Entidades financieras intervenidas, una reforma laboral que combatir, el paro por encima del 20%, la UGT tocada por escándalos de corrupción y enfrentada a suceder a su dirigente histórico. No era 2016, sino 1994, pero podría aplicarse típex a los titulares de entonces, a los nombres propios, a los casos y expedientes que preñaban los periódicos y sustituirlos por otros, poner Bankia donde diga Banesto, poner caso de los ERE o tarjetas black donde diga PSV (aunque el tamaño de las causas sea muy diferente), decir Cándido Méndez donde se hable de Nicolás Redondo, hablar del paro y la precariedad y las dificultades para combatirlos, y la plantilla serviría para sacar hoy mismo un periódico que cuente buena parte de lo que pasa en esta España.
Buena parte, no todo. La pieza que parece no caber en el puzle es precisamente el propio movimiento sindical, que aún con su capacidad de representación en sectores económicos tradicionales, busca ahora su hueco en la plaza para captar a los jóvenes porque en la cabecera de la manifestación ya no lo siguen como antaño.
El primer día de mayo es un día de descanso más que de reivindicación. Las huelgas generales (tres ha habido desde que empezaron los recortes y cambios legislativos en 2010) ya no paran reformas laborales (como se lograron frenar los cambios que pretendía Felipe González tras la huelga general de diciembre de 1988) y quizás por eso la sociedad ha hecho que la protesta y sus líderes se sienten hoy en el Congreso, el mismo Congreso del que la UGT se levantó en 1987, divorciada del que había sido su siamés político, al abandonar los escaños del PSOE en los que se sentó durante legislatura y media.
21 años, que se dice pronto. Es el tiempo que ha pasado al frente de la Unión General de Trabajadores Cándido Méndez. Cándido Méndez Rodríguez, hijo de Cándido Méndez Núñez, cabeza de una familia pacense adoptada por Jaén que estuvo en el núcleo duro de no más de una docena de personas que protagonizaron, al llegar la democracia, la revitalización del socialismo y del movimiento sindical cuando ambos (partido y sindicato) compartían en muchas ciudades sedes, dirigentes, pero, sobre todo, el sentimiento obrero en su ADN.
21 años se cumplirán en abril desde que el XXXVI Congreso Confederal de UGT nombrara a Cándido Méndez como secretario general del sindicato. Era el candidato oficial, el continuista de la labor de Nicolás Redondo, el que logró algo más del 75% de los apoyos tras retirar su candidatura Manuel Fernández “Lito”, el jefe del sector crítico, ese que tan complicada hizo la vida de Méndez en su primer año al frente de la agrupación y a punto estuvo de truncar su andadura que luego se ha probado tan longeva. Nunca más tuvo oponente, ni siquiera en este, su último mandato, iniciado en 2013. Ni siquiera con la crisis. Se va porque ya no quedaba otra.
Cándido Méndez, el adolescente que escuchaba a su padre sintonizar Radio París y la BBC, saltando la censura del franquismo (según desvela el libro Testimonios sobre la Transición en Jaén), el hombre que vivió en su casa reuniones decisivas para la recuperación del PSOE y la UGT en los setenta, a las que asistían Alfonso Guerra o Guillermo Galeote; el militante socialista que se sentó en el Congreso (la primera vez, luego obtendría escaño propio) en sustitución de Miguel Boyer, hoy ya fallecido.
Méndez, el sindicalista con carrera de ingeniero técnico químico; el negociador, que nada más llegar a la secretaría general del sindicato recuperó el diálogo roto con la patronal CEOE, logrando la derogación de las ordenanzas laborales y su sustitución por los convenios sectoriales o el primer Acuerdo para la Estabilidad del Empleo y la Negociación Colectiva (1997); Méndez, el que se agarró del brazo de Comisiones Obreras dos pasos después de haber soltado el del PSOE, disparando la potencia del movimiento sindical, y se sentó con José María Aznar (en su primera legislatura) para establecer formalmente las bases del diálogo social, se va.
