Durante sus casi ochos al frente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi ha demostrado que puede trabajar a dos ritmos. Si la situación, por su urgencia, lo requiere, 'dispara' de inmediato, sin tiempo que perder. Lo evidenció cuando, horas después de acceder a la presidencia, en noviembre de 2011, no dudó en bajar los tipos de interés, subidos dos veces ese mismo año por su predecesor, Jean-Claude Trichet. Otras veces, sin embargo, y ante la renuencia del Consejo de Gobierno de la entidad, ha maniobrado en dos tiempos, primero anunciando que la institución hará algo pronto y luego tomando la medida concreta más adelante. Ocurrió, por ejemplo, aquel célebre verano de 2012, cuando primero, tras comprometerse a "hacer todo lo que sea necesario para salvar al euro" a finales de julio, anticipó en agosto unas novedades que después vieron la luz, en forma de sus famosas Operaciones Monetarias de Compraventa (OMT, por sus siglas en inglés), en septiembre.
Este jueves, en un nuevo cónclave monetario del BCE, el banquero italiano elegirá de nuevo una de estas vías. Con un matiz, eso sí: se le acaba el tiempo. Su presidencia caduca el 31 de octubre y la de julio es su antepenúltima reunión al mando. Por delante, las del 12 de septiembre y del 24 de octubre. De hecho, esta será la primera cita en la que el BCE se reunirá conociendo el nombre de la persona que sucederá a Draghi en noviembre, que no es otro que el de la francesa Christine Lagarde.
"Draghi debe decidir si activa el 'modo urgencia', para anunciar ya mismo nuevas medidas expansivas, o si se decanta por el 'modo dos tiempos', sembrando ahora el terreno para actuar en la cita de septiembre"
Pero no es solo el calendario el que aprieta. Más problema supone que la situación económica presiona con mayor ahínco, con un crecimiento débil, que a duras penas sobrepasará en la Eurozona el 1% en 2019, y con una inflación declinante, con una tasa interanual del 1,3% en junio y con unas expectativas que dibujan descensos adicionales. Todo ello en un contexto rebosante de incertidumbre, con la guerra comercial y el Brexit duro amenazando de fondo.
Este este escenario, Draghi deberá decidir si activa el 'modo urgencia', para anunciar ya mismo nuevas medidas expansivas, o si se decanta por el 'modo dos tiempos', sembrando ahora el terreno para actuar en la cita de septiembre. La opinión mayoritaria entre los analistas es que elegirá la segunda opción, aunque con el banquero italiano todo es posible. "Por supuesto, podría sorprender actuando ahora, pero ni los datos conocidos desde la reunión de junio ni las declaraciones de los miembros del Consejo de Gobierno sugieren que julio será el mes en el que el BCE se moverá", exponen desde Bank of America-Merrill Lynch.
ACTUARÁ SÍ... O SÍ
De lo que no hay ninguna duda es de que, antes de irse, ahora o en septiembre, Draghi prestará un último servicio a la maltrecha economía de la Eurozona. Lo afirmó con rotundidad en el foro de Sintra, a mediados de junio: "En ausencia de mejoras, de manera que el retorno sostenido de la inflación hacia nuestro objetivo se vea amenazado, hará falta un estímulo adicional".
Tampoco ocultó en qué está pensando. Por un lado, en bajar aún más los tipos de interés. Teniendo en cuenta que los oficiales están en el 0% y los de la facilidad de depósito se encuentran en el -0,40%, cualquier reducción adicional situaría directamente a los primeros en negativo, algo que nunca ha ocurrido, y los segundos escarbarían aún más en su viaje al subsuelo de los tipos negativos. Esta opción ya está más que descontada en el mercado, y así lo reflejan por ejemplo el rendimiento del bono alemán a 10 años, situado en el -0,38%, o el euríbor a un año, por debajo ya del -0,30%.
Por otro, el BCE contempla la posibilidad de retomar las compras netas de activos en el mercado, interrumpidas en diciembre tras haberse gastado 2,6 billones de euros entre 2015 y 2018 en la adquisición de deuda pública y privada.
"Esperamos un cambio en la orientación a futuro ('forward guidance') con tipos de interés oficiales en los niveles actuales o inferiores y una prórroga hasta septiembre o diciembre de 2020, preparando el mercado para una posible reducción de los tipos en septiembre", valora François Rimeau, estrategia senior de la gestora La Française. "No esperamos ninguna acción concreta hasta la reunión de septiembre del BCE, que debería abrir una secuencia de tipos de depósito más bajos seguida por el lanzamiento de un programa de compra de activos al final del año", considera Franck Dixmier, director global de renta fija de Allianz Global Investors. "Creemos que el BCE reducirá los tipos de la facilidad de depósito en septiembre y permanecerá preparado para reanudar las compras de activos en el cuarto trimestre", anticipa Axel Botte, estratega en Ostrum Asset Management.
En toda esta ecuación hay que incluir otros dos ingredientes: la rebaja de los tipos que con toda seguridad la Fed ejecutará la próxima semana y el impacto que puede tener en el euro si el BCE deja las medidas para septiembre. "Es lógico que el BCE avance hacia una política monetaria más acomodaticia, sobre todo porque la institución tratará de evitar una apreciación significativa del euro frente al dólar en caso de que se produzca una reducción de los tipos de interés de la Reserva Federal", apunta Michael Nizard, director de asignación de activos y deuda soberana en Edmond de Rothschild.
CON EFECTOS COLATERALES
Si por sí mismas cualquiera de estas medidas ya sería reseñable, a estas alturas de 'experimento monetario', con los tipos donde están y tras haber comprado tanta deuda, lo más probable es que traigan consigo 'sorpresas' adicionales en caso de ser usadas. Así, si baja más los tipos, lo más seguro es que aplique algún paliativo, en forma de algún grado de segmentación o escalonamiento de los tipos, para que un descenso mayor de los intereses de depósito no castigue tanto a los bancos. Si opta por las compras, después de adquirir tanta deuda y ante el riesgo de drenar la liquidez de este mercado o acaparar un porcentaje demasiado alto de los títulos de un emisor, podría verse obligado a ampliar el abanico de activos para empezar a comprar acciones de compañías cotizadas.
Y aún habrá más. Porque el BCE pondrá en marcha en septiembre la tercera ronda de sus operaciones de financiación bancaria condicionada a que se use ese dinero para dar más créditos (TLTRO III). Y porque en el seno de la institución se ha abierto el debate para dar un tono más simétrico a su objetivo de inflación, de modo que el actual "por debajo, pero cerca, del 2% a medio plazo" se convierta en algo así como "por debajo o por encima, pero cerca, del 2% a medio plazo".