Con su desordenado pelo gris, buenos modales lusos y enorme sonrisa, el diputado socialista Mário Centeno parece ser la persona menos conflictiva del mundo. Su aire de profesor campechano transmite tranquilidad, y pese a la tensión a la que está sujeto estos días, el ex consejero del Banco de Portugal se muestra relajado en esta desierta sala de reuniones de la segunda planta del lisboeta Palacio de São Bento, sede de la Asamblea de la República, en la que atiende a EL ESPAÑOL.
Durante dos largas semanas a finales de octubre, Centeno prácticamente vivió en esta sala, reunido con representantes del marxista Bloque de Izquierda (BE) y el Partido Comunista (PC) con los que intentaba encontrar puntos comunes que permitieran algo inédito en la historia de la democracia de Portugal: una alianza entre la mayoría parlamentaria de los partidos de la izquierda para derrocar el Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho. Muchos lo daban por imposible Sin embargo, Centeno humildemente dice: “hablando y escuchando, construimos un consenso”.
Ese consenso resultó en una serie de pactos entre los partidos para tumbar al Gobierno conservador y aupar al líder de los socialistas lusos (PS), António Costa, al puesto de Primer Ministro apoyado por sus socios de la izquierda. Ni el Bloque de Izquierda, ni los comunistas participarán en el Gobierno, pero se han comprometido a prestar su apoyo a cambio de una serie de ambiciosas medidas “anti-austeridad”, entre ellas la reposición de lo recortado de las pensiones y los salarios de los funcionarios públicos, la supresión de la sobretasa sobre la renta, y la subida del salario mínimo.
El rechazo mayoritario al programa de gobierno de Passos Coelho provocó su dimisión inmediata, y ahora sólo queda que el Presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, proceda a encargar el Ejecutivo Costa. Por el momento el conservador Cavaco Silva no muestra tener mucha prisa para entregarle el Ejecutivo a la izquierda –que tacha de “inestable”–, pero si finalmente lo hace, Costa tiene claro quién designará como el próximo Ministro de Finanzas de la República Portuguesa: el negociador Centeno.
Influencias de Mas-Collel
A Centeno le gusta insistir en que es economista, no político, pero a sus 48 años se ha convertido en la gran esperanza de un partido que se encuentra entre la espada de sus compromisos económicos europeos y la pared que representa su pacto con los partidos de la izquierda. Si alguien puede lograr el milagro de reducir el déficit a la vez que elimina los recortes impuestos por el Gobierno saliente, parece ser este oriundo de Vila Real de Santo António –“justo al otro lado del Guadiana de Ayamonte”–, que cita al microeconomista Andreu Mas-Collel como una de sus influencias.
Conoció la obra del catalán –actual Conseller de Economía de la Generalitat– mientras se doctoraba en Economía en Harvard, donde se especializó en economía laboral. “No llegué a tenerle [Mas-Collel] como profesor porque se volvió a Barcelona el año antes que llegué a Harvard, pero su libro era una referencia clave allí”, explica Centeno. “He visto que también ha pasado del ámbito académico al de la política, en Cataluña, pero mejor no hablemos de ese tema”, bromea.
Al volver de Estados Unidos, Centeno pasó a ser funcionario del Banco de Portugal, donde llegó a ser Director Adjunto del Departamento de Estudios Económicos. Formaría parte del grupo de representantes de BdP ante la Comisión Europea, donde su manejo de seis idiomas –inglés, francés, alemán, italiano, castellano y portugués– facilitaron sus interacciones con los otros economistas presentes. En 2014 fue fichado por Costa para el grupo de 11 economistas elegidos para elaborar el programa económico socialista, y ya desde la pasada primavera su nombre sonaba para el puesto que muchos consideran como el más ingrato del XXI Gobierno de la República
"Los impuestos elevados, las medidas inmediatas para resolver los problemas inmediatos –sin atender los problemas base que provocaron la crisis–, han llegado a su fin".
El incierto final de la austeridad
¿Su nombramiento supondrá el fin de la austeridad en Portugal?
Depende de lo que quiera decir con austeridad. Si hablamos de las políticas de recortes transversales del último Gobierno, que no tenían sentido de racionalidad en términos de combatir contra las causas fundamentales de la crisis, entonces, sí, la austeridad ha terminado. Los impuestos elevados, las medidas inmediatas para resolver los problemas inmediatos –sin atender los problemas base que provocaron la crisis–, han llegado a su fin. Pero los procesos de ajustes necesarios para reformar el sistema económico continúan, con el objetivo de transformar los patrones de producción en Portugal.
