Madrid, 24 ene (EFECOM).- España es el segundo inversor en Venezuela después de Holanda y un total de 72 filiales de empresas españolas operaban allí en 2018, pese a que ese país está considerado como el cuarto del mundo más difícil para hacer negocios.
Así lo afirma el Ministerio español de Industria y Comercio, que se remite a datos del Banco Central de Venezuela de los últimos diez años y apunta que en los últimos años la inversión extranjera prácticamente se limita a la reinversión de beneficios, con la excepción de tres grandes operaciones de origen español.
Una de ellas fue la compra en 2004 de Telcel por Telefónica, de forma que ahora es la segunda operadora de telefonía móvil del país con más de 10 millones de usuarios, aunque la hiperinflación ha hecho que su cifra de negocio cayera entre enero y septiembre de 2018 un 82 % interanual y su resultado bruto de explotación un 96,2 %.
Otra fue la entrada de Repsol en 1993, cuando comenzó en el negocio de la exploración y producción y desde entonces gestiona varios activos de crudo y gas. Recientemente, su consejero delegado, Josu Jon Imaz, señaló que había reducido su exposición en Venezuela hasta los 920 millones de dólares, frente a los 1.700 de 2017.
La tercera fue la llegada de Mapfre en 1997 con la compra de una aseguradora local, aunque, según la Cámara Venezolano Española de Industria y Comercio, también están presentes en ese país otras muchas empresas españolas, entre ellas Acciona, Alcatel, Santander, BBVA, Editorial Planeta, Santillana, Elecnor, Adecco, Dragados, Duro Felguera, Hesperia, Telvent o Sintel.
En el ámbito turístico, Meliá gestiona un hotel de cinco estrellas en el centro de Caracas, y Hesperia dos, uno en Valencia y otro en Isla Margarita, mientras que Iberia y Air Europa ofrecen vuelos directos desde Madrid.
Según la Secretaría de Estado de Comercio español, la existencia de inversiones directas españolas en Venezuela ascendía a finales de 2015 a 21.313 millones de euros, pero un año después esa cifra cayó a 1.381 debido fundamentalmente a los efectos contables de la devaluación cambiaria.
Aunque el flujo inversor entre ambos países es notable, el comercial es muy reducido: España ocupa el noveno puesto como destino de las exportaciones venezolanas y como proveedor extranjero, con una presencia cada vez más reducida.
Ello se debe, según Industria, a "la casi segura y completa no disponibilidad de divisas" por parte de los potenciales clientes venezolanos, a lo que se suma la mala gestión de los puertos de entrada a raíz de su nacionalización y "cierto retorno al proteccionismo".
El intercambio de mercancías creció durante los últimos años con un saldo positivo para España, pero en 2013 se empezó a contraer y se volvió deficitario. En 2014 cayó el 21 % interanual y el déficit para España se triplicó.
Ese año las exportaciones españolas fueron de 540 millones, para caer a 360 millones en 2015 y a 219 en 2016, mientras que las importaciones descendieron de 1.324 millones a 822 y 252 millones, respectivamente debido a la disminución de los precios del petróleo (más del 95 % de las compras son de hidrocarburos).
Los fuertes descensos de las exportaciones españolas a Venezuela registradas desde 2013 se han debido, fundamentalmente, al elevado grado de maduración de los proyectos allí desarrollados, al menor volumen de importaciones totales que adquirió el país y, particularmente, a la dramática escasez de divisas disponibles.
Respecto al intercambio de servicios, España vendió a Venezuela por 265,1 millones de euros en 2017 a 772 empresas españolas, dirigidas principalmente al sector empresarial, lo que supone un descenso del 44,5 %.