La vida sería inconcebible sin electricidad. Sin embargo, es mucho lo que desconocemos sobre ella. Puede que sólo coincidamos en tres cosas: que es imprescindible e inmediata, accesible solo con pulsar un botón; que todos pagamos una factura a final de mes; y tercero pero no menos importante, el temor común a las subidas del precio que periódicamente conocemos a través de los medios.
Buena parte de estas fluctuaciones en el coste de la luz están asociados a su generación y transporte. Si la energía se produce a partir de una fuente renovable puede suceder que en momentos determinados no se den las condiciones óptimas. Y eso se traduce, más pronto o más tarde, en un incremento de la factura. ¿Pero por qué esto es así?
La influencia del clima en la factura
La climatología es un factor decisivo. Se entiende que, coincidiendo con las olas de calor o frío, el consumo eléctrico se dispare con el uso intensivo de calefacciones o aires acondicionados.Y además, y para los que tengan contratada la tarifa en el mercado regulado, se suma el que a mayor demanda, los precios dinámicos del kilovatio-hora (kWh) reaccionan al alza.
El tiempo también tiene otro efecto perverso que ayuda a explicar esta especie de subasta. En épocas de sequía, por ejemplo, la generación de electricidad en las centrales hidráulicas se reduce y para compensar este déficit se suele acudir a otras fuentes de energía. El resultado es que el usuario final no nota nada en el servicio pero sí en la factura. Los adscritos al mercado regulado lo perciben de forma inmediata y los que tengan contrato en el mercado libre, a medio o largo plazo, ya que estas circunstancias externas afectan por igual al pool de energía.
Con el viento se da un efecto similar. España es una de las potencias europeas en materia eólica pero aún así, durante las épocas de menor incidencia de este fenómeno, la menor cantidad de energía generada por esta vía obliga a compensarse con otras fuentes.
El coste de la geopolítica
Aunque la explotación y aprovechamiento de estas energías renovables sean el futuro, actualmente es un campo en pleno desarrollo. Y la falta de lluvias o de viento obliga a aumentar el porcentaje de las no renovables en el mix eléctrico de un país: carbón, gas o nuclear, principalmente.
Esto introduce otro de los factores asociados al incremento de precios de los que el cliente no siempre es consciente: la política internacional. Basta con entrar en una página web o ver cualquier telediario para conocer la última hora de conflictos o crisis que afectan a países productores de materias primas. Esas situaciones suelen incidir negativamente en su coste.
Estas circunstancias afectan al precio final y exigen al usuario una atención casi continua a estas fluctuaciones para aprovechar los horarios más convenientes. La información del coste del kWh es de fácil acceso pero no permite planificar a más de un un día vista; y además no es extraño que los momentos más óptimos para el consumo coincidan con la madrugada.
Esta incomodidad afecta directamente a los que tarifen en el mercado regulado, permanentemente sujeto a cambio. Una de las ventajas del mercado libre respecto a este sistema es que la tarifa a pagar es fija y está pactada de antemano por contrato, por lo que en un primer momento el cliente sólo debe preocuparse de su consumo. Pero a medio y largo plazo, no obstante, la realidad es que las precipitaciones, la falta de viento o la geopolítica también serán factores que influyan en los precios.
En este contexto además, el beneficio puede ser mayor ya que incluso se puede acceder a tarifas que ofrezcan una mayor versatilidad. Es el caso de la tarifa Endesa Tempo Happy, que otorga al cliente la posibilidad de elegir dos horas diarias (o un día de la semana) en las que el coste de la electricidad es cero euros.
Gracias a esta tarifa sin coste añadido, sin permanencia y sin que varíe el precio de horarios fuera del tramo elegido, el usuario puede adaptar la factura a su modo de vida y no al revés.