La distopía energética de Mad Max aún está lejos
- El aprovechamiento del potencial energético del biogás todavía es una asignatura pendiente, incluso en Alemania, referente en la producción de esta fuente de energía renovable.
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A “Mad” Max Rockatansky, el justiciero que encarnaba el actor y realizador estadounidense criado en Australia Mel Gibson, le explicaban con sencillez en la tercera película de las aventuras de aquel héroe solitario de dónde sacaba su energía la ciudad de Bartetown. “Luces, motores y los vehículos, todo está en funcionamiento por un poderoso gas llamado metano”, indicaba a “Mad” Max uno de los secuaces de Tina Turner. Ella encarnaba uno de los malvados personajes del largometraje con fecha de 1985 y ambientado en un mundo post-apocalíptico.
Han pasado tres décadas desde que se estrenara esa película y el planeta aún está lejos de ver algo parecido a Bartetown, donde excrementos de cerdos eran la materia con la que se producía el metano que abastecía a la ciudad. El biogás, mezcla que contiene metano y dióxido de carbono, no juega el papel de gran protagonista ni en la pequeña población bávara de Wildpoldsried (al sur de Alemania), conocida por su compromiso con las energías renovables.
Allí se produce más energía de la que necesitan sus algo más de 2.500 habitantes gracias a la combinación de cuanto generan su parque eólico, su huerta solar y el aprovechamiento de la biomasa. En Wildpoldsried hay tres plantas donde se genera biogás. Son responsables de la producción de 9.150 megavatios por hora. En Wildpoldsried se produjeron 34.344 megavatios por hora en 2015. La energía de origen gasístico se transforma en electricidad, calor para las viviendas y combustible de vehículos.
“La ventaja del biogás es que está disponible todo el día, así, en Wildpoldsried, se puede crear energía eléctrica cuando no sopla el viento y cuando no hay sol”, explica a El ESPAÑOL Susi Vogl, responsable de cuestiones energéticas en esa pequeña población alemana. Allí, la principal fuente de energía es el viento. El parque eólico generó 20.150 megavatios hora en 2015.
Wildpoldsried es un buen ejemplo de la apuesta por las energías renovables del país de la canciller Angela Merkel, que tiene previsto para 2022 cerrar todas sus centrales nucleares. En virtud de esa decisión, tomada en 2011 a raíz del accidente nuclear Fukushima, en Alemania también se han potenciado sectores como la producción de biogás. En este ámbito, “Alemania está en una posición de liderazgo mundial”, dice a este diario Michael Kern, director del Instituto Witzenhausen, un think tank especializado en deshechos, energía y medioambiente con sede en Witzenhausen (centro).
En Alemania se cuentan 8.000 instalaciones dedicadas a la producción de biogás. Éste, al depurarse, se convierte en el llamado biometano. Alemania también es líder mundial en la producción de este gas. Un 2,1% de la energía renovable que se produce en suelo germano tiene su origen en el biometano. “No hay otro país en Europa con tantas plantas de producción de biogás como Alemania”, subraya a este periódico Michael Beil, investigador especializado en gas del Instituto Fraunhofer para la Energía Eólica y los Sistemas de Tecnología, organismo con sede en Kassel (centro).
Objetivo en Europa: 3% de biogás en 2030
A nivel Europeo, el proyecto Green Gas Grids tiene como objetivo que ese porcentaje sea del 3% en 2030. “Es un porcentaje que se puede alcanzar, me parece realista”, según Beil. Sin embargo, ese objetivo está muy lejos del 100% de Bartetown, la futurista y post-apocalíptica ciudad de la película en la que aparecían Mel Gibson y Tina Turner. “Sólo en Alemania, teniendo en cuenta el consumo de gas natural, que es de 850.000 millones de kilovatios por hora según datos de 2015, es imposible facilitar esto con metano viniendo únicamente de energías renovables domésticas”, sostiene Beil. “Una ciudad al 100% funcionando con metano sigue siendo algo de ciencia ficción”, conviene en pensar Kern.
De las 8.000 instalaciones que producen biogás en Alemania, sólo son cerca de 200 las dedicadas a la producción de gas a partir de deshechos. Las otras se sirven de otros materiales orgánicos, como pueden ser plantas, concretamente de maíz o colza. De ahí que los expertos vean grandes oportunidades en esa otra fuente de biogás que es la basura orgánica. “De media cada ciudadano en Alemania genera entre 100 y 150 kilogramos de basura orgánica al año, estamos hablando de entre 8 y 12 millones de toneladas y sólo tratamos 5 millones de toneladas, hay un potencial enorme”, expone Kern.
El potencial de los residuos también es algo que se trata de explotar en otros países. De ello da cuenta, en España, el proyecto Smart Green Gas, que trabaja desde el verano del año pasado hasta 2018 en la creación de biometano a partir de residuos urbanos y agroindustriales. El objetivo es alimentar la red de gas natural o vehículos.
Precios subvencionados
“También hay proyectos en Italia, con centros de producción de biogás basados en los deshechos, pero en Alemania es particularmente interesante a nivel económico”, sostiene Kern. Alude así este experto a las subvenciones estatales de las que se benefician los productores de energías renovables.
Gracias a estas ayudas el precio de venta del kilovatio por hora de biogás es de 14 céntimos. “Es un precio subvencionado, el triple de lo que establece el mercado”, según Kern, que defiende el apoyo estatal. “En principio sólo se pueden apoyar estas energías desde el Estado, porque solas no se van a imponer habiendo opciones más baratas, como las fuentes de energías fósiles”, estima. “Pero las ayudas se traducen en resultados, así hemos visto que la energía fotovoltaica ha pasado de costar 70 céntimos el kilovatio hora a costar una décima parte”, añade el director del Instituto Witzenhausen.
Expertos como él o como Beil ven un futuro prometedor a las plantas de producción de biogás a partir de desechos orgánicos. Pero, de momento, lo más parecido a la ficticia Bartetown seguirá siendo Wildpoldsried. Hasta el apocalipsis, éste seguirá siendo un idílico pueblo bávaro con un prometedor cóctel de energías renovables. No tiene nada que ver con la “metano-dependiente” Bartetown.