales distintas. Lo que encontramos es que nuestro país ha empeorado en algunos de ellos: la desigualdad, la seguridad laboral, las oportunidades de los jóvenes… Todos los demás han ido a mejor. Por supuesto que estos son problemas cruciales que debemos abordar, pero nada hace pensar que no vayamos a conseguirlo.
España tiene un futuro brillante por delante. Convendría empezar a creérnoslo.