Los resultados del CIS muestran que los españoles siguen donde estaban el 20 de diciembre de 2015. A primera vista surgen dos posibles escenarios que se parecen mucho a los que ya existían en la XI Legislatura: un pacto de izquierda radicalizado por el sorpasso de Unidos Podemos al PSOE, que al menos debería contar con la abstención de Ciudadanos (porque ya no quedan más votos de izquierda salvo los de ERC y EH Bildu) y un gobierno del PP con el eventual concurso de Ciudadanos que podría ser tolerado por el PSOE mediante su abstención.
El primero sigue siendo una operación de gran complejidad que en el mejor de los casos y sumando a ERC y EH Bildu llegaría a 172 escaños, quedándose a cuatro de la mayoría absoluta. Es la misma cantidad que suman PP, Ciudadanos y los dos partidos nacionalistas de derecha: PNV y Democracia y Libertad.
El CIS sitúa a Unidos Podemos como segunda fuerza política. Esto confirma que las recetas de la vieja escuela política siguen vigentes: si tienes un líder, una estrategia y un proyecto, tienes grandes posibilidades de ganar. Como no se gana es cuando no se tiene ninguna de las tres o las tres son mediocres.
El PP espera más
Además, Pablo Iglesias ha logrado una cosa muy importante: ser visto por los españoles como una alternativa de gobierno, aunque ésta despierte rechazo. Y eso lo consiguió en otro de esos momentos que parecen improvisados, cuando se autodesignó vicepresidente de Pedro Sánchez. Iglesias sabe bien que los ciudadanos esperan ser gobernados y mientras todos los demás actores demostraban su pasividad o su incapacidad de formar un ejecutivo, él lo escenificó de manera teatral: reclamando el control del poder militar y el del espionaje.
En el entorno de Mariano Rajoy los datos del CIS se recibieron con escepticismo. Piensan que obtendrán más escaños que los 123 del 20-D. Se habla de entre 8 y 10 que se pelearán en circunscripciones que en diciembre se perdieron por falta de movilización, según el análisis postelectoral. El presidente en funciones sabe que si el 26-J se calca el resultado del 20-D, dejará de ser “el líder visionario” que jalean hoy sus seguidores y pasará a ser visto como un imprudente lastre institucional.
Gobierno frágil
Los colaboradores de Rajoy ven dos opciones en el futuro inmediato: una gran alianza con Ciudadanos y el PSOE que daría paso a un gobierno con ciertas aspiraciones, o una pequeña alianza con Ciudadanos que sería tolerada por un PSOE que, tras ser derrotado por Podemos, no se sentiría atraído por Pablo Iglesias y aceptaría abstenerse. En el segundo caso se trataría de un gobierno precario, frágil, de corta duración, con objetivos muy limitados.
“Sería casi como un nuevo gobierno en funciones que duraría como mucho un año y medio”, dijo una fuente del Gobierno. “Eso daría tiempo a que la economía siguiera creciendo, el paro bajando, que el PSOE se reconstruyera y que Podemos perdiera parte de su base de apoyo al volver la confianza en el sistema”.
“Rajoy ha demostrado que donde más cómodo está es cuando está en funciones. No hay que ir al Parlamento, ni acudir a las sesiones de control, no hay que promover iniciativas, sólo hay que viajar e ir a las cumbres y administrar la situación”, explicaba un ex alto cargo. “Con una legislatura corta podría decir que fue reelegido igual que sus antecesores y eso calmaría sus obsesiones”.
Más votos, pero menos escaños
Pero hay un sector del PP que piensa que es perfectamente factible que en esta elección obtengan más votos, pero menos escaños. Eso convertiría a Rajoy en un remedo de Puigdemont y, sobre todo, erosionaría al partido al punto de que un gobierno de Unidos Podemos sería realidad en dos años. Esta lectura, sin embargo, es funcional a la estrategia de la polarización que se ha alentado desde la cúpula del PP para afrontar la campaña.
La gran víctima de la situación actual sería el PSOE, cuyo espacio político ha sido comprimido por el hecho de que el PP ha asumido algunas políticas que antes eran patrimonio exclusivo de los socialistas.
Hay una lectura de la encuesta del CIS más inusual y que no es tan generosa con Unidos Podemos. Consiste en visualizar el electorado español dividido en tres tercios: uno de izquierdas que sumaría 92 escaños (104 con Bildu y ERC), uno de centro, con el PSOE y Ciudadanos, que llegaría hasta 119 diputados, y uno de derecha, con el PP, que podría tener 121 representantes. De esta manera, el electorado ya no se ve tan escorado a la izquierda como resulta a la manera tradicional que, en definitiva, es heredera del bipartidismo que todo el mundo ha dado por muerto.