El Banco Central Europeo (BCE) se enfrenta este jueves a la complicada tarea de encontrar un conjuro que ahuyente al fantasma de la inflación que ahora atemoriza al mercado. La institución debe frenar estos miedos que amenazan la frágil recuperación económica de la Eurozona solo con palabras y números, ya que no parece contemplar el recurso a más herramientas de su arsenal.
La próxima reunión del Consejo de Gobierno del BCE tiene el objetivo de seguir dando cuerda a la máquina del tiempo en la que el organismo ha convertido su arsenal, pero dejando claro que no se pasará de rosca. Y para eso dispone todavía de un 47% del volumen total de su Programa de Compras de Emergencia Pandémica (PEPP, por sus siglas en inglés).
Dicho de otro modo, la institución que preside Christine Lagarde tiene por delante el reto de dejar claro que su actual plan de estímulos seguirá funcionando, pero que tanto la inflación como la rentabilidad de los bonos de estados y empresas se mantendrán a raya. Un complejo equilibrio que, sin embargo, es necesario para evitar que descarrile la todavía frágil recuperación económica que el organismo ha contribuido a generar a través de una intervención monetaria sin precedentes.
El umbral del 2%
Aunque el repunte de los rendimientos de los bonos no ha sido a esta orilla del Atlántico tan fuerte como en EEUU, donde la Reserva Federal está ya abierta a permitir tasas de inflación superiores al 2%, sí que se han visto fuertes tirones en algunas referencias. Sin ir más lejos, el bono español a diez años tocó hace solo unos días máximos de los últimos ocho meses y el Tesoro Público se ha tenido que enfrentar con tipos más y más elevados en cada una de sus últimas subastas.
Es por esto por lo que Konstantin Veit, gestor sénior de carteras de Pimco, la mayor firma de inversión en renta fija del mundo, considera que la clave estará en una mayor definición de lo que el BCE entiende por condiciones de financiación “favorables” para la economía. Una coletilla que la institución siempre señala como objetivo de sus herramientas pero cuya “falta de claridad” ha quedado “de manifiesto” ante las últimas oscilaciones del mercado.
No solo flexibilidad
El experto no espera tanta rotundidad como en Japón, donde el banco central ha señalado su objetivo de que el bono a diez años del país ronde el 0%, pero sí que aguarda una mayor concreción en torno a “qué fluctuaciones [...] consideraría aceptables el BCE”. En este tono de discurso, critica que “las recientes y tibias intervenciones verbales de varios miembros [de la institución] no han servido para orientar a los mercados”.
La analista de renta fija Annalisa Piazza, de MFS Investment Management, va más allá al señalar que “en caso de que no proporcione más claridad sobre su objetivo en torno a las condiciones de financiación, los mercados podrían sobrepasarse una vez más, ya que el mantra del BCE para evitar que las condiciones de financiación se endurezcan se percibiría como no creíble”. Esta vez no cree que vaya a ser suficiente con “enfatizar una vez más la flexibilidad del PEPP”.
En cualquier caso, este punto volverá a ser clave tanto en el comunicado oficial del organismo sobre políticas monetarias y en el discurso de ‘madame Lagarde’, según coinciden los expertos. Y para muestra, el BCE ha preparado ya un botón. En la última semana, cuando los tipos de interés repuntaron con fuerza en la Eurozona, la institución aceleró sus compras brutas en el mercado secundario hasta los 18.200 millones de euros.
Desde Monex Europe, la analista Olivia Álvarez considera que el BCE tendrá que abandonar su “posición segura” de la última reunión, cuando bordeó las cuestiones en torno a este punto y “se negó a dar mucha nueva orientación sobre hacia dónde se dirige el ritmo de sus compras de bonos”. Aunque entonces sirvió para esperar a ver el efecto del despliegue de vacunas contra la Covid-19, considera que repetir el guion “dificulta a los mercados evaluar la función de reacción política” de la institución.
Dos preguntas, un conjuro
Los analistas de Bank of America concretan cuáles son las dos preguntas a las que el organismo emisor debe responder de forma “explícita” tras su cónclave de este 11 de marzo. La primera: qué quieren preservar. La segunda: cuáles son los niveles de referencia que en Fráncfort se consideran como “favorables”. Algo que concreta en “proporcionar algo lo más cercano posible a un punto focal que permita a los inversores comprender a qué se enfrentarán en los próximos meses”.
La precisión del conjuro que salga de la boca de Lagarde se vuelve más determinante que otras veces, si cabe. No hay que olvidar que hace justo un año la entonces ‘novata’ presidenta del BCE regaló a los mercados una de sus sesiones más bajistas de su historia.
Entonces aseguró que la brecha de rendimientos entre los bonos soberanos de la Eurozona no entraba en el ámbito de trabajo de la institución. Un año después, el mercado quiere números además de compromisos de San Valentín.