En agosto de 2014, la confianza de los empresarios alemanes cayó con fuerza, se conoció que la economía de Alemanía se había contraído un 0,1% entre abril y junio con respecto al trimestre anterior y el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, aprovechó su participación en el simposio de Jackson Hole para preparar el camino hacia el lanzamiento de un auténtico programa de expansión cuantitativa (QE) en la Eurozona, que terminó anunciándose en enero de 2015. 

Cinco años después, de nuevo en agosto, la confianza de los empresarios alemanes vuelve a flaquear y el Producto Interior Bruto (PIB) alemán ha vuelto a contraerse un 0,1% en el segundo trimestre con respecto al anterior. A la secuencia, conocida, le queda un componente, el del BCE. Pero aquí sí habrá una diferencia: esta vez no harán falta meses para ver actuaciones rotundas por parte de la entidad. Lo hará en un par de semanas, en la reunión de política monetaria del 12 de septiembre, porque si en julio ya manifestó su intención de reforzar el carácter expansivo de su estrategia, ahora, tras los últimos datos conocidos en Alemania, la urgencia se dispara. 

A diferencia del verano de 2014, cuando el banquero italiano acababa de 'estrenar' los tipos negativos en la facilidad de depósito y todavía tenía que arrancar un consenso suficiente del Consejo de Gobierno de la institución para poner en marcha el QE, la maquinaria está actualmente totalmente engrasada tras más de cinco años de tipos negativos en la facilidad de depósito y tras los 2,6 billones de euros dedicados a las compras netas de deuda pública y privada entre 2015 y finales de 2018. Vamos, que se trata de darle de nuevo a un 'botón' ya pulsado antes

DE LO MONETARIO...

Y lo pulsará, sin duda, el próximo mes, parapetado en unas revisadas previsiones económicas que reflejarán el cada vez más evidente enfriamiento de la economía de la región y que posiblemente reducirán el crecimiento del 1,2% que el BCE preveía en junio para 2019. Con Alemania, que representa cerca del 30% del PIB de la Eurozona, contrayéndose, acercándose a la recesión tras seis años y sufriendo la incertidumbre que genera la guerra comercial y con Italia, que supone el 15% del PIB de la Europa del euro, creciendo entre poco y nada y atravesando otra de sus periódicas crisis políticas, el BCE tendrá que remangarse otra vez. "Debemos actuar no agresivamente, sino con mucha determinación", aseguró este martes el vicepresidente de la entidad, Luis de Guindos, para dejar claras sus intenciones. 

¿Qué se espera? Como poco, que baje más los tipos, con lo que los oficiales, que están en el 0%, se situarán directamente en terreno negativo, y con lo que los de la facilidad de depósito, que se encuentran en el -0,40%, pasarán al -0,50% o el -0,60%. Si la entidad estima que la urgencia requiere medidas más contundentes, reactivará las compras netas de activos en el mercado, con la incógnita de saber si sumará nuevos tipos de títulos al abanico de deuda soberana y de agencias públicas, deuda corporativa, cédulas hipotecarias y titulizaciones que ya manejó antes en su Programa de Compras de Activos (APP, por sus siglas en inglés). 

En el mercado cada vez está más extendida la idea de que la entidad sí entenderá que la situación es urgente. "El BCE optará en septiembre por una pequeña expansión cuantitativa adicional (25.000-30.000 millones de euros al mes por seis meses), permitiéndose así seguir cumpliendo con sus límites, además de un recorte adicional de 10 puntos básicos en la tasa de depósitos", prevé el economista jefe de Axa IM, Gilles Moëc. 

Estas nuevas medidas, y otras que pueda anunciar relativas a la orientación sobre los tipos de interés ('forward guidance'), reforzarán a su vez la nueva ronda de financiación bancaria (TLTRO III) que el BCE pondrá en marcha en septiembre para tratar de impulsar más el crédito en la Eurozona. 

¿...A LO FISCAL? 

Ahora bien, más allá del asombro que estos anuncios suelen generar, la auténtica clave es si estas nuevas medidas funcionarán. Es decir, si generarán crecimiento y fabricarán inflación. Y las dudas crecen porque son, precisamente, más de lo mismo que se ha venido haciendo en los últimos años y cuyo efecto se ha disipando con el tiempo. "No creemos que estos estímulos vayan a impulsar mucho el crecimiento", advierte Gilles Moëc.

"El Bundesbank, por si acaso, aclara que no ve necesarios los estímulos fiscales. Vamos, que en todo caso el 'partido' se debe seguir jugando en Fráncfort. Pero cada vez son más los que miran a Berlín"

Estos recelos descansan en la percepción de que la política monetaria ha agotado, o casi, su arsenal, algo que resta efectividad a sus estímulos y que obliga a activar otras palancas. "Dados los bajos tipos de interés vigentes, los bancos centrales y los responsables políticos de todo el mundo están buscando nuevas herramientas que puedan usar durante la próxima recesión económica", expone Stefan Hofrichter, economista global de Allianz Global Investors.

Esa búsqueda provoca que esta vez las miradas, además de dirigirse a Fráncfort, donde el BCE tiene su cuartel general, apunten hacia Berlín, para saber si el gobierno alemán está dispuesto a proporcionar estímulos fiscales con los que apuntalar los monetarios dado el frenazo de su economía. Con un superávit fiscal del 1,7% del PIB en 2018 y una deuda pública del 60%, Alemania cuenta con un margen superior al de otros países de la Eurozona para aplicar políticas fiscales expansivas y cada vez recibe más llamamientos para que lo haga. 

En Berlín, de hecho, son muy conscientes de ello. Según publicó 'Der Spiegel' a mediados de agosto, el Gobierno de coalición comandado por la canciller Angela Merkel y conformado por los conservadores de la CDU y los socialdemócratas del SPD está trabajando ya en estos estímulos ante la acusada debilidad de la economia. Eso sí, el Bundesbank -banco central alemán- acudió rápido al quite para matizar que por ahora no ve necesario aplicar estímulos fiscales y que conviene preservar la estabilidad fiscal. A su juicio, por el momento, el partido se debe seguir jugando en Fráncfort. Pero cada vez son más los que están pendientes de Berlín.  

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