Todo parecía ir bien en Unipapel, una empresa histórica del sector papelero conocida, sobre todo, por fabricar los sobres de propaganda electoral para partidos como el PP o el PSOE. Pero la llegada de un fondo de capital riesgo en 2013 para llevar las riendas del negocio convirtió la actividad de tres fábricas y la vida de un centenar de trabajadores en una pesadilla que culminó en junio con el cierre de las plantas y un despido masivo. Ahora los exempleados denuncian al fondo de capital riesgo Springwater Capital y su gestor Martín Gruschka por “alzamiento de bienes, falsedad documental, simulación contractual, estafa y delito contra los trabajadores” en la operación que realizó Adveo sobre su filial papelera, según consta en la denuncia, admitida a trámite en un juzgado madrileño, a la que ha tenido acceso este diario.
Los demandantes -unos sesenta empleados- acusan a Springwater y Adveo de crear una operación estructurada para generar la insolvencia “de forma dolosa” de la compañía. A mediados de octubre acudirán al juzgado, en respuesta a la citación judicial, para ratificar la denuncia y, una vez ratificada, el juez les ofrecerá el ejercicio de acciones penales.
En 2012, el rumbo comenzó a torcerse en Unipapel tras un erróneo plan de expansión tras la adquisición de otras empresas europeas (Adimpo, Spicers…) y su transformación en Adveo, también cotizada en bolsa. En 2013, la compañía vendió su unidad industrial (tres fábricas de impresión, sobres y sistemas de archivo) al fondo de capital riesgo Springwater Capital por 16 millones de euros. Eso sí, Adveo se quedó con los respectivos inmuebles, activos con un valor superior. A priori, el nuevo inversor estaba llamado a reflotar la actividad de la emblemática compañía.
Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. Lejos de reactivar el negocio todo fue misteriosamente a peor. “La situación actual es consecuencia directa de la existencia de una gestión de la empresa que tiene origen en la operación fraudulenta formalizada entre el propietario actual Unipapel y el vendedor transmitente Adveo España”, señala la denuncia. No fue posible obtener comentarios de Springwater desde su oficina en Madrid al cierre de esta edición.
La denuncia pone el énfasis en que Springwater y Adveo firmaron una serie de contratos de suministro que endeudaron la compañía hasta convertirla en insolvente. También se acusa a Adveo, cotizada en bolsa y participada por N+1, de su necesaria colaboración en el proceso por haber simulado contratos y por la operación de traspaso de activos a un fondo que ha actuado con "negligencia", según los denunciantes, al no haber gestionado la empresa para dejarla caer.
La llegada de Gordon Gekko a España
Pocas películas han tenido un impacto cultural tan grande como Wall Street (1987) y la proyección de su protagonista Gordon Gekko, interpretado por Michael Douglas. Un tiburón manipulador y sin escrúpulos cuya actividad principal es comprar empresas, trocearlas para maximizar los beneficios y hacerlas desaparecer. Ficcionar la realidad llevó a la gran pantalla a aquel financiero representante de la maldad y la avaricia del capitalismo. Muchos empleados de Unipapel ven a Gruschska como un alumno aventajado de aquel Gekko por su actuación en la compañía, donde llegó con la vitola de salvador, pero acabó ejecutando otro papel.
Pero Unipapel no ha sido la única de sus operaciones que están en el punto de mira. Springwater Capital y Gruschka no han dejado títere con cabeza, haya donde hayan aterrizado, aplicando la receta más salvaje del capitalismo: recortar costes, reestructurar deudas, retrasar pagos a proveedores, trocear activos y sacar el máximo beneficio aun a costa de matar negocios y puestos de trabajo.
Este desconocido fondo con sede en Suiza llegó a España en 2012 en uno de los peores momentos para la economía española y con el objetivo de cazar gangas o, dicho de otra manera, quedarse a precio de derribo con distintos negocios y ha construido un imperio de empresas desde entonces con una quincena de compañías, algunas de ellas a punto de ser enterradas o descuartizadas. “Compraré una empresa española cada mes”, declaró Gruschka al diario Economíadigital el pasado año. Quienes se han sentado con él a negociar y firmar operaciones no han salido bien parados. Muchos se arrepienten de haber hecho negocios con él, especialmente, por una inquietante técnica: en cuanto compra una empresa, vacía sus cuentas para controlar el capital desde el fondo en Suiza y extiende nuevas líneas de crédito con los bancos. “Son como piratas con parche y pata de palo. Desde luego, no volvería a sentarme en la misma mesa a negociar ninguna operación”, asegura un alto ejecutivo de una empresa española.
