La propuesta de Ursula von der Leyen de crear un fondo de reconstrucción de 750.000 millones de euros para salir al rescate de Italia y España, los países más golpeados por la crisis del coronavirus, supone un gran salto adelante para la integración europea.
Por primera vez, Bruselas va a emitir deuda a gran escala en los mercados para financiar este nuevo instrumento, que estará garantizada por el presupuesto plurianual de la UE. Una mutualización de riesgos que ha gustado en Madrid y Roma, pero que todavía suscita rechazo en los países nórdicos.
Aunque la deuda sea muy a largo plazo (con vencimiento a 30 años), al final deberá devolverse a los inversores. ¿Cómo hacerlo sin enfurecer todavía más a Países Bajos, Austria, Dinamarca y Suecia, el autodenominado 'club de los frugales'? La solución que propone la presidenta de la Comisión es crear una nueva cesta de impuestos de la UE, cuya principal novedad sería una eurotasa a las multinacionales por los beneficios que obtienen de operar sin fronteras en el mercado único.
"Es justo que las empresas que utilizan los beneficios del mercado interior -y sólo lo pueden hacer aquellas con un volumen de negocios importante- contribuyan con una tasa que será relativamente pequeña", ha explicado en rueda de prensa el comisario de Presupuestos, el austríaco Johannes Hahn.
Bruselas calcula que con esta tasa podría llegar a recaudar alrededor de 10.000 millones de euros al año. "Las empresas que obtienen enormes beneficios del mercado interior de la UE y que sobrevivirán a la crisis, también gracias a la ayuda directa e indirecta nacional y de la UE, podrían contribuir a reconstruirlo durante la fase de recuperación", señala la propuesta de la Comisión.
Una cesta de impuestos de la UE
Es decir, la eurotasa afectará a compañías de todos los sectores y el principal criterio será el tamaño. Pero de momento Bruselas no da más información sobre umbrales ni tipos, más allá de su objetivo de recaudación. Sólo aclara que sustituye a su plan anterior de armonizar la base del impuesto de sociedades, que se ha demostrado imposible por las diferencias insalvables entre los Estados miembros.
Otro nuevo impuesto de la UE que plantea Bruselas es una tasa al carbono en frontera. Se trataría de una especie de arancel que se aplicaría a los productos procedentes de países terceros que no respetan el Acuerdo de París de lucha contra el cambio climático. El objetivo es garantizar que las empresas europeas puedan competir en igualdad de condiciones y evitar deslocalizaciones. La Comisión prevé que genere fondos de entre 5.000 y 14.000 millones de euros.
También en el área medioambiental, von der Leyen quiere que los Estados miembros destinen a la UE parte de los ingresos que obtienen del sistema de comercio de emisiones de CO2. Por ejemplo, el dinero extra que resulte de extenderlo a los sectores de la aviación y la navegación. En total, 10.000 millones de euros, según los cálculos de Bruselas.
En cuarto lugar, Bruselas apuesta por poner en marcha una tasa digital para las plataformas como Google o Facebook con un volumen de negocios superior a los 750 millones de euros. Una propuesta que ya puso sobre la mesa hace un par de años y que no ha logrado el apoyo unánime de los Estados miembros, aunque el Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido ponerla en marcha por su cuenta. Los ingresos previstos: 1.300 millones al año.
Finalmente, la Comisión quiere introducir una tasa de 80 céntimos por cada kilo de plástico no reciclado cuya recaudación iría también para la UE: unos 6.000 millones de euros al año. Esta cesta alcanzaría para financiar la deuda emitida para el fondo de reconstrucción, según los cálculos de Bruselas.
La posibilidad de crear impuestos de la UE para financiar el presupuesto comunitario ha sido rechazada hasta ahora por los Estados miembros, que no quieren ceder competencias a Bruselas en materia recaudatoria. ¿Lo cambiará todo la magnitud sin precedentes de la crisis del Covid?