La actual campaña de aceite es un segundo año de travesía en el desierto para la que es la industria agraria emblemática de nuestro país. Con una producción estimada de 850.157 toneladas este año, parece que hay un levísimo respiro: es un 28% superior a la campaña anterior, en la que se rozó el desastre al producir 660.000 toneladas, es decir, menos de la mitad de un año normal.
Es una escasez provocada por la sequía que ha trastocado, al son de la oferta y la demanda, los precios para todos. Desde el consumidor, que ha visto como en diferentes variedades se superaba con holgura los 10 euros el litro, hasta el propio productor: se ha disparado un 54% el precio que recibe con la venta de aceituna en un año.
Así lo recoge los datos del Ministerio de Agricultura relativos a los precios que perciben los agricultores y ganaderos por la venta de los productos que generan. En el desglose queda claro que nadie ha aumentado tanto esas cantidades como los olivareros; en enero ingresaban por la venta de aceituna un 53,8% más que en el mismo mes del año anterior.
La fecha es relevante porque en enero las campañas de la aceituna están en su punto álgido en cuanto a volumen; la mayoría de los productores de las variedades de mayor valor pero menos cantidad, como el virgen extra o el virgen, ya han recogido su fruto y lo que se comercia para entonces es una aceituna clase media: se extrae más aceite de ella porque ha tenido más tiempo de engordar con clima frío, pero su sabor es menos intenso que el que ofrece el aceite producido en noviembre.
Es decir, los compradores saben que lo que adquieren es el grueso de lo que saldrá en esta campaña de la tierra. Su gran oportunidad de llevarse la mayor cantidad disponible, en otras palabras, para atender a una demanda que no se ha resentido tanto como se temía cuando hace dos años la lluvia comenzó a escasear.
Poca rentabilidad
No obstante, ese aumento de precios a pagar al olivarero no se traduce necesariamente en mayores ganancias para el productor.
Sirve de relativamente poco ingresar más por menos producción. Dependerá de cuánto haya mermado su cosecha para comprobar si le salen las cuentas.
También en qué momento del calendario haya decidido vender. Es un juego de azar que se repite cada año; un productor de aceituna puede elegir vender una aceituna con menos jugo pero mayor calidad a partir de octubre -y dar origen así al virgen extra- o puede esperar para vender más aceituna engordada aunque para obtener aceites de menor valor.
Los precios varían en función de qué decisión se tome. Y de acuerdo con los datos del Ministerio de Agricultura, este año han ganado más quienes vendieron en enero que quienes lo hicieron un mes antes. Concretamente, un 11,25% más.
Uva, otro producto por el que se paga más
Junto con la aceituna, el otro producto por el que se paga sensiblemente más que hace un año al agricultor es la uva. Los productos vitivinícolas han aumentado su precio un 18% en el campo si se compara con enero de 2023 y un 16,7% si se compara con el mes anterior.
Además, se revaloriza las hortalizas, cuyo precio sube un 12,34%, los cultivos industriales (+3,66%) y las flores y plantas ornamentales (+0,57%). En el extremo contrario, bajaron los precios percibidos por los cereales hasta un 27,7%, las frutas no cítricas, que caen un 10,77%, y los tubérculos, que bajan un 3,26%.
Ya en lo referido a productos animales, los ganaderos han observado un decrecimiento de lo que se les paga por la leche (-8,11%), los huevos (-2,99%) y la lana (-17,76%).
En cuanto a carne para consumo, la irregularidad es la normal. Han subido los precios de la carne de vacuno (+6,31%), ovino (+11,81%) y conejos (+1,02%), pero han caído los del porcino (-1,59%), las aves (-0,18%) y el caprino (-2,81%).