Irak y el Golfo Pérsico les separan, pero no lo suficiente. Arabia Saudí e Irán, las dos principales potencias de Oriente Medio, abren un nuevo frente en la tensión geopolítica de la región y en la velada guerra petrolera que mantienen desde hace un año y medio en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Son el primero (31%) y quinto (8%) país del cartel energético por cuota de producción.
Lo último en la crisis entre los dos tradicionales enemigos ha sido el cierre de relaciones diplomáticas y comerciales dictado por parte del régimen suní de la Casa Saud. Es la primera respuesta al asalto de su embajada en suelo iraní, después de que el sábado ejecutase a 46 presos acusados de terrorismo, entre ellos, el clérigo chií Nimr al-Nimr. Irán, por su parte, ha aventurado "justicia divina" para los saudíes.
Es la peor crisis entre ambos países desde los años 80 cuando Arabia Saudí apoyó a la Irak de Sadam Husein en la guerra con Irán. Llega además con otros conflictos armados en la región como la guerra de Siria o Yemen. Según analistas consultados por la agencia Bloomberg, la ejecución de al-Nimr ilustra una política “más firme” de Arabia Saudí contra Irán y los disidentes internos. Sin embargo, la muerte del clérigo amenaza con desestabilizar todavía más la compleja dinámica en la región.
Tensión de precios petrolera
Tras lo sucedido, los precios del petróleo Brent y WTI comenzaron el 2016 disparados, con ascensos próximos al 4% y pese al histórico crash bursátil chino. No obstante, terminaron a la baja por los malos datos económicos en EEUU que se publicarían horas más tarde. Pero también por otro motivo que domina como una apisonadora la propia tendencia del mercado: la sobrecapacidad de producción de crudo.
El pulso entre Arabia e Irán puede acentuar la silenciosa batalla preexistente en los mercados de crudo por bombear y vender más que nadie ante la caída de precios. Los barriles de referencia occidentales (el West Texas estadounidense y el Brent europeo) registran una caída acumulada del 65% en el último año y medio.
Detrás de ese movimiento, sólo superado por el registrado tras el 'crash' financiero de 2008, se esconde la decisión de Arabia Saudí y sus socios afines en la OPEP de tumbar los precios del petróleo para combatir a la competencia que encabezan el crudo no convencional de EEUU (fracking) y países como Brasil o Venezuela con grandes nuevos yacimientos de 'oro negro', aunque difíciles y caros de extraer.
La OPEP bombea como nunca
La OPEP alcanzó en diciembre un máximo histórico de producción de 32,8 millones de barriles diarios, según la estimación de Bloomberg. Irak, el segundo productor del cártel, superó en 2015 los 1.000 millones de barriles extraídos con los que ingresó cerca de 50.000 millones de dólares, equivalentes al 21% de su PIB.
Arabia Saudí ha sido considerado históricamente el 'banco central petrolero'. En su propósito ha barrido a los productores y beneficiado como nunca a los consumidores, entre ellos, España, que se ahorró hasta 15.000 millones de euros el pasado año en importaciones de crudo. Por contra, la caída de precios energéticos ha provocado que la crisis venezolana se acentúe más si cabe, mientras que la economía brasileña -un productor novel- se sitúa a las puertas del 3% de contracción en su PIB.
El fracking, por su parte, ya parece un mal recuerdo en EEUU, que llegó a ser exportar más crudo del que consumía en 2014. La quiebra de empresas dedicadas a esta actividad se cuenta por centenares. De hecho, en el último informe de actividad manufacturera en EEUU -publicado este lunes-, el instituto ISM achaca la desaceleración de la actividad industrial a la falta de inversión de las empresas energéticas vinculadas al fracking. Probablemente, porque han desaparecido.