¿Cuáles son las principales áreas que pretende reformar?
Son tres grandes áreas. Primero, la administración pública: hay que racionalizarla, ofrecer sueldos dignos y reforzar áreas clave. Segundo, el mercado de trabajo: tenemos que crear reglamentos que desincentiven la creación de contratos de corta duración. También tenemos que reformar el sistema de prestaciones por desempleo, al que pocos tienen acceso, y que es de muy larga duración, pero con prestaciones muy reducidas. Lo ideal sería lo opuesto: que los incentivos financieros fueran significativos, pero que la duración fuera corta para que incentivase la búsqueda de empleo. La tercera área sería la de las empresas y la innovación. La mayoría de las empresas portuguesas son PYMES. Las universidades lusas son muy buenas, hay innovadores, pero no están logrando conectar con las PYMES, y muchos emigran. Tenemos que facilitar la interacción entre ellos, y también ofrecer apoyos fiscales a las PYMES para que puedan sobrevivir después de este periodo de impuestos brutales.
Sigue firme su promesa de cumplir los compromisos suscritos con Bruselas en lo relevante a la reducción del déficit?
Sin duda alguna. Vamos a reducir el déficit, pero hay muchas formas de recorrer el mismo camino. El Gobierno saliente quería hacerlo con prisa, con el objetivo de bajar el déficit al 0,2% del PIB para 2019 y dejar la deuda pública en 107,6% del PIB actual. Nosotros consideramos que se debe hacer con calma porque la economía está sufriendo. Queremos cambiar el ritmo y reducir el déficit del 3% actual a 1,5% en 2019; la deuda bajaría desde el 128% del PIB actual al 112% en el mismo periodo. Cambiando el ritmo conseguimos el margen para cumplir dos objetivos que pueden parecer antagónicos: cumplir los Tratados y aliviar la Austeridad. Todo tendrá que ser negociado con Bruselas, pero las diferencias entre el Programa de Estabilidad y nuestro programa no son enormes, por lo que consideramos que será posible.
A cambio del apoyo mayoritario de la izquierda, el PS ha firmado acuerdos económicos con el BE y el PC que contemplan, entre otras medidas, la reposición de los salarios de los funcionarios públicos, el aumento del salario mínimo y el descongelamiento de las pensiones. ¿Cómo piensa financiar estas medidas?
Precisamente con el margen que nos da el cambio de ritmo de la reducción del déficit y la deuda pública. Ese margen nos permite reducir impuestos. No estamos quitando dinero de un lado para crear subsidios o pagar obras públicas. Al eliminar impuestos los que estamos permitiendo es que la gente se quede con su dinero. No vamos a hacer la revolución, pero tenemos que cambiar algunas políticas para dar cierto espacio de actuación a las empresas y a las familias, para que ellas puedan comenzar a invertir y tomar decisiones.
¿Y la subida de los salarios públicos?
Los salarios públicos son la excepción. Ahí el Estado tendrá que ajustarse para cumplir con algo que consideramos una obligación, la de reponer los salarios. Es importante dejar claro que no se trata de un aumento, sino la supresión de un recorte aprobado por el Gobierno anterior, y se tiene que hacer para poder reformar la administración pública. Pese a lo que se haya dicho históricamente, el problema no son los funcionarios. La realidad es que hay grandes trabajadores públicos, personas que se sacrifican para mantenerse en lo público pese a los salarios significativamente mejores en el sector privado. El problema surge cuando el último Gobierno decide cortar los salarios de manera transversal, sin tomar en cuenta las consecuencias, sin previo análisis para determinar qué áreas necesitaban ser reforzadas. El resultado es que muchísimos médicos emigraron, investigadores a Alemania, economistas al Reino Unido.
¿Cual es la prioridad económica del país?