Se va diciendo que UGT necesita mucho más que un remozado, que hay que sanear, hacer cambios profundos que cambien el sentimiento de la sociedad hacia el sindicato. Cambios que él deja iniciados quizás tarde, se verá, como el adelgazamiento de la organización (pasará a estar formada por tres federaciones sectoriales en lugar de las siete que tuvo) y la búsqueda de representación y presencia en el ejército de pymes y autónomos que hoy forman el esquema empresarial mayoritario en el país.
Se va con el dolor de sentir que el sindicato es señalado como parte de la casta por quienes hoy quieren acaparar todo el protagonismo de la representación de los trabajadores. Difícil armar una defensa férrea contra ese discurso cuando en tus filas han echado mano de tarjetas opacas al Fisco (las black) mientras daban el visto bueno a los desmanes que tumbaron las cajas de ahorros y todo ello en nombre del sindicato.
Difícil cuando se conoce que uno de los tuyos, un histórico como el dirigente de SOMA-UGT José Ángel Fernández Villa se acogió a la amnistía fiscal de Cristóbal Montoro para aflorar 1,4 millones de euros que había despistado durante años. Muy difícil.
Tres hombres y un destino
El sillón que deja Méndez tiene ya tres candidatos que han hecho oficial que están dispuestos a ocuparlo, a emprender la labor de traerse a la UGT al siglo XXI y ver si resiste el viaje. EL ESPAÑOL ha hablado con los tres de su carrera sindical, de sus ventajas y desventajas como candidatos, de sus intenciones al frente del sindicato.
Miguel Ángel Cilleros, salmantino amante del deporte que lo ha practicado hasta que alguna operación quirúrgica le aconsejó limitarse al ejercicio en la piscina y que ahora reconoce irónico que ha cambiado los campos por acaparar el mando de la tele en casa, es el líder del sector del transporte y está considerado como el candidato continuista, el delfín de Cándido Méndez. Ese puede ser su talón de Aquiles, si se quiere mostrar a la sociedad un cambio de calado, o su fortaleza para lograr los apoyos necesarios.
A él no le suena bien esa visión, “no me considero el candidato oficial”, comenta, ni que otros candidatos se muestren alejados de lo que se ha hecho hasta ahora, “porque las decisiones las hemos tomado por amplia mayoría”, comenta. “No tiene sentido que otros candidatos vengan a desprestigiar ahora al secretario general llevando como llevan un montón de años en la organización”.
Resta importancia sin embargo a la etiqueta que le han colgado porque, dice, “si eso es todo lo que tienen que criticar de mí, perfecto”. Reconoce, eso sí, que informa “a Cándido de todos los pasos que estoy dando, porque él es aún el secretario general y me parece que eso es lo honesto”.
Su vida sindical parte en 1989, como cargo sindical en un taller de Renfe, puesto de trabajo que aún mantiene y donde hizo la presentación de su candidatura el pasado 16 de diciembre. En 1994 dio el salto al equipo del sindicato en el sector ferroviario estatal y en 1998, tras un par de años ya con cargo orgánico, pasó a ser el máximo responsable del Área de Organización del Sector Ferroviario.
Desde 2002 es el secretario general de la Federación de Transportes, Comunicaciones y Mar. Como hito propio, señala haber estado en el momento en que “se consiguió marcar como criterio la intermodalidad” en el sector sindical del transporte, frente a los bandos que se enfrentaban de forma histórica (aéreo, ferroviario…) y haber firmado los convenios iniciales de varias compañías del sector.
Si alcanza la secretaría general, sus prioridades serán “definir una organización que vuelva a ser referente de puertas afuera, que participe en la vida del conjunto de los trabajadores no sólo en el ámbito laboral sino de las mejoras sociales, sin caer en el error de transiciones internas movidas por la dudas sobre el sindicato.
