Los recortes a la pesca europea abren la puerta a la subida de la merluza, el salmonete, la gamba o la cigala
- La Unión Europea importa un 70% del pescado que consume. Las compras a países terceros generan un encarecimiento del 40% en la última década.
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La pesca cierra su último cónclave en Bruselas con un mal sabor de boca que puede llegar hasta el consumidor. Los 27 han acordado reducir los días de trabajo de la pesca de arrastre en el Mediterráneo, que actualmente rondan los 130 al año, y que caerán en el caso de las aguas españolas un 66%.
Es un recorte que podrá compensarse en parte si los pescadores implementan medidas de sostenibilidad adicionales, pero el sector es muy pesimista: subrayan que no todos podrán adaptarse y que, por tanto, muchos verán reducida su pesca en 2025 de especies como merluza, salmonete, gamba roja y blanca o cigala.
¿Consecuencia? Se abre la puerta a encarecimientos en el destino final, el supermercado, dado que para atender la demanda de pescado de los ciudadanos europeos habrá que aumentar la ya abultada cuenta que se paga a países terceros para que nos los suministren, y con las fluctuaciones de precio que éstos impongan.
Es algo que ya han notado los bolsillos durante la última década. En ese tiempo, los precios medios del pescado han aumentado un 40,5% en términos reales, justamente "en línea con el incremento de precios de los productos importados", como explica el último informe anual del Observatorio Europeo del Mercado de los Productos de la Pesca y de la Acuicultura (EUMOFA), publicado la semana pasada.
El estudio admite también que es algo casi inevitable "dado que la UE depende en gran medida de las importaciones" de pescado.
Los 27 apenas logran con capturas y acuicultura un 30% del pescado que demandan sus ciudadanos; el resto debe comprarse a terceros, por lo que los precio que impongan afectan a numerosas especies. Y la cuenta sigue ascendiendo.
Porque el desequilibrio se agranda, al mismo tiempo que la pesca busca nuevas fórmulas para equilibrar su actividad económica con la conservación de las especies y el fondo marino en los temidos cónclaves europeos.
Cada vez menos autosuficientes
De esas citas salen decisiones determinantes para los pescadores, pero también para los consumidores. Un ejemplo: en el caso de la pesca de arrastre en el Mediterráneo, los días para faenar han disminuido un 40% desde 2019. Se persigue garantizar la conservación de las especies, dejando dos posibles finales: o sube el precio del menor género pescado, o se compra más a otros países.
Es una pequeña muestra, pero la reducción es en realidad generalizada, como prueba que la UE sea cada vez menos capaz de producir lo que necesita. La cuota de autosuficiencia de pesca —la capacidad de atender la demanda con la producción propia— ha caído en diez años del 46% al 37,5%, "por la constante reducción de la producción propia".
Así que se recurre cada vez más a importaciones, sobre todo de atún, salmón, camarones, abadejo y bacalao. Estas especies son estrellas: representan el 44% del consumo total de pesca en la UE, aunque solo producimos el 9% de esa cantidad.
Algo mejor es la ratio de la merluza, que tiene una autosuficiencia del 41% que, no obstante, podría verse reducida por las nuevas limitaciones aprobadas esta semana en Bruselas.
Zarandeo de precios
El nuevo acuerdo llega en un contexto de precios al alza. Según el informe, en 2023 los hogares europeos gastaron un 6% más en pescado, hasta alcanzar una factura total de 62.000 millones de euros. España fue el segundo país donde los hogares más gastaron, 11.545 millones (un 6% más de un año para otro), mientras el consumo sigue en declive: desde 2019 ha caído casi un 20%.
Los encarecimientos llegan por muchos motivos. En 2023 el principal culpable fue la inflación, aunque también han empujado en otros años factores como la energía, que repercute en el transporte de estos productos cuando llegan de otros países. Finalmente, la menor disponibilidad mientras la demanda sigue estable tira los valores hacia arriba.
En el caso de España, los incrementos han sido especialmente significativos en el último año en el caso del salmón, cuyo valor por pieza aumentó un 11%, hasta alcanzar los 13,59 euros el kilo.
También ha subido considerablemente la merluza, un 7%, hasta alcanzar su máximo precio en cinco años, 10,41 euros el kilo. La escalada, motivada, según el informe, "por la reducción de la cuota de pesca de merluza en Europa y la menor disponibilidad de importación", ha provocado que su consumo caiga un 5% en 2023.
Las sardinas, tercera especie más consumida por los hogares españoles, se encareció un 7%, hasta los 6,29 euros el kilo. El bacalao, que le sigue en la lista, dio una alegría al bajar un 4% su precio, hasta los 8,2 euros el kilo; su consumo aumentó un 11%.