Pedro Sánchez muestra una y otra vez dos caras opuestas en su discurso. Por un lado deja entrever que se avecina una reforma fiscal “por justicia social” y, por el otro, incita a los ciudadanos a elevar el consumo “porque una vez que tenemos el virus controlado hay que reactivar la economía”.
En realidad ambas caras son reflejo de las consecuencias de la hibernación a la que se ha sometido a la economía. Una vez que se pulsó el botón de apagar, y se dejó al ralentí, ahora se pretende pulsar el de encendido y que todo vuelva a la normalidad. Eso es algo improbable e impacta directamente en la evolución del PIB y en la recaudación del Estado.
No se puede olvidar que la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) estima una caída de ingresos de unos 40.000 millones de euros este año.
Aunque es cierto que los datos mejoran, no lo hacen tanto como para apagar la luz roja que indica que hay que entrar a talleres y tomar medidas. A falta de conocer las cifras tras la apertura total de la economía, el informe de gasto con tarjeta presencial que elabora el BBVA es claro: entre abril y julio cayó un 18% respecto al año pasado. Y eso que en términos semanales ya estamos en niveles preCovid-19.
No parece, por tanto, que en el ánimo de los españoles esté consumir. Eso es preocupante porque supone un freno a la evolución del PIB, a los sectores de consumo y, sobre todo, a los que deberían tirar en verano de la economía: el ocio, el turismo y el transporte que están todavía en terreno negativo, según el informe que elabora el BBVA. Todo ello por no hablar del dinero que deja de recaudar el Estado.
¿En dónde se gasta el dinero entonces? Básicamente en alimentación, equipamiento del hogar, moda y salud. Son los que más crecieron la semana pasada, y los que están tirando en este momento del consumo. Sin embargo, el principal motor económico de España (el turismo) sigue lastrado y las perspectivas que maneja el sector no son precisamente optimistas de cara a los próximos meses.
La explicación del freno en el gasto es sencilla. El efecto Covid-19, la incertidumbre sobre su evolución, las dudas sobre el empleo (con casi 2 millones de personas en ERTE) y tras una hibernación económica, han provocado cambios en la forma de gastar de los ciudadanos. El 33% de los españoles reconoce que gasta menos que antes del confinamiento, y el 44% dice que está ahorrando más dinero, según una encuesta elaborada a nivel europeo por ING.
La recaudación
El Fondo Monetario Internacional lo destacaba hace unos días, y lo dicen también los datos del Banco de España. Los depósitos entre febrero y mayo se incrementaron en 30.200 millones de euros, una situación que contrasta con la crisis de 2008, cuando la alegría en el gasto fue uno de los principales problemas de la economía española.
Esa probable caída del consumo es lo que preocupa a Sánchez, y es por ello por lo que insiste una y otra vez en que es necesario consumir para reactivar la economía. Pero pisado el freno, volver a acelerar resulta complicado y más con unas previsiones de pérdidas de empleo y de caída del PIB nunca vistas.
La situación no es exclusiva de España. Ocurre lo mismo en otros países europeos, en donde las políticas están orientadas a impulsar el gasto de los consumidores y a recortar impuestos. Sin embargo, aquí el impulso fiscal hasta junio (con datos del Fondo Monetario Internacional) es del 3,4% del PIB. Muy alejado del 9,4% de Alemania.
No sólo eso. Es que la canciller Merkel ha anunciado (entre otras medidas) que reducirá el IVA en el segundo semestre del año para incentivar el consumo, pero también para no ahogar a los consumidores. Algo que, en este momento, no está en los planes del Gobierno de Pedro Sánchez. Más bien todo lo contrario.
Esta misma semana eludía el Presidente contestar a Ferreras si iba a subir el IVA o si tenía pensado incrementar los impuestos a las clases medias. Sólo dejó claro que la reforma fiscal que se va a llevar a cabo se hará por “justicia social” para financiar los servicios públicos.
¿A quién afectará? A grandes empresas, grandes fortunas y patrimonios. Sin embargo, como decía el columnista de Invertia Daniel Lacalle este fin de semana, no parece lógico asfixiar a las empresas en un momento en el que han desaparecido cerca de 40.000 en sólo dos meses.
Los ricos
Tampoco será un éxito incrementar el IRPF a los 121.000 ricos, porque sólo se recaudarán 520 millones de euros. Y menos todavía lo tendrá gravar el patrimonio, porque saldrá volando de España (si no lo ha hecho ya).
Ahí está la gran incógnita del plan de Sánchez. Su objetivo es incentivar para incrementar el gasto, que los negocios funcionen y, de paso, incrementar la recaudación de IVA y Sociedades. Pero no va a ser así a la vista de los datos ya comentados de recaudación. Por tanto, para intentar paliarlo ya avisa de que subirá los impuestos, algo que recortará la capacidad de compra de los ciudadanos.
Lo sabe el Presidente, que también es consciente de que -pese a sus anuncios de subida impositiva a los ricos- la principal baza de recaudación es subir el IVA. Eso es algo que ha dicho también el Banco de España. Retocar los tipos y reordenar los productos que se engloban en el superreducido y el reducido.
¿Quién va a pagar entonces? Los de siempre, usted y yo. Las clases medias, que verán también cómo se tocan las cotizaciones sociales porque hay que blindar las pensiones públicas.
El sudoku no es sencillo, pero la encrucijada de Sánchez tampoco. Ahora, además, se enfrenta a su momento más crítico: negociar los 140.000 millones de ayudas de Bruselas cuyas condiciones se desconocen por ahora. ¿Serán gratis como se empeña en decir el Gobierno? No lo parece.
La subida de impuestos está aquí, y no duden de que aunque sea por “justicia social” la pagaremos entre todos.