La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE) han asumido que la inflación seguirá siendo elevada, tanto que hasta 2025 no se moderará a niveles cercanos a su objetivo del 2%. Por ello, han advertido de que seguirán elevando los tipos de interés -su principal herramienta para atajar la subida de los precios- a pesar de que los incrementos serán más moderados.
Las últimas reuniones de 2022 de los principales bancos centrales del mundo fueron acompañadas de nuevas perspectivas económicas, tanto de crecimiento como de inflación. En este segundo ámbito, tanto la Fed como el BCE revisaron al alza sus estimaciones para este y los próximos tres años.
Ahora la Fed espera que la inflación en Estados Unidos cierre el ejercicio en el 5,6%, dos décimas por encima de las perspectivas que la Fed publicó en septiembre.
De la misma manera, elevó tres décimas la previsión de inflación de 2023, hasta el 3,1%, y otras dos la de 2024, hasta el 2,5%. Los banqueros centrales esperan que la subida registrada en 2025 sea del 2,1%, entonces solo una décima por encima de la meta contemplada en su mandato.
El banco central estadounidense basa sus previsiones no en el índice de precios al consumo (IPC), sino en otro indicador, el Gasto en Consumo Personal (PCE).
Según los últimos datos disponibles, los correspondientes a octubre, el PCE general se moderó en octubre al 6% en comparación anual -tres décimas menos que en septiembre-, mientras que la tasa subyacente se suavizó al 5%, dos décimas menos que en el mes anterior.
Por su parte, el IPC estadounidense encadenó en noviembre cinco meses consecutivos de moderación, al situarse en el 7,1% en tasa interanual.
¿Recesión?
Así, desde que la inflación alcanzó el 9,1% en junio -niveles no vistos desde 1981-, todos los meses se ha moderado. En julio la tasa se situó en el 8,5%; en agosto, en el 8,3%; en septiembre, en el 8,2%, y en octubre, en el 7,7%.
Los economistas de la gestora Schroders opinan que para reducir la inflación “se necesita una mayor caída de la actividad”. “Esto sigue siendo probable y seguimos pronosticando una recesión en EEUU el año que viene, lo que crearía un entorno en el que sería difícil para la Fed no relajar su política monetaria”.
Sin embargo, la institución ha alejado la posibilidad de una bajada de tipos. Según el dot plot, o diagrama de puntos, solo dos de los 19 participantes en la reunión de la Fed esperan que los tipos se sitúen por debajo del 5% a finales de 2023.
La tasa de inflación interanual de la eurozona también se moderó en noviembre. Lo hizo seis décimas, pero hasta el 10%. La lectura representó el primer signo de moderación en la escalada de los precios iniciada en el verano de 2021 y la mayor corrección a la baja del impulso inflacionista desde agosto de 2020.
Y a pesar de ello, la inflación supera en cinco veces el 2% fijado también por el BCE. Según el instituto emisor, no será también hasta 2025 cuando la inflación se acerque a esa meta, al situarse en el 2,3%.
Antes de eso, espera que la inflación cierre 2022 en el 8,4%, tres décimas más de lo anticipado en septiembre. Para 2023 anticipa que la escalada de los precios sea del 6,3% y que en 2024 se reduzca al 3,4%, ocho décimas y 1,1 puntos respectivamente por encima de las previsiones de hace tres meses.
“El BCE está claramente preocupado por la posibilidad de que la elevada inflación se consolide a través de los efectos secundarios, y la reciente evolución de los salarios probablemente sea una señal de alarma para el organismo presidido por Christine Lagarde”, apuntan los analistas de Federated Hermes.
Los mismos expertos advierten de que la “credibilidad” del BCE está en juego y, en consecuencia, “está decidido a errar por el lado hawkish [duro], a riesgo de exagerar”. Sin embargo, consideran desconcertante que la institución “se haya vuelto más agresiva en un momento en que la economía ya ha entrado en recesión según sus propias previsiones”.
Credibilidad
En la misma línea, Víctor Alvargonzález, director de estrategia y socio fundador de Nextep Finance, explica que “el BCE está aplicando una política ortodoxa a un problema sobre el cual tiene relativamente poca capacidad de control”.
“En realidad, aunque inicialmente la inflación europea fue consecuencia de excesos monetarios y de los cuellos de botella que se produjeron a la salida de la pandemia”, en la actualidad “es una inflación de oferta, es decir, consecuencia de la reducción de oferta de energía y materias primas como consecuencia del efecto rebote de las sanciones a Rusia”, explica el mismo experto.
“Por mucho que suba el coste de las hipotecas o la financiación de las compras a plazo, si volviera a subir el precio del gas y mientras se mantenga la disrupción en la cadena de producción y distribución de alimentos, la inflación seguirá elevada haga lo que haga el BCE”, añade.
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