“Vamos a arreglar nuestras ciudades, reconstruir nuestras autopistas, puentes, túneles, aeropuertos, escuelas y hospitales. Vamos a reconstruir nuestra infraestructura, que, por cierto, será inigualable. Y pondremos millones de personas a trabajar para reconstruir el país”. Esta promesa de Donald Trump tiene muy poco que envidiar al New Deal de Franklin Roosevelt, programa de inversiones públicas que puso en marcha en la década de los treinta para reanimar la economía estadounidense tras el crack del 29.
Los estadounidenses han vuelto a confiar en las políticas económicas de estímulo para salir de una crisis económica y financiera tan profunda como la de entonces. Eso sí, sin hacer mucho caso a las enseñanzas de John Maynard Keynes. Trump ha prometido elevar el gasto público para reconstruir el país pero, al mismo tiempo, pretende reducir los impuestos a las clases medias y, de paso, a los ricos. También pretende hacer una amnistía fiscal para que las grandes tecnológicas repatríen el dinero que tienen repartido por el mundo a EEUU. Y todo ello manteniendo la solidez financiera del país, claro.
Vamos a reconstruir nuestra infraestructura, que, por cierto, será inigualable
Las agencias de calificación han pasado por alto todas estas promesas de Trump, ya que consideran que, sencillamente, no las llevará a cabo. Para Standard & Poor’s, “la falta de experiencia en la función pública eleva la incertidumbre de sus propuestas políticas”. Por su parte, Fitch ha alertado que el impacto a medio plazo de las “políticas económicas y fiscales de Trump será negativa para el riesgo crediticio de EEUU si son implementadas completamente”. Ninguna de las dos agencias ha rebajado el rating del país hasta ver si Trump tiene la decisión y la capacidad para poner en marcha todo lo que prometió durante la campaña política.
Estados Unidos perdió durante la legislatura de Barack Obama el trono de los países con triple A, después de perder esta calificación de S&P. Para que EEUU perdiese la máxima calificación tenía que haber motivos de peso. Y, en efecto, el país tiene una deuda pública que alcanza el 105% del PIB. Esto significa que la situación financiera del país no está como en 1933 cuando Roosevelt llegó a la Casa Blanca. Al contrario, con esta ratio de deuda pública, los déficit pueden pesar mucho sobre la solvencia del país.
Hasta ahora, el Tesoro estadounidense no ha tenido ningún problema para financiarse, ya que la Reserva Federal ha mantenido los tipos de interés en niveles históricamente bajos y ha inundado el mercado de liquidez. Sin embargo, si la inflación se recupera, que es lo que esperan los expertos, la Fed tendrá que aplicar una política monetaria restrictiva y los problemas para acceder a los mercados podrían multiplicarse. Con una deuda pública que supera los 19 billones de euros, cada punto que suban los tipos de interés de la deuda supone un coste extra de 190.000 millones de euros.
Las promesas presupuestarias de Trump “elevarían drásticamente el déficit de EEUU”, alerta el instituto alemán IFO. “Hay un peligro real de que esta política rompa la confianza de los inversores en la solidez de las cuentas públicas estadounidenses”.
En el mercado ya hay evidencias claras de las dudas que tienen los inversores. Las bolsas han reaccionado bien a la victoria de Trump, ya que reflejan el efecto positivo sobre el crecimiento que pueden tener los estímulos, pero los mercados de deuda reflejan ciertas dudas. La rentabilidad de los bonos de largo plazo ha repuntado con fuerza en los últimos días ante la expectativa de que la situación pueda complicarse dentro de unos años. Por ejemplo, la cotización del bono a 30 años ha subido un 12% y está ya por encima del 1,9%, su nivel más alto desde enero.
El techo de deuda
La Administración de Obama estuvo muy cerca de llevar al país al default. No fue porque no pudiera pagar sus deudas, ya que EEUU no ha tenido ningún problema para financiarse y así conseguir dinero. El problema es el techo de deuda. EEUU tiene regulado por ley el nivel máximo de deuda que puede alcanzar y, cuando se llega a este nivel, sencillamente, no se puede contraer más.
Esta situación llevó a Estados Unidos al borde del impago en 2011 y también en 2013. Entonces Obama se encontró con la oposición republicana en el Congreso, que bloqueó elevar el techo de deuda y, así, posponer el problema. Tal fue el problema que se produjo el cierre del Gobierno en esos dos años. El cierre del Gobierno consiste en que se suspenden todos los servicios públicos no esenciales y esos funcionarios son suspendidos de empleo y sueldo hasta que se solucione el problema.
Propongo una reducción de los impuestos sobre la renta para todos los Estados, especialmente para los americanos con ingresos medios
Obama consiguió evitar el default en las dos ocasiones, no sin muchos problemas. Finalmente, en 2015 consiguió arrancar a los republicanos un acuerdo de cierta duración, que le permitiría agotar su mandato sin alcanzar el techo de deuda. El problema es que este nivel se alcanzará en marzo del próximo año, esto es, dos meses después de la investidura de Trump. Esto significa que el presidente electo tendrá que negociar con los miembros de su partido que esta vez sean más tolerantes de lo que lo fueron con Obama. Los republicanos fueron muy críticos entonces con el déficit y el endeudamiento que estaba provocando el presidente demócrata, ¿tendrán esta vez la misma opinión sobre la estabilidad fiscal?