Crear empleo y frenar la emigración en masa de sus jóvenes cualificados. Es igual en España. En nuestros países el descenso de las tasas del paro no se debe al aumento de personas con empleo. El desempleo ha caído más que el porcentaje de crecimiento de trabajo. Esto quiere decir que se está encogiendo la fuerza de trabajo, no es compatible con una economía que esté creciendo. Paul Krugman lo califica como un ‘death spiral’; yo no voy tan lejos porque en nuestras lenguas latinas suena demasiado violento hablar de una espiral de la muerte. Pero es así, estamos perdiendo nuestros activos. En Portugal, sólo en los últimos cuatro años, 250.000 jóvenes de entre 25 y 30 años abandonaron el país. El 25% de los portugueses de 25 años de edad se han ido. Europa no ha reaccionado rápidamente, en parte porque están emigrando a otras partes de la Unión, a Alemania, a Inglaterra. Llamas cualquier banco de inversión de Londres y terminarás hablando con un portugués o un español.
El pacto entre los partidos de la izquierda, y la presentación de su programa económico, ha despertado críticas por parte de algunos medios financieros –entre ellos, The Wall Street Journal–, que han llegado a sugerir que Portugal podría ser “la próxima Grecia”.
Portugal no tiene nada que ver con Grecia: nuestra situación económica no tiene nada que ver con el caos que vivían ahí en enero de este año. El Partido Socialista portugués es un partido socialdemócrata, europeísta, no tiene nada que ver con la posición de enfrentamiento que Syriza adoptó con la Unión Europea. Estamos proponiendo medidas bastante moderadas que están en línea con la evolución de la Eurozona.
¿Podrían ser aplicables en España?
Yo creo que sí. El Gobierno del Partido Popular está implementando medidas bastante parecidas a las que estamos proponiendo –reponer los salarios públicos, reducir la carga fiscal– en los presupuestos de 2016. Próximamente hay elecciones en España y no me quiero meter en eso, pero creo que está claro que la tendencia de reestablecer la normalidad fiscal es clave en todos estos países, y se tiene que hacer rápidamente. El Estado ha sido egoísta. Se ha enfocado en su propia salud, ha aumentado los impuestos para llenar la tesorería sin prestar mucha atención a lo que le pasa al resto de la economía y a los ciudadanos. Eso es insostenible.
Muchos apuntan a la enemistad histórica entre la izquierda portuguesa y concluyen que no está garantizado la estabilidad de este Gobierno durante los próximos cuatro años. ¿Tendrán que negociar la continuidad año por año?
Probablemente. El anterior Gobierno era una coalición conservadora, y también tuvo que negociar su supervivencia de año en año. Nuestro Ejecutivo sobrevivirá siempre que los objetivos comunes sean lo suficientemente fuertes para llevarlo adelante. Yo haré todo lo posible para que sea así y cumplir con nuestro objetivo común fundamental: reducir la presión fiscal sobre los portugueses. Pero ese es el objetivo inicial. Después hay otros: reformar la administración pública, el mercado de trabajo, refinanciar la Seguridad Social… La izquierda habla mucho de revolución, pero las transformaciones duraderas no ocurren de golpe. Ninguno de nosotros tiene los votos para gobernar en mayoría, y honestamente creo que sería peor para el país si fuese así. Nosotros [los socialistas] no somos salvapatrias que lo saben todo. El proceso de negociación enriquece las propuestas finales.
¿Considera que su programa tendrá más oposición por parte de fuerzas nacionales o externas?
No anticipo mucha oposición externa. Los mercados quieren garantías que nosotros vamos a cumplir con nuestras obligaciones. Si algo ha salido de la crisis, es que ahora todas las decisiones son tomadas después de analizar las condiciones económicas y comprobar que eran factibles. Todas las medidas que hemos pactado con el BE y el PC fueron analizadas de esta manera, por lo que los mercados pueden estar tranquilos.
Ha dejado un puesto cómodo en como consejero del Banco de Portugal para asumir el cargo con mayor presión del futuro Gobierno. ¿Por qué?
Cuando estudié en Harvard algo que me impresionó mucho fue ver las fotos de mis profesores evidenciando sus experiencias cívicas: [Martin] Feldstein con los presidentes republicanos, [Richard] Freeman con los demócratas… Eran académicos, pero todas habían participado en la vida pública por un sentido de compromiso. En Harvard nos hicieron sentir que teníamos la obligación de desempeñar un papel en la confluencia entre la política y el mundo académico. Crecer en Vila Real, viendo a España justo al otro lado del Guadiana, generó enorme curiosidad en mí, e hizo que quisiera aprender, viajar, aprender idiomas. Me gusta expandir mis fronteras, interactuar con otros mundos, encontrar otras maneras de ver las cosas. Creo que puedo ser útil y quizá dar con una forma nueva de abordar estos asuntos.