Aquella carrera frenética comenzó con un acuerdo con Indra para hacerse con su negocio de gestión documental, que acabó transformando en Delion Communications. Más tarde llegó la compra a Pullmantur de la aerolínea Wamos y la agencia de viajes Nautalia junto al touroperador Gowaii creado por ex de Orizonia, Javier Díaz. En los últimos días de 2013 se firmó un preacuerdo de compra con el grupo de comunicación Vocento para hacerse con su filial de telecomunicaciones Sarenet.
Sin embargo, el fondo suizo reculó a los pocos meses dejando a los editores de ABC y El Correo con las cuentas anuales en el aire. Gruschka echó mano de una clausula del preacuerdo para dar la espantada, alegando que el negocio se había deteriorado y Vocento le llevó a los tribunales. Gruschka perdió en primera instancia, tuvo que pagar la penalización establecida en el contrato y renunció a la apelación. También amenazó con llevarle a los tribunales el antiguo consejero delegado de Nautalia, que denunció la descapitalización de la empresa a través de transferencias desde la empresa a las cuentas del fondo, aunque, según publicó Preferente.com, el caso se archivó.
En 2014, Gruschka cierra su mayor operación con la compra de la aeronáutica Aernnova con el apoyo del equipo gestor liderado por Iñaki López de Gandásegui. No han pasado ni dos años y el fondo suizo, como parte de sus agresivos movimientos, ha intentado mover una colocación en bolsa para pegar el pelotazo, pero a mediados del segundo trimestre aparcó estos planes previstos para otoño. Pero la actividad de Springwater no cesa ahí y a finales de 2015 cierra la compra de Sgel, filial de distribución de prensa en España del grupo francés Lagardère.
Un financiero enamorado de una española
Gruschka comparte su vida y negocios con Sandra Macaya, de 50 años y madre de seis hijos con el fallecido en 2009 Fernando Ballvé, dueño durante décadas junto a su hermano Pedro de Campofrío. Lo hacen desde que el financiero aterrizó en España en 2013, según cuentan fuentes de su entorno. La pareja vive a caballo entre Madrid, París, Londres y Berlín, de donde es originario el financiero alemán. Cuentan que les encanta escaparse los fines de semana a realizar turismo gastronómico a Salamanca o San Sebastián -les encanta el Hotel María Cristina junto al río Urumea-.
Macaya se hizo empresaria tras su separación de Ballvé en 2008, tras el inicio de un noviazgo de este con Isabel Sartorius y apenas un año antes de que éste falleciese de un cáncer. La hija de Cristina Macaya, la dama mallorquina que estuvo casada con el fundador de VIPS Plácido Arango- dirige varias empresas. La primera de ellas es "Sandra’s living" que distribuye marcas lencería femenina.
Martín y ella figuran como socios en varias empresas, por ejemplo, en la cadena de hamburgueserías Peggy Sue que cuenta con 35 locales en España y estuvo fundada por un empresario sevillano. Los problemas con sus franquiciados no son pocos, que acusan a la matriz de ahogar el negocio. Desde la llegada de Springwater han cerrado hasta diez locales, según cuentan antiguos franquiciados de la cadena a EL ESPAÑOL.
Otra de sus últimas adquisiciones fue la cadena de tiendas de electrodomésticos Miró, adquirida también en 2014, que poco antes de este verano bajó la persiana y echó a sus empleados en un ‘modus operandi’ que calca lo sucedido en Unipapel y sus fábricas, como recoge la denuncia. Miró se enfrenta ahora a su tercera quiebra empresarial. Para Unipapel será la primera. Para Gruschka serán otras dos víctimas que ha dejado su estrategia de comprar empresas de todo tipo y sector en cuestión de meses sin ninguna intención de gestionarlas. Son sólo carnaza, números y cuentas corrientes con las que financiar más operaciones. Sus damnificados lamentan que siga campando a sus anchas. “Es la peor cara del capitalismo salvaje, de lo peor que he visto hacer. Un lobo de Wall Street”.