Paula Fernández
Lisboa, 2 ago (EFECOM).- Un lustro después de la intervención del Banco Espírito Santo (BES), su heredero, el Novo Banco, no sale de las pérdidas millonarias y precisa inyecciones de capital, mientras prosigue la investigación por las irregularidades que llevaron a la quiebra de una de las joyas de la corona de Portugal.
El 3 agosto de 2014 -domingo, para perturbar lo menos posible a los mercados-, en medio del mayor escándalo financiero de la historia del país y tras presentar casi 3.600 millones en pérdidas, el Banco de Portugal escindió el BES en dos: una parte tóxica y otra con los activos "sanos".
Esta última, en un intento de dejar el pasado atrás, se bautizó como Novo Banco ("Nuevo Banco") y se recapitalizó con 4.900 millones de euros.
Pero ni ese montante ni la transferencia de la mayoría de su capital a manos privadas -el fondo estadounidense Lone Star compró el 75 % en 2017- han conseguido que el banco florezca en los últimos cinco años, en los que ha presentado pérdidas de forma consecutiva.
En 2017, los números rojos llegaron a rozar los 2.300 millones.
Con esta carga a la espalda, el Novo Banco ha tenido que solicitar otras dos inyecciones de capital, de 792 millones en 2018 y de 1.149 este año, parte de las cuales ha salido de préstamos del Tesoro portugués.
Estas inyecciones han sido posibles gracias a un mecanismo incluido en el acuerdo de venta con Lone Star para hacer frente a las pérdidas derivadas de los activos problemáticos de la entidad, que puede pedir hasta un máximo de 3.890 millones en total.
La perspectiva es que siga acercándose a esa cifra máxima, como prevé el Gobierno socialista en su último Programa de Estabilidad, que estima inyectar otros 1.000 millones hasta 2021.
La situación del Novo Banco "parece pesimista", reconoce a
Con todo el capital invertido, el analista considera que no sería "racional" que el Estado se deshiciese de la participación del 25 % que mantiene en el banco, ya que difícilmente conseguiría venderla por un valor superior al inyectado.
"La única posibilidad de recuperar la inversión deberá ser mantener la posición", apuntó Caeiro, para quien uno de los problemas que lastran al banco es el elevado crédito moroso, que cerró 2018 en el 22,4 % del total, muy por encima del valor de mercado (10 %), pese a la "agresiva" política para reducirlo.
El banco ha iniciado la venta de una enorme cartera -unos 3.000 millones de euros- para contribuir a la meta de acercarse al 10 % el próximo año.
Al tiempo que reduce su crédito moroso, la entidad ha ido captando depósitos de clientes, que alcanzaron los 28.350 millones en 2018, lo que permite afirmar que "continúa siendo una gran referencia en el sector bancario en Portugal", según Caeiro, a pesar de que sigue lejos de los números que registraba el BES.
Aun así, las cuentas siguen sin convencer a los diputados lusos, que pidieron el mes pasado una auditoría a la contabilidad antes y después de que el BES fuese intervenido. Sólo el gobernante Partido Socialista votó en contra.
La quiebra del BES está aún bajo investigación. Cuando el escándalo salió a la luz, se supo que el banco había sido utilizado para tapar la crítica situación financiera del Grupo Espírito Santo y acabó por ser arrastrado por la caída de este conglomerado empresarial, uno de los mayores de Portugal.
La investigación busca desvelar los detalles de esa trama de irregularidades, que de momento cuenta con 41 sospechosos formales, uno de ellos el expresidente del BES, Ricardo Salgado.
Para ello han cooperado autoridades de casi una docena de países, entre ellos Brasil, España, Estados Unidos y también Suiza, donde aún se mantiene las pesquisas abiertas ante la falta de respuesta a varias cartas rogatorias de los investigadores.
Esta demora llevó a la Fiscalía lusa a anunciar en julio un nuevo aplazamiento de la fecha límite para cerrar la investigación, que concluirá tres meses después de recibidas las respuestas de Suiza.