Durante las revueltas de 2011 y 2012 en Arabia Saudí, el clérigo chií Nimr al Nimr se erigió en uno de los rostros más reconocibles de la pretendida Primavera Árabe. En aquellos momentos instó a los que buscaban mayor apertura por parte del régimen a resistir la opresión policial usando "el rugido de la palabra" y no la violencia, anticipando que el uso de la fuerza por parte del gobierno acabaría ahogando a las autoridades y forzando su derrocamiento. Apenas unos años después se puede decir que, al menos por el momento, no solo no ha sido así sino que incluso le ha costado la vida.
Nacido en Arabia Saudí aunque formado en Teherán, Al Nimr se convirtió pronto en uno de los mayores defensores de la minoritaria -y a veces marginada- comunidad chií del país, la misma corriente del Islam a través de la cual han llegado tras su ejecución las condenas más enérgicas. Especialmente desde Irán, cuyo gobierno ha asegurado que la dinastía real saudí "será borrada de las páginas de la historia" y que "pagarán un alto precio" por esta ejecución que, por otra parte, es solo una de las 47 que ha llevado a cabo Riad este sábado.
En el caso de Al Nimr, la pena vino dada por tres delitos principales y comunes a muchos de sus compañeros de patíbulo: terrorismo, desobediencia civil y apostatía, a lo que habría que sumarle en su caso el de "llamar a la participación de países extranjeros" durante las revueltas que vivió el país durante 2011 y 2012 al contagiarse de la revolución tunecina del mismo período.
Durante ese episodio, el clérigo chií emergió como una de las voces principales contra las autoridades saudíes, al denunciar la discriminación histórica de su comunidad, particularmente en el este del país. "Desde el momento en el que nacéis", proclamó en 2011, "estáis rodeados por el miedo". "La gente salió a las calles para pedir libertad, dignidad y reformas. No nos importa que nos arresten en pro de los detenidos, ni nos importa siquiera derramar sangre por ellos", aseveró. A raíz de esas manifestaciones fue detenido, herido, torturado e incluso ya se pidió su muerte por crucifixión, que finalmente fue rechazada en paralelo a la creciente observación sobre su persona del entorno internacional.
Tal vigilancia del exterior adquirió un notable auge al término de su juicio en 2014, del que observadores internacionales ya señalaron su injusticia, al tiempo que Naciones Unidas, el Parlamento Europeo o algunas ONG de calado denunciaron su situación de desamparo. Sin embargo, toda esperanza en algo parecido a un indulto o a una medida de gracia real quedó pronto descartada pese a que el veredicto provocó entonces la ira de sus partidarios, mayormente jóvenes.
"El patrón de una familia traicionera"
Ahora, tras su muerte, las quejas se elevan de la calle a los altos estamentos, provocando un torbellino de reacciones, principalmente en contra de la justicia saudí. Las más explosivas llegan desde Irán, país abiertamente hostil al régimen de Riad. Desde el gobierno iraní se dice que Arabia Saudí "pagará un alto precio" por el hecho, y el clérigo Ahmed Jatami, miembro de la Asamblea de Expertos -uno de los más altos organismos de Irán, responsable de la elección del líder supremo del país- no ha escatimado palabras para condenar la ejecución: "No me cabe duda de que la sangre pura de Al Nimr mancillará el collar de la Casa de Saud, que será borrada de las páginas de la Historia", ha denunciado el religioso. "Este crimen no es más que parte del patrón que sigue esta familia traicionera", añadió referencia a los regentes suníes.
También desde Irak llegan las condenas. El ex primer ministro iraquí Nuri al Maliki ha advertido de que la muerte del clérigo propiciará el derrocamiento del Gobierno absolutista de la familia Al Saud. "Condenamos contundentemente estas prácticas sectarias detestables y afirmamos que el crimen de ejecutar al jeque Al Nimr derrocará el régimen saudí igual que el crimen de ejecutar al mártir (Mohamed Baqir) Al Sadr lo hizo con el de Sadam Huseín en 1980", ha apuntado, mientras que varios miembros de su gabinete van más allá, al acusar a Riad de "prentender incendiar la región" con este asunto.
Otros países y organismos de la zona también se han posicionado en contra. En Bahréin, donde los chií también sufren un grado de discriminación similar, se han producido disturbios, mientras que en Líbano o Yemen se habla abiertamente de "asesinato", de "farsa" o de "proceso gravemente irregular".
Tibias manifestaciones espontáneas
Incluso dentro de Arabia Saudí la ejecución de Al Nimr no goza de homogeneidad entre la población, como demuestran no solo las manifestaciones espontáneas en el bastión chií de Qatif, sino en el hecho de que, según analistas, el propio gobierno saudí reconoce que "existe una enorme presión" para castigar a terroristas, aunque no sea ese el caso del clérigo ajsuticiado este sábado.
De hecho, durante su concurso en la vida pública del país buscó siempre fomentar una vía entre la violencia que denunciaba por parte del estado y la mansedumbre que aconsejaba a sus seguidores, si bien es cierto que exhibí una retórica inflamatoria en sus sermones e incluso llegó a desear, tras el fallecimiento del príncipe Nayef en 2012, que "se le coman los gusanos y sufra en su tumba los tormentos del infierno", palabras que le granjearon una detención.