El Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC), un lobby compuesto por 15 grandes empresas y el Instituto de Empresa Familiar (IEF), que llegó a ser considerado una especie de ‘gobierno en la sombra’ del Ibex 35, expiró ayer tras seis años de vida en los que encarnó algunos de los peores -y también de los mejores- valores del capitalismo español.
El óbito se debió a la enfermedad de la autocomplacencia, según reconoció uno de sus padres, César Alierta, ex presidente de Telefónica: “"Seis años después y consolidada la recuperación económica podemos sentirnos satisfechos del trabajo realizado y de haber cumplido los objetivos que motivaron la creación del CEC".
Pero el CEC también padecía un fuerte agotamiento por la desaparición de sus principales promotores: la muerte de Emilo Botín, presidente del Banco Santander, en septiembre de 2014; la de Leopoldo Rodés, presidente de Havas Media y factótum del organismo en julio de 2015, y la retirada del propio Alierta de la presidencia de Telefónica, en marzo de 2016. El grupo, además, había perdido toda influencia tras la abdicación de Juan Carlos I, con quien sus promotores tenían estrecha relación, y era tratado con indiferencia institucional por el Gobierno de Rajoy.
Zapatero acosado por la prima
El lobby nació oficialmente en 2011, tras una serie de reuniones de los empresarios con José Luis Rodríguez Zapatero, cuyo Gobierno estaba bajo el acoso de la prima de riesgo. En el verano de 2010, el entonces presidente les pidió que hicieran algo más que ponerse en la foto con él en Moncloa para combatir la pérdida de confianza en la economía española. Emilio Botín, que tenía una muy buena relación con Zapatero, y el presidente de Telefónica se ofrecieron para encabezar la operación.
Pero la intrahistoria del CEC carece de toda épica y de visión estratégica. Como ocurre en muchas ocasiones en España, se juntaron el hambre con las ganas de comer. Al mismo tiempo que Botín y Alierta le daban vueltas a un foro que institucionalizara la dinámica creada por las invitaciones de Zapatero a Moncloa, el influyente presidente de Havas Media Group, Leopoldo Rodés, un hombre muy bien contactado con Prisa, la Caixa y la Casa Real, estaba buscándole un acomodo a uno de sus hombres de confianza, Fernando Casado, que se había quedado al pairo.
El fallido sucesor de Narcís Serra
Casado (Barcelona, 1943) había sido la persona clave para articular los múltiples intereses de Rodés en el Instituto de Empresa Familiar (IEF). Doctor en Economía y catedrático universitario, Casado dirigió el IEF desde 1993. Y se jactaba de que su Instituto había sido más eficaz que la patronal CEOE a la hora de conseguir la desaparición del Impuesto de Sucesiones y la bonificación del de Patrimonio. Pero en el verano de 2010 fue tentado por el PSC y CiU para convertirse, a partir de noviembre, en el hombre de consenso que remplazaría a Narcís Serra al frente de la ruinosa CatalunyaCaixa, heredera de Caixa Catalunya y las Caixas de Manresa y Tarragona. La tentación consistía en la promesa de cobrar 800.000 euros.
Sin embargo, Casado pegó la espantá a tres meses de haber sido nombrado tras enfrentarse con Adolf Todó, el director de Catalunya Caixa, por una cuestión salarial. Le ofrecían apenas 450.000 euros. Cuando Rodés lo supo, le dijo a Alierta que Casado estaba libre. “F.C.” fueron las dos iniciales con las que Alierta comunicó por correo electrónico al resto de los promotores que había aparecido el hombre indicado para llevar adelante los designios del nuevo consejo.
Excelentes informes técnicos
El CEC se presentó oficialmente el 21 de febrero de 2011. Lo integraban 17 empresas: Telefónica, los bancos Santander y BBVA, La Caixa, la aseguradora Mapfre, las constructoras ACS, Ferrovial y Acciona, las energéticas Repsol e Iberdrola, los grupos de distribución El Corte Inglés y Mercadona, la textil Inditex y el grupo editorial Planeta. Por el IEF se sumaron el grupo turístico Barceló, Havas Media y la textil Mango (Isaac Andic). Seis años después, Havas (Rodés) ha sido sustituida por el grupo editorial Prensa Ibérica (Javier Moll) y Mango por Osborne y Cia.