“Tenemos que tener una organización que nos permita atraer no sólo a nuestros afiliados sino a trabajadoras y trabajadores de los colectivos más desfavorecidos, los jóvenes, las mujeres, los desempleados con más edad”. Lo siguiente, “desarrollar los criterios que se definan en el XXXXII Congreso Confederal”, el que se celebrará entre los próximos 9 a 12 de marzo y del que saldrá el nuevo secretario general.
A Cilleros no le gusta nada que “se cargue la responsabilidad de los casos ocurridos a las organizaciones sindicales. Han sido las personas, aunque no hayamos estado acertados a la hora de controlar”. Mucho menos le gusta que se focalice toda la responsabilidad en Cándido Méndez. “La organización en la que milito y me gustaría dirigir desde marzo tiene la fortaleza de ser una organización plural, pero eso significa también que cada organismo tiene su responsabilidad y cada uno tiene que asumirla”.
Pondrá como objetivo, al igual que el resto de candidatos, la derogación de las dos últimas reformas laborales, la de Rajoy pero también la de Zapatero, “derogación que tiene que ir acompañada por la reposición de los derechos existentes antes de las reformas, no por reformas nuevas”, así como la de la Ley de Seguridad Ciudadana. “Tenemos más de 300 sindicalistas encausados por defender los intereses de sus compañeros trabajadores”, recuerda.
Reconoce que hay que innovar en la lucha sindical porque “la propia dinámica laboral ha cambiado. Hoy hay mucho teletrabajo, mucho trabajo individualizado, profesionalizado, los grandes sectores ya no existen. Hay otro modelo productivo y hay que lograr llegar al trabajador dentro de ese modelo”.
José María Álvarez, Jose (sin tilde) en su tierra asturiana (una vez llamaron a casa de su madre y preguntaron por Josep María y la mujer dijo que se habían equivocado), Josep María en Cataluña, donde es el líder de la UGT, y Pepe en el movimiento sindical desde que Pascual Maragall lo llamó así en una rueda de prensa, es el candidato más veterano.
Se afilió a la UGT en abril de 1976, un año después de irse a trabajar a Cataluña, y vivió su afiliación con todo el nivel de militancia que exigía la conformación del movimiento sindical tras la dictadura. Compartió sede con el PSOE en la Ronda San Pere de Barcelona un breve tiempo, luego se encargó en el nuevo local de todo lo que hiciera falta, como todos entonces. De barrer, de hacer fotocopias, de inscribir nuevos afiliados y de negociar convenios cuando todo el protagonismo lo tenía el sindicato vertical.
Trabajador en la empresa del INI Maquinista Terrestre y Marítima, encargado de pasar al hierro los planos de la fabricación de las calderas, se convirtió en secretario general de UGT Cataluña en 1990. Su andadura en el sindicato pasa por todos los hitos de los trabajadores en la democracia, incluida la jornada de 40 horas que firmó Almunia como ministro pero que ya habían logrado previamente en un número creciente de empresas hasta que se convirtió en una demanda social.
Como hito propio apunta haber logrado los apoyos políticos, incluido el de CiU, que permitieron la aprobación en el Congreso a comienzos de este siglo de la normativa que equiparaba los sueldos de los trabajadores contratados a través de una ETT con los que ocupaban la misma labor y estaban contratados directamente por la empresa.
En sus prioridades si alcanza la secretaría general, “que sepamos qué tenemos, dónde vamos a invertirlo y cuál es la relación que vamos a mantener con las administraciones públicas. Tenemos que hacer un uso muy austero de los recursos de los afiliados y las afiliadas y conseguir que nuestros delegados no tengan que dedicar ni un segundo a hablar de la estructura del sindicato sino a la defensa de los trabajadores”.
Quiere además que se establezca por norma “la incompatibilidad entre ser secretario general del sindicato y estar sentado en consejos de administración”. Reconoce que el sindicato “no estaba preparado para vivir situaciones como la de Caja Madrid”, que considera que hay que cambiar por norma. “Tenemos que tener un código ético claro” (el Congreso de marzo debe desarrollar el reglamento del código que definió el Congreso anterior).
