Ha salvado un momento clave pero aún es pronto para echar a las campanas al vuelo. Abengoa logró este lunes siete meses más para seguir negociando con sus acreedores un plan que desemboque en su rescate definitivo. Más del 75% de quienes, de un modo u otro, han prestado dinero a Abengoa en los últimos años está de acuerdo en que es capaz de evitar la quiebra. La liquidación es la única carta que se queda fuera de la baraja.
Pero aún quedan muchas incógnitas por desvelar. Desde cuánto dinero más tienen que aportar los acreedores para salvar la compañía a quiénes van a ser sus futuros accionistas o, incluso, cuál será el papel de la familia Benjumea, los accionistas del grupo andaluz, en el futuro de la compañía.
La primera cuestión a resolver es cómo se va a materializar el acuerdo inicial que la empresa pactó con bonistas y bancos acreedores. Ahora toca poner negro sobre blanco en un acuerdo definitivo. El planteamiento pasa por recortar a menos de la mitad la deuda financiera actual de la firma sevillana. Debe pasar desde los 9.300 millones de euros a poco más de 3.900 millones.
Redactar ese acuerdo puede prorrogarse varios meses. Hay que cerrar muchos cabos sueltos y hay que incluir varias decenas de filiales de Abengoa. No sólo en España también fuera. Este lunes, la empresa reconoció que todas sus filiales en Estados Unidos van a acogerse a la ley de quiebras de ese país. Se trata del denominado Capítulo 11, similar al preconcurso de acreedores, por el que la compañía pone su plan de negocio bajo supervisión judicial y evita que un acreedor inste a la liquidación. Sólo este proceso se alargará, al menos, hasta el verano. Además habrá que celebrar una junta de accionistas que dé el visto bueno a la nueva estructura accionarial, con los consiguientes trámites legales.
¿Quién va a poner el dinero?
Toca, además, poner sobre la mesa otros 1.800 millones en forma de nueva liquidez. De ellos, 1.200 millones vendrán de financiación que inyectarán los tenedores de bonos, que en las negociaciones han ido conducidos por la mano de la firma Houlihan Lokey. Los otros más de 500 millones corresponden a la renegociación de préstamos que los acreedores concedieron en el pasado a la empresa.
Ahora tienen que retratarse y decir quién pone qué suma. Por el momento, se sabe quienes actuarán como “ancla” en este proceso. Todas son todas firmas de inversión: Attestor Capital, Centerbridge, DE Shaw Group, Elliott Management, Oak Hill Advisors, Värde y el gigante KKR, que se ha perfilado como el actor clave de este proceso.
Si se mantiene la hoja de ruta, estas firmas inyectarán liquidez y se convertirán en los accionistas clave, aunque aún se desconozca el peso que tendrá cada cual. En esta ocasión, no llegan bajo el concepto de ‘fondo buitre’ (vulture funds), sino como firmas de inversión al uso, con buenas intenciones.
Un accionariado con nombres financieros
Una vez se concrete la inyección de fondos, a través de una ampliación de capital, se conocerá cómo es el nuevo accionariado de la sociedad sevillana y qué porcentaje de la tarta tendrá cada uno.
Por el momento se sabe que la mayoría de las acciones, el 55%, quedará en manos de los bonistas que inyecten esos 1.200 millones que Abengoa necesita como agua de mayo. El resto quedará bajo control de las entidades financieras que han prestado fondos a la sociedad y, en mucha menor media, de sus accionistas históricos.
Cerca de un 40% irá a parar a los actuales acreedores de Abengoa, que no inyectarán más dinero para salvar la empresa. Entre ellos está el denominado G6, los seis grandes bancos (la mayoría españoles) a los que Abengoa adeuda dinero. se trata de Santander, Popular, Bankia, CaixaBank, Credit Agricole y HSBC. Ya no estará el Sabadell, que hace unos días se descolgó de las negociaciones al vender su deuda a un ‘fondo buitre’.
¿Qué papel tendrán los Benjumea?
Quienes seguro van a ver diluida su participación a la mínima expresión son los accionistas históricos del grupo. Entre ellos, la familia Benjumea que ha pilotado Abengoa desde hace décadas. Las familias que canalizaban sus acciones en la compañía a través de Inversión Corporativa (donde estaban los Benjumea o los Abaurre) tendrán menos del 5% de la nueva sociedad.
Y los Benjumea, menos de un 2%. Se difuminaría así la capacidad de gestión de quienes hasta ahora han tenido más del 50% de las acciones de la sociedad y han ejercicio el poder desde la presidencia y desde la sombra. Felipe Benjumea fue presidente de Abengoa hasta el pasado mes de septiembre, entonces cedió el cargo a José Domínguez Abascal, un hombre de su confianza, a cambio de una indemnización de más de 11 millones de euros (que está siendo investigada por la Audiencia Nacional por posible administración desleal) y un contrato para seguir como asesor.
Benjumea ha seguido estando presente en las negociaciones hasta principios de marzo, cuando la banca forzó la suspensión de ese contrato e impuso un nuevo presidente, Antonio Fornieles. Ahora los Benjumea persiguen que sea la CNMV la que dé el visto bueno al futuro canje de acciones, según el diario Expansión.
Una empresa más pequeña... ¿Y más rentable?
La futura Abengoa aún por perfilar será mucho más pequeña. Tendrá menos negocios (desinvertirá, por ejemplo, en biocombustibles) y tendrá una cartera de pedidos sustancialmente inferior. Sus previsiones pasan por lograr unos ingresos estimados de 396 millones en 2016 que crecerán a 4.200 millones en 2020, según las proyecciones facilitadas por la empresa a la CNMV. El resultado bruto de explotación (ebitda) será negativo este año (perderá 394 millones de euros) y positivo el que viene (20 millones). En 2020 espera multiplicar su beneficio hasta los 274 millones de euros.
La compañía quiere que esta transformación y las desinversiones se vayan desarrollando a lo largo de los próximos meses, al mismo tiempo que cierra los detalles del acuerdo con los acreedores. Quiere ganar tiempo. Y quiere convencer a la plantilla de que la empresa tiene futuro. Este martes se reunirá con los representantes sindicales para comunicarles sus planes. Más aún tras los retrasos en el pago de la nómina del pasado febrero. Este mes no espera problemas después de que la semana pasada pactara una nueva inyección de 137 millones de euros.
Bolsa sí, bolsa no
Otro de los cabos sueltos es qué pasará con las acciones que cotizan en bolsa. Actualmente, Abengoa tiene dos tipos de títulos cotizando en el parqué madrileño, pero sólo uno de ellos ha tenido hasta ahora poder real. Se trata de las de clase A, las que controlan los derechos de voto y que están bajo control de Inversión Corporativa y, por tanto de los Benjumea. Hoy, cada una de esas acciones de clase A cuesta 0,663 euros.
La reestructuración tendrá que llevar a una reorganización de esas acciones para dar a todas el mismo poder. Un canje accionarial que aún está por definir. También deberá decidirse si Abengoa tiene un largo futuro en bolsa por delante. Los bonistas y las entidades financieras que controlarán la empresa no quieren permanecer en el accionariado indefinidamente, sino que se plantean buscar a un inversor que tome el relevo en el medio plazo.