España conoce bien cuáles son las consecuencias económicas de una guerra civil y del embargo internacional. Las décadas de los cuarenta y los cincuenta atestiguan las penurias que provocan estos dos factores. Muchos españoles huyeron entonces del país y una buena parte de ellos emigró a Cuba. Al contrario que España, la isla vivía en esos años un periodo de bonanza económica en la que el país se recuperaba de la crisis de los años 30 posterior al crac del 29 en Wall Street.
En esos años el PIB per cápita de los dos países estaba en niveles similares, pero mientras en España el crecimiento se había estancado desde el estallido de la Guerra Civil, Cuba vivía un momento de prosperidad económica. El Proyecto Maddison, un ambicioso estudio actualizado en 2013 que realiza estimaciones históricas comparables de la actividad de los distintos países muestra que el PIB per cápita de ambos países estaba en el entorno de los 2.000 dólares internacionales de 1990 (dólar Geary-Khamis) hacia mediados de los cincuenta.
Hacia finales de esa década la brecha entre los dos países empieza a crecer. 1959 es el año clave para ambos: España comienza la fase del aperturismo y reformas que daría como consecuencia el llamado milagro español, mientras en Cuba triunfa la Revolución con la entrada del Che Guevara en La Habana y de Fidel Castro en Santiago de Cuba en enero de ese año. Los datos del Proyecto Maddison muestran que la brecha del PIB per cápita de los dos países se dispara a partir de ese momento y ya no dejará de hacerlo hasta la actualidad. En 1963 el PIB per cápita de España era ya el doble que el de Cuba y en 2008 (último dato disponible para ambos países) era cinco veces superior.
En todo este periodo la isla ha vivido dos fases de expansión de la economía, intercaladas por periodos de largo estancamiento y crisis recurrentes como consecuencia de su escasa diversificación (la principal actividad es la producción de azúcar) y la baja productividad. Todo bajo el yugo del bloqueo estadounidense a la isla, que ahogó cualquier intento de desarrollo. También España padeció los efectos del bloqueo internacional en los años cincuenta y el milagro no fue posible hasta que Estados Unidos y el régimen franquista abrieron las fronteras.
En los últimos años, Castro había cambiado su estrategia económica ante la precaria situación del país, permitiendo cierta apertura a la inversión extranjera y al capitalismo. Sin embargo, en menos de un mes el futuro de la isla ha dado un vuelco debido a la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y la muerte de Fidel Castro. Ambos factores dejan el futuro del país en el aire: ¿será posible continuar con el proceso aperturista?
Revolución o muerte
La Revolución cubana empezó en 1956 con el desembarco del Movimiento 26 de Julio en el sur de la isla. A pesar del crecimiento de la economía en esos años, la situación del campesinado y las clases populares era muy precaria, lo que explica que el Movimiento encontrase respaldo en amplios segmentos de la población. Entre 1950 y 1958 el PIB creció un 3,9% anual de media, según los cálculos de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), sin embargo, la riqueza se concentraba en unas pocas manos, generalmente extranjeras.
Según los cálculos del profesor Carmelo Mesa-Lago, el PIB per cápita apenas aumentó un 1,9% en este periodo, mientras que la alta concentración del ingreso nacional “mantuvo a una gran parte de la población en condiciones de pobreza”. En esa época, en torno al 16% de la población estaba desempleada y un 14% se encontraba subempleada, esto es, trabajaba menos horas de lo que querría. En total, un 30% de la población estaba en una situación muy precaria.
A finales del decenio de 1950, las empresas estadounidenses controlaban el 95% del stock de inversión extranjera
La riqueza que había se concentraba en torno al capital de EEUU. Según la Cepal, “a finales del decenio de 1950, las empresas estadounidenses controlaban el 95% del stock de inversión extranjera”. Además, la economía dependía casi exclusivamente de la producción de azúcar, que generaba el 25% del PIB, el 80% de las exportaciones de bienes y el 20-25% del empleo. “Esta dependencia de la producción azucarera generaba inestabilidad ante las fluctuaciones de precios en el mercado internacional así como por las variaciones en las cuotas de compra en el mercado estadounidense”, señala la Cepal.
En definitiva, antes de la Revolución, Cuba era un país con un nivel de producción similar a su entorno y que también sufría los problemas de desigualdad propios de la región latinoamericana. El PIB per cápita de Cuba antes de la victoria de Castro estaba en línea con el resto de Latinoamérica, pero 40 años después era la mitad. Tomando los cálculos del Proyecto Maddison, el PIB per cápita había aumentado un 56% hasta 2008, mientras que en el conjunto de Latinoamérica había crecido un 136% y el Caribe un 186%, casi cuatro veces más.
