“Nunca segundas partes fueron buenas”, dice el bachiller Sansón Carrasco a Don Quijote. El proverbio es perfectamente aplicable a un Cristóbal Montoro, cuya segunda etapa al frente de Hacienda está marcada por la criminalización de los contribuyentes y la sistemática filtración de los datos tributarios de particulares con relevancia pública.
Si en mayo de 2015 le tocó a Esperanza Aguirre, ahora ha sido José María Aznar. En aquel momento se filtró la declaración de la renta de Aguirre en 2013 y ahora los 269.455 euros que entre la multa y la liquidación complementaria ha tenido que desembolsar Aznar por la “paralela” que le efectuó Hacienda de los ejercicios 2009 y 2010. El País publicó en noviembre de 2014, que se había realizado una comprobación fiscal al ex presidente que se inició en 2013 y que se había cerrado “con conformidad”, pero no reveló el importe de la multa y el reintegro.
Los detalles sobre la “tensa” conversación entre Montoro y Aznar con que Okdiario sazonaba el dato que logró en exclusiva (pero que erróneamente atribuye a los ejercicios 2011 y 2012) han sido desmentidos por el ministro en funciones y por el entorno del ex presidente, aunque el primero confirmó que la reunión existió, pero no para tratar estos asuntos porque nunca habla “con nadie” de asuntos tributarios personales.
En el otoño de 2015 se confirmó la ruptura política de Montoro con Aznar. 'No puedo admirar a alguien que se dedica al business y da lecciones desde fuera', dijo
Lo último no es siempre cierto porque Rodrigo Rato consultó con Montoro antes de acogerse a su amnistía fiscal, según publicó El Economista en agosto de 2015 sin que ninguno de los mencionados lo desmintiera. Este precedente es el que ha alertado a Podemos y al PSOE para reclamar ayer que el ministro de Hacienda en funciones comparezca en el Congreso y explique su encuentro con Aznar.
Fue en el otoño de 2015 también cuando Jorge Bustos publicó en El Mundo su conversación con Montoro donde éste arremetía duramente contra su ex jefe: “Yo estoy en política por él, pero no puedo admirar a alguien que ahora se dedica al business y da lecciones desde fuera. Esto es como el quirófano. No moleste, estamos operando”.
Era cuestión de tiempo que se conociera aquella confirmación desnuda de la ruptura política y personal de Montoro con Aznar. El expresidente siempre se ha sentido orgulloso de que, antes de su primera reforma del IRPF, hizo aprobar un Estatuto del Contribuyente que establecía derechos y obligaciones del sujeto tributario. Montoro, en cambio, ha convertido en imprescriptibles los bienes y derechos no declarados en plazo.
En 2013, además, Montoro ya se mostró molesto porque Aznar bajó los impuestos que él ha subido. “Estaría encantado”, dijo en el Congreso, “de bajar los impuestos ya”, pero “no hay margen en una recesión económica”.
Por último, en la etapa de Aznar no se produjo ninguna amnistía fiscal, mientras que Montoro promovió una con resultados cuestionables. El portavoz de Hacienda de Ciudadanos, Francisco de la Torre, lo expresó con rotundidad ante el ministro la semana pasada: "¡Su principal medida para combatir el fraude fiscal ha sido una amnistía!"
Lo peor del episodio es la filtración, un signo evidente de la degradación del Estado y de la función pública, arruinada por el trasvase entre política y funcionariado
La filtración de la declaración de la renta de Aguirre en 2015 no tenía precedentes en la España democrática. Y como se ve que la cifra que Hacienda le discutía a Aznar no calificaba para incluirlo en la lista de defraudadores que se publicó en diciembre, alguien ha decidido divulgar el dato para que el ex presidente se ponga a la defensiva.
Hay quienes dicen que “Aznar ha hecho un Monedero”, refiriéndose a la empresa ad hoc que creó el fundador de Podemos para repatriar capitales de Latinoamérica. La naturaleza de la disputa es la misma: se tributa por servicios personales como si fueran empresariales, asunto que Hacienda siempre cuestiona, pero donde no siempre tiene la razón. Pero ahí terminan las analogías. Famaztella, la sociedad familiar de Aznar y su esposa, existía antes de recibir los ingresos que ha recaudado y es públicamente conocida desde que abandonaron la Moncloa en 2004.
Y lo más importante: el conocimiento de las irregularidades de Monedero no fueron fruto de una filtración de Hacienda, sino de una información obtenida por El Plural en el Registro Mercantil, que es público. Acceder a las cuentas y no a la declaración fiscal provocó, por ejemplo, que el diario acusase erróneamente a Monedero de no haber pagado el IVA cuando los servicios prestados en el exterior no lo devengan. Más aún, hay quienes sostienen que la publicación de esta noticia permitió a Monedero ponerse al día y evitar que Hacienda le hiciera una comprobación como la que se hizo a Aznar y que en su caso podía haber puesto al descubierto un delito.
Sin duda, lo peor de este episodio es la filtración. Es un signo evidente de la degradación del Estado y de la función pública, arruinada por el trasvase entre la política y el funcionariado, que conservaduriza a unos y politiza a otros. La filtración expone a la curiosidad pública datos legalmente protegidos en un contexto -la campaña de la Renta- propicio al ajuste de cuentas. Hoy, el sentimiento público fluctúa entre inculcar auténticos valores cívicos y lanzarse al auto sacramental. La supuesta insuficiencia de ingresos de un Estado más caro de lo que nos podemos financiar -que nos lleva a un déficit público recurrente que pagarán los españoles de mañana-, unida a la amenaza de recortes que siempre afectan a los más pobres, genera una mezcla explosiva de rabias, fáciles de excitar.