La palabra deflación aparece casi todos los días en los medios de comunicación desde hace dos años. No obstante, por mucho que aparezca y que se alerte de sus peligros, la realidad es que los españoles siempre han creído que los precios van a subir. Nada de miedos. Según la última encuesta del CIS, publicada esta semana, el 52% de los españoles que se atreven a pronosticar la evolución del IPC esperan que repunte durante este año. Si bien es cierto que este porcentaje se ha ido reduciendo en los últimos años, la realidad es que la mayor parte de los ciudadanos cree que siempre hay inflación. En el extremo opuesto, sólo un 6% de los encuestados cree que los precios bajarán más.
Parece que el miedo al fantasma de la deflación, que tiene atemorizados a los políticos y banqueros centrales, no cala en la sociedad. Y eso que el IPC ha caído en 17 de los últimos 20 meses, en tasa interanual, según los datos publicados por el INE. El dato adelantado de febrero mostró un nuevo descenso, hasta el -0,8%, la mayor caída de los precios desde septiembre.
Hay algunas casas de análisis que son muy negativas con la evolución de los precios en España, ya que creen que seguirán lastrados por el desplome del petróleo. Goldman Sachs espera un descenso del IPC en el conjunto del año del 1,1%, Nomura anticipa una caída del 0,7% y Santander y Citi prevén un descenso del 0,5%.
¿Por qué parece que suben los precios?
Lo que les ocurre a los españoles no es que piensen que los precios van a subir, sino que están percibiendo que los precios suben mientras ven en la prensa el IPC está en negativo. Un cuarto de los hogares que afirman que les va peor que hace seis meses asegura que una de las causas es la inflación, según la encuesta del CIS.
Muchos hogares sienten que los precios siguen subiendo incluso cuando el INE asegura que bajan y no les faltan motivos para pensarlo. La caída de los precios se produce principalmente por el desplome de los precios del petróleo y del gas natural que abarata los combustibles y los costes de producción y transporte de las empresas. Sin embargo, estos datos no se perciben con claridad por los ciudadanos ya que son bienes o servicios que ocupen el día a día de su consumo, salvo en el caso de los carburantes.
Sin embargo, cuando un consumidor va a un supermercado ve que los precios de los alimentos y las bebidas no alcohólicas llevan un año subiendo y, además, acelerándose. En enero, esta cesta de productos básicos se encareció un 2,1% en tasa interanual, el ritmo más alto de los últimos dos años y medio.
Pero hay más. El café de los bares, el menú de los restaurantes o las habitaciones de los hoteles no bajan. De hecho, nunca lo hacen. El grupo de precios de la hostelería (hoteles, cafés y restaurantes) no ha caído en ningún mes de toda esta fase de supuesta deflación. Actualmente avanzan a ritmos del 1,3% interanual, según el INE. Sólo estos dos grupos ya suponen casi un tercio del gasto de los hogares españoles en consumo y además, ocupan la mayor parte del los pagos que realizan cada día.
Las comunicaciones (servicios de telefonía, internet y correos) se encarecen a ritmos del 1,2%, las bebidas alcohólicas y el tabaco, al 0,9% interanual y los costes de la enseñanza suben un 0,5%. Todos estos son productos que están muy vinculados al consumo del día a día de los españoles y, por tanto, influyen en su percepción de la evolución de los precios.
El INE elabora un índice de precios que no tiene en cuenta los dos grupos más volátiles: la energía y los alimentos frescos. Este índice, que se llama subyacente, sirve para medir la evolución de la inflación sin tener en cuenta los bienes y servicios que están más influidos por las cotizaciones del mercado y la evolución del clima. El IPC subyacente avanza a ritmos del 0,9% interanual y lleva subiendo un año ininterrumpidamente. Esto refleja que los precios menos volátiles están en clara fase ascendente.
¿Por qué dice el INE que los precios caen?
Ante este escenario, es lógico preguntarse por qué el IPC está en negativo para el INE cuando parece que los precios suben. La respuesta es que el principal causante del descenso del IPC es el fuerte desplome de los costes derivados de la vivienda (no incluye la compra de vivienda, ya que no es un consumo, sino una inversión). Los alquileres están casi planos, con un descenso del 0,4% interanual, pero el mayor descenso está en los recibos de luz y gas. La electricidad cuesta un 13% menos que hace un año, el gas, un 15% menos y el resto de combustibles, un 20% menos. Sin embargo, los recibos que tienen que pagar los hogares dependen del consumo y es más difícil diferenciar el precio real que están pagando, por lo que no perciben que la caída sea tan grande como está siendo.
Además, está el ahorro de combustibles para el transporte, que han caído en conjunto un 7,1% en el último año y están acelerando su caída. En efecto, el ahorro en las gasolineras es muy importante, pero, como la caída de los carburantes es menor que la caída del precio del petróleo, muchos consumidores perciben que el descenso no es suficiente.
Al margen de los productos derivados de la energía, también están cayendo con fuerza los equipos informáticos, un 8,3%, y los equipos fotográficos y cinematográficos, un 5%.
La memoria histórica
Es importante tener en cuenta que la encuesta del CIS recoge cuál es la sensación de un grupo de personas sobre la inflación. Esto es, se trata de una cuestión subjetiva, una percepción, no la realidad objetiva de los precios. Y aquí, juegan un papel muy importante los tópicos y las creencias de los españoles. Uno de los más importantes es el de siempre hay inflación, que es tan fuerte como era el tópico de la vivienda siempre sube. En la historia reciente, la de las últimas décadas, muchos españoles se tuvieron que enfrentar a una inflación galopante, y el recuerdo todavía sigue en la población.
Desde finales de los años setenta hasta mediados de los ochenta se produjo un periodo de fuerte subida de los precios. Durante más de una década avanzaron a ritmos superiores al 10% anual, llegando hasta el 26,4% en 1977. A finales de los noventa los precios se empezaron a estabilizar, algo que se consiguió definitivamente con la entrada de España en el euro, según los datos del INE. Esas fases de fuerte subida de los precios todavía están en la memoria colectiva y afectan a la percepción de la inflación.
Lo normal ahora es que los españoles calculen que el IPC subirá anualmente en torno a un 2%, que es precisamente el objetivo de inflación que se marca el Banco Central Europeo (BCE). Esto no es algo casual, al contrario, refleja el éxito de los bancos centrales a la hora de controlar las expectativas de inflación después de medio siglo de mucho trabajo. En la última década, la subida media del IPC ha sido del 1,7% anual, en línea con el mandato de Fráncfort.
Si la caída tan abrupta que han vivido los precios del petróleo en los dos últimos años no ha conseguido modificar las expectativas de inflación de los consumidores, pocas cosas podrán hacerlo. La estabilidad de precios está ya en el subconsciente colectivo, por este motivo los españoles no temen a la deflación que tanto aparece en la prensa.