Al inicio de la década de los sesenta Castro empezó a expropiar tierras a los latifundistas para repartirlas o entregarlas al pequeño campesinado, pero no consiguió avances en la productividad del campo. La economía de Cuba dependía de la exportación de Cuba, pero desde el primer momento, el régimen tuvo que enfrentarse al bloqueo de Estados Unidos, que culminó en 1961 con el intento de invasión de la Bahía de Cochinos. “Durante el período 1961-1963 se registró un desbordamiento de los desequilibrios macroeconómicos en un adverso contexto internacional, agravado por el establecimiento del bloqueo económico y la invasión de Playa Girón, factores que determinaron un estancamiento del PIB”, explica la Cepal.
Las exportaciones se deprimieron (-10,4% en tres años) y las importaciones se dispararon (+49,5%), lo que provocó que Cuba entrase en un déficit de cuenta corriente que será uno de los mayores problemas del castrismo a partir de entonces. La economía cubana decreció durante el resto de los sesenta. Solo la emigración hizo que el PIB per cápita no se contrajera, sino que se mantuvo estable en el entorno de los 2.000 dólares (medidos en dólares internacionales de 1990). A finales de la década, España producía tres veces más por cada habitante que Cuba.
La ayuda internacional
La economía cubana ha vivido dos periodos de expansión durante el mandato de Castro. El primero se produjo en la década de los setenta y el segundo en los dos mil, y ambos tuvieron una característica común: la ayuda internacional. Primero fue la Unión Soviética y después Venezuela quien contribuyó al crecimiento de la isla.
Cuba entra en la órbita de la URSS tras el intento de invasión de EEUU en 1961, aunque las relaciones comerciales tardarán en concretarse unos años. Castro decide impulsar el sector agrícola, en especial del azúcar, con el objetivo de vender el exceso de producción a Moscú, por lo que inicia un fuerte proceso de inversiones a partir de 1966. La URSS acordó comprar el azúcar a un precio que era más del doble del que había en el mercado, lo que supuso un gran estímulo para la isla. El programa de inversiones apenas tuvo efecto sobre la producción, pero no importó ya que las divisas fluyeron desde Moscú hasta La Habana prácticamente sin interrupción durante 30 años.
“La disposición del mercado socialista, los altos precios del azúcar, los envíos de petróleo soviético barato y las subvenciones y ayudas de la URSS a la economía de Cuba explican el fuerte crecimiento de la renta que se observa a partir de finales de la década de 1970”, explica Antonio Santamaría García en su estudio Las cuentas nacionales de Cuba. El país entró en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (Comecon) en 1972
La enorme ayuda virtualmente gratuita de la URSS fue un factor positivo en el crecimiento, la producción y los servicios sociales que alcanzaron su cenit entre 1985 y 1989
“La enorme ayuda virtualmente gratuita de la URSS fue un factor positivo en el crecimiento, la producción y los servicios sociales que alcanzaron su cenit entre 1985 y 1989”, señala Mesa-Lago. Según sus cálculos, Moscú envió 65.000 millones de dólares entre 1960 y 1960, de los cuales solo el 39% eran préstamos y solo el 0,6% fueron pagados.
En la década de los setenta Cuba también permitió cierta incorporación del mercado en su sistema económico socialista. “Las condiciones económicas de principios de la década de 1970 se debieron también al inicio de un tímido proceso de reformas pragmáticas, similar al que se llevó en la URSS”, indica Santamaría García. La aplicación de estas liberalizadoras se extendió durante tres quinquenios e iban dirigidas a mejorar la productividad y la eficiencia e incluían decisiones como desregularizar los salarios y los precios de las empresas públicas. También se implantó el Mercado Libre Campesino que liberalizaba la formación de precios en el mercado.
Esta época de bonanza de la economía cubana llegó a su fin con el colapso de la Unión Soviética. Según las estimaciones de Mesa-Lago, el PIB del país se desplomó un 35% entre 1989, año de la caída del Muro de Berlín y 1993. En apenas cuatro años se perdieron uno de cada tres euros. Castro ordenó revertir todas las reformas liberalizadoras del mercado y decidió reinstalar un comunismo más ortodoxo con la llamada Rectificación de Errores de 1986. EEUU aprovechó la coyuntura para apretar todavía más a la isla con el bloqueo, lo que terminó por agravar la situación económica en la isla.