Después de unos titubeos iniciales, el organismo adoptó la forma de un think tank. Casado aprovechó que Santander, BBVA, La Caixa, Repsol y Telefónica cuentan con algunos de los mejores departamentos de estudios de España para elaborar una serie de informes que se publicaron entre 2011 y 2014. Algunos de ellos, como el informe España 2018, publicado en 2014, son de excelente factura técnica.
Complacer a Peña Nieto
Sin embargo, ya en 2015 las únicas publicaciones del CEC son eventos de carácter social. Uno de ellos, la creación del Consejo Iberoamericano de la Productividad y la Competitividad, en julio de 2015, demuestra hasta qué punto el organismo ya había perdido su razón de ser, estaba desnortado y sólo se movía bajo los intereses de Alierta que era el que lo mantenía vivo. De hecho, el famoso consejo iberoamericano era un intento de Alierta por complacer al presidente mexicano Peña Nieto.
Uno de los hechos más polémicos protagonizado por los promotores del CEC se produjo apenas un mes después de su creación. Zapatero convocó a 41 empresarios a Moncloa y Botín le pidió públicamente en la reunión que no adelantara las elecciones (previstas para marzo de 2012) y que no abriera el debate sucesorio en el PSOE para no crear incertidumbre. “La élite económica pide a Zapatero que aplace el debate sucesorio”, fue el títular de El País, pese a que la posición de Botín sólo fue secundada por Borja Prado (Endesa), Rafael del Pino (Ferrovial) y Juan Miguel Villar Mir (OHL).
Esta interpretación, moldeada directamente por la Moncloa, molestó a algunos de los demás asistentes que tenían una opinión más crítica de la situación. Más aún cuando se supo más tarde que Botín estaba esperando que el Consejo de Ministros indultara a Alfredo Saénz, vicepresidente del Santander y su mano derecha.
'Capitalismo de amiguetes'
Aunque el CEC no se vio directamente implicado en el asunto -todavía se estaba organizando- el episodio contaminó gravemente su imagen a posteriori. Desde entonces proliferó la idea de que se trataba de un ‘gobierno paralelo’. El hecho de que muchas de las empresas líderes actuaban en sectores regulados -básicamente Telefónica, bancos y aseguradoras, las constructoras, las energéticas y las editoriales con licencias de TV- contribuyó a la idea de que en España existía un “capitalismo de amiguetes” (crony capitalism), donde los contactos políticos eran claves para prosperar.
El CEC tampoco se pudo sustraer a la idea, muy explotada por Zapatero en su momento, de que se trataba de empresarios a las órdenes del Gobierno. "¿Cuál es el límite entre el patriotismo y la obsecuencia?", se preguntaban algunos de sus miembros. El hecho de que Telefónica se convirtiera con Alierta en lugar de acogida para ex políticos y para miembros de la Familia Real, asentó la idea de que desde el CEC se hacían favores al poder político. Algunas fuentes señalan que en petit comités del Consejo se llegó a hablar de la necesidad de cambiar a directores de determinados medios de comunicación y se cita el caso del diario El Mundo, donde fue destituido su director Pedro J. Ramírez, fundador de EL ESPAÑOL.
Estas conductas y rumores en torno al CEC no gustaban a empresarios como el fallecido Isidoro Álvarez, presidente de El Corte Inglés, o a Juan Roig, de Mercadona, que consideran que su “jefe” es el cliente, el ciudadano, mientras que al político más bien lo padecen.
La divergencia de intereses y la desaparición de elementos cohesionadores como Botín, Rodés o el presidente de Planeta, José Manuel Lara, también fallecido en 2015, evidenciaron que Alierta se había quedado solo al frente del barco y, una vez que abandonó la presidencia de Telefónica y sin los recursos y el empuje de ésta, ya no le quedaba más remedio que darle carpetazo y enterrar a su criatura.
El Consejo Empresarial para la Competitividad nació en Madrid el 21 de febrero de 2011 y fue disuelto en la misma ciudad el 11 de enero de 2017.