Las empresas emergentes, dispuestas a romper esquemas en la agricultura
Belén Delgado
Roma, 8 abr (EFECOM).- Ningún sector parece resistirse a las empresas emergentes o “start ups”, decididas a llevar la innovación tecnológica a la agricultura con inversiones que superen los bajos rendimientos y los problemas de sostenibilidad.
The Yield Lab Institute es un acelerador de ese tipo de compañías especializadas en tecnología agrícola y su directora ejecutiva, Connie Bowen, está acostumbrada a estudiar decenas de propuestas de financiación cada semana.
“Este ha sido nuestro primer año de inversión y pronto anunciaremos una nueva fase. Vemos todo tipo de proyectos, desde tecnologías que permitan la producción hasta ingredientes de la comida”, explica a Efe Bowen durante una visita a Roma.
Con préstamos de unos 100.000 dólares de media, el fondo ha puesto la vista en el mercado verde, la agricultura de precisión, el riego y la investigación molecular en Latinoamérica, y espera aterrizar pronto en España y Portugal.
Bowen detalla que, al tener que “devolver beneficios” a los inversores, este año se han centrado en materias primas en Brasil, Argentina y Estados Unidos, aunque en este último país están apostando “mucho más por la diversificación”.
Cómo hacer para contentar al mercado agrícola y al mismo tiempo solucionar algunos de sus problemas tradicionales como el alto impacto ambiental del monocultivo, el uso de pesticidas o las emisiones de carbono supone un ejercicio extra de imaginación para estas nuevas empresas.
“La banca está buscando razones para ser sostenible. A través de los datos se puede hacer que las empresas cumplan los requerimientos y apoyar a aquellas que cuidan el medioambiente”, afirmó en una reciente charla Dan Wolfson, responsable de Analítica de una firma del gigante IBM que brinda información meteorológica a grandes clientes como Google, Yahoo, aseguradoras y aerolíneas.
En agricultura, esos servicios son “básicos” para entender los rendimientos y saber qué hacer, en qué momento y de qué manera, ya sea para cosechar o protegerse de una plaga, apuntó el ingeniero.
En países avanzados y en desarrollo se están ofreciendo soluciones de interconexión digital para el sector, desde drones en Filipinas para reducir los riesgos de desastres naturales y mejorar la adaptación al cambio climático, hasta sensores para aplicar plaguicidas con más precisión en Israel.
En la India se están almacenando datos en nubes con el fin de controlar todas las operaciones de la cadena láctea, mientras que en EEUU supervisan la humedad y la temperatura de los graneros por control remoto para evitar pérdidas.
El pasado mes, más de 1.300 empresas agroalimentarias, innovadores e inversores de todo el mundo se reunieron en San Francisco en una feria dedicada a “convertir la tecnología disruptiva en una estrategia comercial con asociaciones y colaboración”.
Aparte de hablar de robótica e inteligencia artificial, las compañías incipientes y las ya consolidadas encuentran la ocasión en esos foros de conocer las últimas novedades y, por qué no, pactar absorciones.
Según la plataforma digital Agfunder, las “start ups” tecnológicas del negocio agroalimentario recaudaron 16.900 millones de dólares (unos 15.000 millones de euros) en 2018, el 43 % más anual, en línea con el mercado global de capital riesgo.
Las transacciones se incrementaron, sobre todo en las etapas iniciales, en un sector dominado por Estados Unidos y en el que también destacaron China, la India y Brasil.
Más allá del apetito por las tecnológicas y su capacidad de transformar el sector primario, la experta del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) Iride Ceccacci llamó a no olvidar que los beneficiarios finales deben ser “las familias de los pequeños productores”.
El uso de esas empresas ayuda a “construir ecosistemas” e invertir a nivel local, según Ceccacci, que apuntó que, en ese sentido, han ayudado a conectar una compañía con 60.000 agricultores en Turquía y a otra con mil granjas de Ucrania.