Según los cálculos de Mesa-Lago, en 2009 todavía no se había recuperado el nivel de los servicios sociales que Cuba alcanzó hacia finales de los ochenta. Y eso que en la primera década del nuevo siglo la isla encontró un nuevo aliado internacional en Hugo Chávez. Los petrodólares generados por el alto precio del crudo durante esos años produjeron una situación de bonanza en Venezuela que permitió al país ayudar a sus socios. La nueva colaboración internacional llegó en un momento de reformas en el país encaminadas a diversificar la economía, lo que permitió un crecimiento notable a partir del nuevo siglo.
Cuba recibió petróleo a precios preferenciales y desarrolló profundas relaciones comerciales con el país. Antes del ascenso de Chávez al poder, los intercambios entre los dos países no alcanzaban los 100 millones de dólares; sin embargo, en 2012 se había disparado hasta los 6.000 millones de dólares.
Todo fue bien hasta el desplome del precio del crudo a partir de 2013, que inició una grave crisis en Venezuela. La situación se agravó con la muerte de Chávez y Caracas se vio obligada a recortar las ayudas a sus socios. Sin el apoyo venezolano, Castro tuvo un gran incentivo a buscar cierta apertura hacia EEUU en busca de un socio económico.
Desarrollo social
El régimen castrista tuvo desde el inicio un marcado carácter social, con especial atención en la Educación, la Sanidad y el desarrollo de las regiones rurales. La Cepal destaca “el elevado contenido social de la política económica de este período” que “permitió enormes avances en los servicios básicos a la población, así como la formación de recursos laborales con calificación creciente y con posibilidades de empleos”. Cuba era en 2014 el país 67 del ránking de Desarrollo Humano elaborado por las Naciones Unidas, dentro del grupo de "países con alto desarrollo".
Mesa-Lago también reconoce que la evolución de los indicadores sociales durante el mandato de Castro fue “mayormente positiva”. “La Revolución expandió el sistema público nacional de educación gratuito, lo cual mitigó las brechas previas en acceso por zonas urbano-rurales y grupos de ingreso. En 1953 las tasas de alfabetización eran del 76,4%, mientras que en 2006 habían aumentado un 27% hasta el 97,9%. De esta forma, Cuba pasó de ser el segundo país de América Latina por alfabetización al segundo.
El profesor señala que “Cuba tiene probablemente la población más educada en la región, pero la cuantiosa inversión en recursos humanos se pierde en parte, debido a las bajas remuneraciones y la falta de incentivos, que fuerzan a los profesionales a emigrar o abandonar sus trabajos estatales en busca de otros que permitan sobrevivir”.
Cuba tiene probablemente la población más educada en la región, pero la cuantiosa inversión en recursos humanos se pierde, en parte, debido a las bajas remuneraciones y la falta de incentivos
Castro también realizó una importante tarea de expansión de la Sanidad pública y gratuita y prohibió la medicina privada. El número de hospitales en la zona rural se elevó de uno a 62, el número de médicos se multiplicó por seis y el número de camas hospitalarias creció más de un 20%. La mejora del sistema redundó en un incremento de la esperanza de vida al nacer de un 22% hasta 2007, lo que permitió a Cuba pasar del cuarto al tercer puesto de la región.
La política social ha marcado siempre el mandato de Castro, sin embargo, conviene señalar que en la década de los cincuenta ya estaba entre los primeros países de la región. Además, las mejoras sociales estuvieron claramente influidas por la evolución económica del país, lo que redujo la mayor parte de los avances al periodo de ayudas de la Unión Soviética. En 1978, 20 años después de la victoria de la Revolución, Humberto Pérez, presidente de la Junta Central de Planificación, reconoció que “no hemos alcanzado el ritmo promedio de crecimiento que nos permita salir del subdesarrollo, ni hemos logrado superar la deformación estructural que heredamos del capitalismo”.
Como ocurre en cualquier país, para generar desarrollo social es imprescindible conseguir crecimiento económico. Cuba lo logró gracias a las ayudas de Moscú, lo que llevó a los indicadores de Educación y Sanidad a sus niveles más altos a finales de los ochenta. Desde entonces apenas han mejorado, debido principalmente al descenso de recursos durante los años noventa. En este periodo, la región Latinoamericana sí consiguió importantes mejoras sociales, espoleadas en gran medida por el fuerte incremento de los precios de las materias primas hasta 2013.