Bruselas

La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, ha lucido un vistoso broche dorado de búho durante su primera rueda de prensa de 2020 en Fráncfort. Una forma de enfatizar su intención de mantenerse vigilante ante los riesgos que amenazan el crecimiento en la eurozona. Unos riesgos a la baja que persisten pese a que en las últimas semanas se han reducido gracias a la tregua comercial entre Estados Unidos y China y al acuerdo para un brexit ordenado el próximo 31 de enero.

De momento, el BCE deja sus tipos de interés en mínimos históricos: el tipo general, la facilidad marginal de crédito y la facilidad de depósito se mantienen sin variación en el 0%, el 0,25% y el -0,50%. Es decir, los ahorradores no recibirán ninguna remuneración por sus depósitos y la banca seguirá pagando por aparcar sus fondos en Fráncfort debido a los tipos negativos. Lagarde ha vuelto a insistir que los efectos positivos de los tipos negativos a la hora de estimular el crecimiento y el empleo en la eurozona son superiores a cualquier impacto negativo sobre los bancos.

Además, la banquera francesa mantiene el programa de compra de deuda pública a un ritmo de 20.000 millones de euros al mes y sin caducidad que puso en marcha su antecesor, Mario Draghi, al final de su mandato y que dividió al directorio del BCE como nunca antes. Este paquete de estímulos se mantendrá hasta que la inflación, que en diciembre se situó en el 1,3%, converja hacia el actual objetivo del BCE: un nivel próximo, aunque inferior, al 2%. 

En paralelo, Lagarde ha anunciado la puesta en marcha de una revisión en  profundidad de la estrategia del BCE, la segunda en la historia del banco y la primera desde 2003. Entre las cuestiones que se discutirán en esta revisión se encuentran la definición del objetivo de inflación del BCE, así como los instrumentos de política monetaria para alcanzarlo. Una auditoría que se ha hecho imprescindible debido al prolongado periodo de crecimiento lento y baja inflación que vive la eurozona tras la Gran Recesión.

Preocupa la baja inflación persistente

"La situación ha cambiado por completo respecto a 2003. Durante los 10 primeros años del euro, el objetivo fue luchar contra la inflación, porque la inflación era demasiado alta. La crisis financiera fue el punto de inflexión a partir del cual la inflación empezó a ser demasiado baja", ha explicado Lagarde. 

"Se ha producido una inversión de la situación que requiere que examinemos cuidadosamente la estrategia para ver cómo podemos ser eficaces a la vista del cambio de circunstancias, algunas de las cuales son estructurales y están aquí para quedarse, como el envejecimiento de la población o la baja productividad", sostiene la presidenta del BCE.

Algunos expertos sostienen que un objetivo de inflación superior al 2% señalaría un mayor compromiso del BCE a la hora de revivir los precios. Otros se limitan a pedir un objetivo simétrico del 2% para dejar claro que una inflación demasiado baja es igual de problemática que una inflación alta. La presidenta del BCE ha dejado claro que tiene su propia opinión pero no ha querido desvelarla para no prejuzgar el debate.

Eso sí, Lagarde ha puesto sobre la mesa otros temas prioritarios en la revisión de la estrategia del BCE además del objetivo de inflación. En particular, la política de comunicación y la necesidad de integrar la estabilidad financiera, el empleo y las políticas verdes, en particular la lucha contra el cambio climático, en el trabajo del BCE. El objetivo es que este ejercicio concluya en diciembre de 2020.

Los países con alta deuda como España deben cumplir el déficit

En cuanto a la situación económica, la presidenta del BCE espera que la eurozona siga creciendo este año a ritmo "moderado". La debilidad del comercio mundial y la incertidumbre geopolítica continúan afectando sobre todo al sector industrial y reducen la inversión. Al mismo tiempo, el sector servicios y la construcción resisten, pese a cierta moderación durante la segunda mitad del año pasado.

"La expansión de la eurozona seguirá apuntalada por las favorables condiciones de financiación, el aumento del empleo y la subida de los salarios, la posición presupuestaria ligeramente expansiva de la eurozona en su conjunto y el crecimiento en la actividad mundial", pronostica Lagarde.

"Los riesgos relacionados con factores geopolíticos, el aumento del proteccionismo y las vulnerabilidades en los mercados emergentes siguen inclinados a la baja, pero son ahora menos pronunciados", ha apuntado.

La banquera francesa ha vuelto a insistir en que el BCE no puede hacerlo todo y ha pedido a los Gobiernos de la eurozona que actúen también para sostener el crecimiento. Los países con superávit -como Alemania y Holanda- deben aumentar el gasto público, aunque de momento se resisten.

En contraste, los Estados miembros con alto déficit y deuda, como España o Italia, tienen que acometer "políticas prudentes" y "cumplir los objetivos de ajuste estructural". Un mensaje dirigido, aunque sin nombrarlo directamente, al Gobierno de Pedro Sánchez, que está reclamando más flexibilidad a Bruselas con el fin de acomodar el fuerte incremento del gasto público previsto en el acuerdo de coalición con Podemos.

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