El gigante alemán Bayer ha hecho oficial su intención de comprar el coloso de los transgénicos Monsanto. Lo valora en 62.000 millones de dólares (el equivalente a 55.300 millones de euros). Juntas darían lugar a una 'megacorporación' con un valor en bolsa de más de 110.000 millones de euros. Bayer apuesta por esta compra porque quiere dar un salto más allá de la farmacia y los herbicidas y controlar, también, las semillas. Para ella son negocios compatibles.
Pero la operación puede llegar a convertirse en una carrera de obstáculos. El primero, que Monsanto acepte la oferta. Los inversores lo ven difícil por el sobreprecio que está pagando Bayer y este lunes hundieron su cotización más de un 5%. La oferta está un 37% por encima de la cotización de Monsanto del 9 de mayo, cuando saltaron los rumores de integración. Además, ésta será en efectivo y Bayer está obligada a tirar de financiación bancaria.
¿Qué presencia tienen ambos en España? Las filiales de ambas empresas sumarán una facturación cercana a los 1.000 millones de euros. Muy lejos de los ingresos 61.000 millones que sumaron Bayer y Monsanto a nivel mundial en el ejercicio 2015. Casi todos (cerca de 50.000 millones) correspondieron al grupo alemán.
Bayer también es mucho más grande que Monsanto en el mercado ibérico. Aquí ingresó 818,5 millones de euros, según datos de 2014 publicados por Informa. Mientras, su beneficio se situó en 265 millones. La compañía ha declinado explicar a EL ESPAÑOL cuáles son las implicaciones de la adquisición de Monsanto para la filial española.
Aquí, la empresa germana tiene su sede en Barcelona. Además, cuenta dos centros de producción de su división farmacéutica: en Asturias, donde fabrica ácido acetilsalicílico, el principal componente de la aspirina; y en Alcalá de Henares donde desarrolla cápsulas blandas. Suma otras dos fábricas en Cataluña (en Tarragona y Barcelona) donde fabrica poliuretano, resinas y barnices. Sin embargo, los más cercanos a la operación Monsanto, que engloba en la división Bayer Crop Science (producción de insecticidas y herbicidas), están en Valencia (Paterna y Quart de Poblet), Sevilla (Brenes), Murcia (Cartagena), y Almería (El Ejido). En estas dos últimas, experimenta con productos para el desarrollo de semillas de alto rendimiento.
Las pérdidas de Monsanto en España
El negocio del gigante de los transgénicos, a través de Monsanto Agricultura España, genera un volumen de ingresos de 90,8 millones de euros, según su última memoria a 31 de agosto de 2015. Durante esos 12 meses, su volumen de ventas fue al alza, creció un 6% respecto al año anterior. Su facturación creció pero no su rentabilidad.
La filial tiene números rojos que, en ese ejercicio, superaron los 7 millones de euros, según los datos publicados en el Registro Mercantil. Contrasta con la evolución del año anterior en el que ganó 4,8 millones. En la memoria, sin embargo, no da detalles sobre los motivos que le han llevado a estar en pérdidas. Sí indica que, durante el ejercicio 2015, “se ha enfrentado a esta situación desfavorable del entorno, que ya se había iniciado en ejercicios precedentes”. En el último año, Monsanto elevó en más de 4,6 millones sus gastos de explotación, hasta 19,4 millones de euros.
España, sí a los transgénicos
En España, Monsanto no tiene trabas a la producción de transgénicos. En la Península, comercializa tres tipos de productos: químicos de elevada protección de las cosechas; semillas de cultivos extensivos (maíz y colza) y tratamientos desarrollados a través de la biotecnología; y semillas de productos hortícolas. Así, de los casi 91 millones de euros que ingresa, 67,2 millones corresponden a su negocio de semillas y otros 23,5 a la comercialización de productos agroquímicos. De esa facturación, casi la totalidad, 88 millones, corresponde a España y, el resto, a su negocio en Portugal.
La filial cuenta con una plantilla de 243 personas a cierre de 2015, seis personas menos que en el año anterior y tiene como cabecera una sociedad holandesa, Monsanto Zaad que, a su vez depende de la matriz en Estados Unidos. En España, concentra su actividad en cuatro centros de investigación y desarrollo (en Murcia y Almería) enfocados en el negocio de las semillas.
La batalla se librará en Bruselas
A partir de ahora, si Monsanto acepta la proposición, ésta quedará en manos de las autoridades de Competencia. Y Bruselas tiene la batuta. Si ve trabas, pondrá condiciones o, incluso, podría echarla por tierra, como ha ocurrido a Telefónica, a la que le ha impedido vender O2.
Por eso, si optan por su integración, pondrán en marcha la maquinaria del lobby. Monsanto reporta un gasto anual de entre 300.000 y 400.000 euros en actividades lobísticas en el registro voluntario de grupos de presión de la Unión Europea. Mientras, Bayer estima en casi dos millones su inversión para influenciar la toma de decisiones a escala comunitaria cada año.
Las compañías están vinculadas a su vez a asociaciones y grupos que hacen presión en nombre de la industria biotecnológica, agrícola y química. Monsanto integra la Asociación Europea de Semillas (ESA), la Asociación Europea para la Protección de Cultivos (ECPA), y la Asociación Europea para las Bioindustrias (EuropaBio). En conjunto, los tres colectivos sitúan sus gastos por año en hasta 1,4 millones de euros.
Por su parte, Bayer forma parte de Business Europe -la patronal europea- y el Consejo Europeo de la Industria Química (CEFIC) que suman una inversión de casi 15 millones de euros al año en influir el proceso legislativo europeo. Bayer también engrosa, como Monsanto, la Asociación Europea para la Protección de Cultivos (ECPA) y la Asociación Europea para las Bioindustrias (EuropaBio).
Monsanto comercializa el herbicida Roundup cuyo principio activo es el glifosato, una sustancia que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sospecha que puede ser cancerígena. La UE decide ahora si renovar la licencia del glifosato, que expira en junio. Sus miembros, con todo, están divididos y la semana pasada no lograron tomar una decisión al respecto ante la ausencia de una mayoría cualificada.
Monsanto se incluye en el Grupo de Trabajo para el Glifosato, un “consorcio de compañías que suman recursos y esfuerzos para renovar el registro europeo del Glifosato”, según se describe el colectivo en su página web. De acuerdo al registro de la UE, el Grupo de Trabajo para el Glifosato usa los servicios de la firma Hume Brophy para influir en la política comunitaria.