También quiere retomar los lazos con la política. “El sindicato debe salir de la situación en la que está. Nos tenemos que plantear cómo hacer una gran alianza con la mayoría de izquierdas que hay en el Congreso. Queremos que se derogue tanto la reforma laboral del PSOE como la del PP pero si no, al menos hay que quitar los aspectos que han introducido contra la negociación colectiva, la resolución de los expedientes de regulación de empleo, etc. Este país no va a ningún sitio con la rebaja salarial y la desregulación. Lo que tiene que hacer es invertir en I+D o nos pareceremos cada vez más a Marruecos y cada vez menos a Alemania”.
Su debilidad, dada la situación política actual, puede ser el haberse significado en defensa del derecho a decidir en Cataluña iniciado por el movimiento independentista. “Yo soy como soy”, comenta cuando se le pregunta por este aspecto. “La gente del sindicato me conoce bien porque llevo muchos años en el comité confederal y creo que yo opino algo que dice el 80% de los ciudadanos catalanes, según las encuestas. Que España tiene que solventar el encaje de los diferentes territorios y eso se hace con diálogo, entendimiento y acuerdo. Tenemos una oportunidad histórica. Ahora bien, no me voy a la secretaría general de UGT para proclamar la independencia de Cataluña”, dice con ironía.
Gustavo Santana, el tercer candidato, es el más joven, el único que ha vivido situaciones como los contratos de obra abonados por horas por una ETT cuando aún no tenía 20 años. Desde diciembre de 1998, cuando contaba 21 años de edad, trabaja como interino de educador infantil en el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, en Canarias, donde ha seguido la senda de su madre, también trabajadora del Ayuntamiento y delegada sindical en el mismo.
“De casta le viene al galgo”, dice. Tiene dos hijas con menos de cinco años de edad y la disposición, hablada con la familia, de trasladarse todos a Madrid si es elegido secretario general del sindicato. Ha publicado un libro, En el imperio del miedo, con Canarias-ebook, una editorial que logra los fondos para publicar a través de micromecenazgo (crowdfunding). Un libro que mezcla poesía y ensayo para “hablar de economía, política y sindicalismo y de cómo la crisis ha servido para meter el miedo en el cuerpo de los trabajadores. Un libro en el que invito a combatir ese miedo con otras emociones que son mucho más poderosas”.
En sus años al frente del movimiento en San Bartolomé, logró que el convenio colectivo del ayuntamiento incluyese cláusulas para proteger al personal en caso de externalización de servicios, lo que en su opinión sirvió precisamente para que no se externalizasen. Ya al frente de UGT Canarias, logró la aprobación de la Ley Canaria de Participación Institucional de las Organizaciones Sindicales.
Quiere cambiar el sindicato, aumentar la democracia interna, reducir el número de avales para ser candidato (ahora está establecido en el 25% de los 601 delegados nacionales, una cifra que los tres candidatos deberán alcanzar en la ronda de contactos que inician ahora). Considera que “el relevo generacional” en el sindicato “es determinante en el momento actual”. Y quiere incidir “muchísimo en la formación sindical, enseñar a los trabajadores a responder en los centros de trabajo ante violaciones de los derechos laborales o incluso a cómo actuar si lo que ocurre es que la empresa atraviese por una crisis económica”.
Quiere instalar el diálogo social con el próximo gobierno y que derogue las dos últimas reformas laborales y “fortalecer la negociación colectiva, que debe ser la fuente de redistribución de la riqueza”. También quiere que se apruebe ya una retribución a parados de larga duración. Se considera corresponsable de la limitación a tres mandatos del cargo de secretario general, que fue defendida en el último Congreso por UGT Canarias, UGT Euskadi y UGT Comunidad Valenciana.