La sesión del miércoles fue una de esas tan extrañas que invitan a pensar que los mercados son un ente perverso e irracional. En la madrugada, a medida que se iban conociendo los buenos resultados del candidato republicano, Donald Trump, los inversores empezaban a entrar en modo pánico. A las 6 de la mañana, hora española, los futuros del Dow Jones cotizaban con un desplome de 800 puntos. Nunca se ha visto una caída de tal calado en el selectivo estadounidense, lo que anticipaba una sesión negra para las bolsas.
La mayor caída que ha registrado hasta ahora el selectivo fue la del 29 de septiembre de 2008, cuando el entonces secretario del Tesoro, Henry Paulson, reconoció que los planes para rescatara a los bancos estadounidenses se paralizaban y pedía un plan de ayudas público. Así de mal veían hoy el horizonte los inversores a medida que Trump se acercaba a la Casa Blanca.
Teniendo en cuenta este escenario, lo que resulta casi increíble es que las bolsas cerraran planas o en positivo al cierre de la sesión. El Ibex cerró con un pequeño descenso del 0,4%, pero otros índices, como el Dax alemán o el Ftse británico o el Cac francés sumaron avances que superaron el 1%. Por su parte, Wall Street giraron a positivo, con ganancias para el Dow Jones, el S&P 500 y el Nasdaq del entorno del 1%.
¿Cómo es posible?
Un giro de esta magnitud es difícil de comprender, pero no imposible. De hecho, la reacción del mercado tiene explicaciones lógicas que llevan a comprender su racionalidad. Conviene recordar que el término tan etéreo de los mercados no es más que muchos inversores que buscan proteger sus ahorros y maximizar su rentabilidad asumiendo el menor riesgo posible.
El giro en las cotizaciones se produjo tras el discurso de Trump en el que celebró su victoria en los comicios. Los inversores temían un mensaje incendiario en contra de su rival en la carrera presidencial, Hillary Clinton, y una crítica a las políticas económicas adoptadas hasta ahora. Sin embargo, su discurso fue muy mesurado, con palabras de agradecimiento a Hillary Clinton y con la mano tendida a ser el presidente de todos los estadounidenses.
Además, hizo hincapié en su intención de reconstruir las infraestructuras estadounidenses, lo que supone poner en marcha una política keynesiana de gasto público que suele agradar a los inversores. Las empresas de infraestructuras y materias primas se vieron especialmente beneficiadas por este mensaje y lideraron el rebote de las bolsas. Es la reedición del New Deal puesta en marcha por un presidente que se parece en muy poco a Franklin Roosvelt.
El cambio de tendencia que marcó el discurso de Trump se consolidó cuando los inversores se dieron cuenta de que el nuevo escenario político de EEUU retrasará la normalización de la política monetaria en EEUU. La Reserva Federal dejó todo preparado en su reunión de la semana pasada para subir los tipos de interés en diciembre y, así, seguir retirando los estímulos excepcionales que tiene todavía el país.
Sin embargo, la victoria de Trump lo cambia todo. Y no solo porque no se sabe qué va a pasar con la independencia de la entidad, ya que el líder republicano ha tenido un discurso muy beligerante con la Fed, sino porque la volatilidad retrase los planes de la institución de retirar los estímulos. Tanto es así que el mercado asignaba hasta ayer más de un 80% de probabilidades de que la Fed subiese los tipos en diciembre y, tras los resultados electorales, este porcentaje ha caído a menos de la mitad.
Los mercados ya han demostrado en innumerables ocasiones durante los últimos años que se mueven al ritmo que marcan los bancos centrales, por lo que tener a la Reserva Federal apoyando con sus estímulos es un factor más que suficiente para hacer subir a las bolsas. Los inversores lo saben y ya desde la mañana del miércoles empezaron a descontar esta situación.
Cuando los ahorradores toman conciencia de que las bolsas pueden subir, simplemente compran y hacen que suban. Esto es lo que ocurrió en la mañana del miércoles y así fue como se cambió el desplome de la madrugada por las subidas de la tarde. Un cambio que, pese a parecer irracional, tiene argumentos lógicos que lo sostienen. Eso sí, no dejan de ser expectativas, pueden estar equivocadas. Si la realidad es diferente y peor de lo que esperan hoy los inversores, la reacción bursátil podría volver a ser negativa.