Tras de miles de millones de euros de ayudas públicas, demandas judiciales, quiebras y acusaciones de todas las clases sociales, la banca agachó la cabeza se pasó seis años aceptando las críticas y afirmando que había aprendido la lección. Era el momento de asumir los errores y tratar de enmendar el deterioro de su imagen. También los reguladores aseguraron que no se volvería a repetir un caso así de mal control de los riesgos financieros y comenzaron a endurecer la regulación y la supervisión sobre la banca.
La banca aceptó los nuevos requisitos que aprobaban las distintas autoridades casi sin quejas, hasta este año. En 2015, ya a las puertas de la salida de la crisis, las entidades financieras están volviendo a organizarse para presionar ante la creciente regulación que tienen que soportar. “Durante unos años cada uno montaba su batalla, sobre todo a nivel nacional, pero una vez pasado este caos, ahora se están reorganizando”, explica Cristóbal Herrera, gerente del área de Asuntos Públicos en Llorente & Cuenca.
“La banca pide más permisibilidad”, apunta Fernando Zunzunegui, abogado y profesor de Derecho del Mercado Financiero de la Universidad Carlos III, “ya han dicho a la Autoridad Bancaria Europea (EBA) que hay una sobrecarga de regulación”. “Hay una petición generalizada en el sector de revisar el resultado de la regulación y ver si es lo correcto, porque está afectando a la rentabilidad de las entidades y a su capacidad para conceder préstamos”, asegura una fuente del sector.
‘Quédese usted las llaves’
Algunos dirigentes del sector financiero bromean con darle las llaves del banco a los reguladores. En sus reuniones con las distintas autoridades, los bancos se quejan que las exigencias aprobadas están ahogando su rentabilidad, de hecho, los propios supervisores están preocupados por los bajos niveles de retorno sobre el capital que están consiguiendo las entidades. La rentabilidad sobre recursos propios (ROE) ha pasado de situarse por encima del 10% antes de la crisis a caer hasta la zona del 7-8% en muchas ocasiones.
Durante unos años cada uno montaba su batalla, sobre todo a nivel nacional, pero ahora están reorganizando
Los responsables del Banco de España y del Banco Central Europeo ya han mostrado su incomodidad con que la banca tenga una rentabilidad tan baja, ya que puede poner en peligro la solvencia de algunas entidades. Esta es una de las mayores preocupaciones de los supervisores para el próximo año y podrían exigir mayor capital a las compañías que estén penalizadas por una rentabilidad más ajustada. ¿Más exigencias? Se lamenta el sector financiero. “Hay una hiperregulación que parece no tener fin”, señala Enrique Pérez-Hernández, presidente del consejo de administración de Eurocofin y profesor del IEB.
Una de las batallas actuales del sector financiero europeo pasa por reducir las exigencias de capital exigidas por la nueva regulación a medida que se van dando los pasos para completar la unión bancaria. Las entidades indican que, si se va a crear un Fondo Único de Resolución dotado con 55.000 millones de euros aportados por los bancos de forma progresiva hasta 2024 (en principio), entonce se podrán reducir las exigencias de capital para aliviar los costes que tiene que soportar la banca. En otras palabras, que la prudencia del supervisor no sea tan desmesurada como para poner en peligro al propio sistema.
Las entidades han dicho que hay sobrecarga de regulación, pero la realidad es que hay bancos que todavía no han recuperado su solvencia
Mientras tanto, el Banco Central Europeo prepara un nuevo test de estrés para los bancos en 2016 con el objetivo de comprobar que todas las exigencias aprobadas sirven para hacer más resistentes a las compañías ante escenarios tensionados. La lección parece aprendida. “Las entidades han dicho que hay sobrecarga de regulación, pero la realidad es que hay bancos que todavía no han recuperado su solvencia y que podrían necesitar complementos de sus recursos propios”, apunta Zunzunegui. El Fondo Único de Resolución tiene la función de actuar en última instancia para evitar que los contribuyentes tengan que pagar más rescates, pero se emplea para situaciones de emergencia, no para la actividad ordinaria de las entidades. “Las dos medidas son paralelas y necesarias”, indica Zunzunegui.
Costes y sentimientos
Las entidades también protestan por la incertidumbre jurídica que genera la regulación creciente. Nadie sabe qué va a aprobar mañana la EBA, el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por sus siglas en inglés), la Comisión Europea o las autoridades nacionales que provoque un fuerte cambio en el negocio de los bancos. “Así es muy complicado atraer inversiones e incluso continuar con el proceso de concentración para ahorrar costes”, reconocen fuentes financieras.
El Banco de España, las agencias de rating, las auditoras o los propios bancos. Muchas voces llevan meses indicando que tiene que producirse una nueva oleada de fusiones y adquisiciones entre entidades para reducir el exceso de capacidad que todavía hay en el sector. Con la nueva regulación, las entidades más pequeñas están casi condenadas, ya que para ellas es más caro acumular capital y, además, el coste de atender a todas las exigencias de información supone un peso mayor sobre sus ingresos. “Ahora mismo los reguladores vuelven locos a los bancos”, subraya Pérez-Hernández y “revelar toda la información que les piden tiene un coste”.
Los reguladores están volviendo locos a los bancos
A pesar de los todos los beneficios que supuestamente tiene la concentración del sector, según defienden todas estas entidades, lo cierto es que esta fase no termina de llegar. La realidad es que todavía podría retrasarse un tiempo, ya que las entidades y los potenciales compradores prefieren esperar a que las autoridades terminen de elaborar toda la nueva legislación financiera y así conocer todas las reglas del juego antes de arriesgar su capital.
Las entidades recogen todos estos datos antes de hablar con los reguladores, que no son pocos, y elaboran un discurso técnico. Números, porcentajes y ratios que en muchas ocasiones poco tienen que ver con las preocupaciones que tienen responsables de elaborar las nuevas normativas. “No están atendiendo a lo que tiene en la cabeza el regulador, hablan mucho de recaudación y de flujos de capitales, pero no hacen un discurso emocional”, asegura Herrera.
Batallas ganadas
La banca española ya se ha anotado en su haber algunos logros conseguidos en los últimos meses gracias a la presión a las autoridades nacionales. La banca española, por ejemplo, ha conseguido finalmente conservar los créditos fiscales diferidos (DTA, por sus siglas en inglés). Europa dudaba si las entidades podían computar estos activos fiscales como capital y si podían atentar contra de la competencia por considerarse ayudas de estado. Después de muchas reuniones y presiones en Bruselas, finalmente el Ministerio de Economía español pudo anunciar un acuerdo con la Comisión Europea con el que las entidades españolas salvaban 40.000 millones de créditos fiscales diferidos pagando 420 millones en impuestos. Misión cumplida, con esto la banca española salvaba el mayor riesgo para su capital.
No es la única victoria que han conseguido los bancos este año, ya que también han logrado frenar la aplicación del impuesto a las transacciones financieras, conocido popularmente como la tasa Tobin. Al inicio del año, el ministro de Economía español hablaba en nombre de los 11 países de la eurozona que querían aprobar este gravamen: "Queremos darle un nuevo impulso".
Su objetivo era comenzar a cobrar este impuesto a principios de 2016, pero la banca se opuso y su presión ha surtido efecto. Por el momento este impuesto está pospuesto sin una fecha determinada. En principio podría aplicarse en 2017, pero todavía no hay ningún indicio de que vaya a aprobarse. De este modo, la banca se presenta a las puertas de 2016 presionada por la baja rentabilidad de su negocio, pero reorganizada para volver a presionar a los reguladores. La duda es, ¿han aprendido todos los actores del mercado la lección de la crisis?