El multilateralismo y la época dorada de los acuerdos comerciales de los tiempos de Barack Obama tendrán que esperar al menos otros cuatro años más. Este martes Donald Trump y Joe Biden miden fuerzas en unas elecciones en las que, al menos desde el punto de la economía internacional, no hay demasiadas diferencias.
Nacionalismo económico, creación de empleo, fiscalización a las grandes corporaciones tecnológicas, apoyo a las clases trabajadoras y a las pymes y defensa de las empresas estadounidenses en el extrajero. El programa del candidato del Partido Demócrata a la Casa Blanca es muy similar a lo que ha puesto en marcha Donald Trump durante sus cuatro años en Washington.
Quizás lo ejecutará con menos beligerancia que su rival y sin tanto ruido mediático, especialmente en el plano internacional, pero no será por ello menos proteccionista. De hecho, y pese a que Biden históricamente se ha posicionado en contra de las guerras comerciales iniciadas en la era Trump y cree que las reglas de la economía internacional se deben establecer en torno a Estados Unidos, ha ocultado totalmente esta faceta más progresista en su campaña.
Los recientes discursos demuestran que el 'made in América' (hecho en América) y el 'buy American' (compra americano) de Biden no está tan lejos del criticado 'America first' (primero América) de Trump. En campaña, los dos han apostado por fortalecer el comercio interno, la producción de bienes dentro de Estados Unidos y reducir al mínimo la dependencia de mercados internacionales como China o Europa.
El impacto del coronavirus, sumado a una calculada estrategia electoral para recuperar el voto del centro (que impulsó a Trump en 2016), ha alejado totalmente a Biden de su época como vicepresidente de Obama, un periodo en que se reforzaron las relaciones comerciales con la Unión Europea y se mantuvo una razonable tranquilidad con China.
Lucha tecnológica
Precisamente, uno de los caballos de batalla del candidato demócrata es el desabastecimiento de productos sanitarios básicos durante la pandemia. Biden culpa a Trump de mala planificación y de una excesiva dependencia de China, algo sorprendente si consideramos que el actual inquilino de la Casa Blanca lleva los últimos dos años reivindicando una lucha comercial contra el país asiático.
Biden también tiene un claro posicionamiento tecnológico. El demócrata propone una inversión de 300.000 millones de dólares en investigación y tecnología, avanzar en el despliegue del 5G y en coches eléctricos. También propone 400.000 millones en ayudas para comprar productos fabricados en Estados Unidos.
El 5G y la tecnología han sido dos caballos de batalla de Trump en la guerra comercial. El republicano sostiene que China espía a través de las redes de telecomunicaciones y los móviles de sus grandes compañías como Huawei y ZTE y para ello ha incluido a la primera en su lista negra comercial.
No obstante, en el fondo está la lucha por el control de la digitalización del mundo, donde las empresas de Estados Unidos están perdiendo el tren frente a las chinas en el resto de América y en Europa. De hecho, Estados Unidos ha aplicado sucesivamente aranceles a productos chinos para poner barreras de entrada a su mercado local, incluido un 15% para productos tecnológicos.
Es probable que Biden no sea tan beligerante en pedir expresamente a los gobiernos del todo el mundo que veten la tecnología 5G de Huawei, pero no es menos cierto que su apoyo a las empresas de Estados Unidos fuera de sus fronteras será similar al puesto en marcha por Trump.
Batalla con Europa
De hecho, en campaña ha sido calculadamente poco claro en el tema y solo se ha limitado a señalar que Estados Unidos necesita "nuevas reglas" y "nuevos procesos" para dictar relaciones comerciales con países extranjeros.
Esta situación también se podría aplicar a Europa. Hace dos semanas la OMC autorizó a la UE a imponer aranceles sobre productos procedentes de Estados Unidos por un valor tope anual de 3.400 millones de euros, como compensación por las subvenciones recibidas por Boeing.
El año pasado la propia OMC autorizó a Estados Unidos a imponer aranceles por un valor total de 6.400 millones de euros a productos importados de Europa como represalia por las ayudas a Airbus. Una guerra comercial impulsada por Trump que además se ha extendido a las empresas tecnológicas.
El republicano ha amenazado a diferentes países europeos, entre los que se encuentra España, con más aranceles si es que se aplica la tasa a los gigantes digitales de EEUU como Apple, Amazon, Google o Facebook. Ya aplicó -aunque luego los suspendió- 1.150 millones de euros a Francia por este concepto. ¿Seguirá Biden con esta guerra? Al igual que el caso chino, ha pasado de puntillas por el tema, siempre limitándose a confirmar que Estados Unidos será la prioridad.
Paradójicamente los dos candidatos defienden un mayor control legal sobre los monopolios de Google, Facebook, Apple y Amazon. De hecho, Trump ya activó una investigación contra la primera de estas compañías, una demanda que también existe dentro de las huestes demócratas.
Creación de empleo
En cualquier caso, todo el arsenal económico de los dos candidatos está totalmente centrado en intentar reconstruir al país del desastre financiero y social del coronavirus. Se enfrenta el "Building back better" (Construyendo mejor) de Biden con el"Together, we are rebuilding our nation" (Juntos, reconstruiremos nuestra nación) de Trump. Y ninguno es muy distinto del "Make America great again" con el que el republicano derrotó a Hillary Clinton hace cuatro años.
El programa de Biden promete "un contrato social actualizado" que trata a los trabajadores estadounidenses y a las familias trabajadoras como algo esencial en todo momento, "no solo en tiempos de crisis, con salarios más altos, beneficios más sólidos y lugares de trabajo justos y seguros". Biden asegura que podría crear cinco millones de empleos en manufacturas e innovación.
Por su parte, el objetivo de Trump es volver a la senda del crecimiento de la creación de empleo. La economía de EEUU creó unos 6,6 millones de empleos durante los primeros tres años de su presidencia, un alza frenada por el coronavirus. De hecho, actualmente 3,8 millones de empleos habrían desaparecido para siempre de la economía americana.
Los grandes datos macroeconómicos avalaron a Trump hasta el comienzo de la pandemia. El PIB creció un 2,9% en 2018 y un 2,2% en 2019. Del mismo modo, el paro se situó durante todo su mandato en el 3,5%, prácticamente con pleno empleo. Durante la pandemia, el PIB se hundió el 31,4%, pero rebotó un 33,1% en el tercer trimestre. El paro cerró septiembre en el 7,9%.
En este sentido, Trump puede presumir de que la recuperación económica está en marcha, ante lo que Biden solo puede decir que realizará esta reconstrucción centrándose en las personas, en la clase trabajadora y en las pequeñas empresas. Es en este punto donde se producen las mayores diferencias económicas entre los dos candidatos.
Rebaja de impuestos
Una de las grandes políticas de Trump durante sus años de mandato ha sido la rebaja de impuestos. En la propuesta de Presupuestos de febrero de este año, avanzó que se extenderá la reforma fiscal sobre rentas de las personas, incluida en la Ley de Empleos y Reducción de Impuestos, que expirará en 2025.
Esta legislación implica, entre otros aspectos, la rebaja del impuesto que pagan las empresas del 35% al 21% y en menor medida para los trabajadores. Unas reformas que para Biden se traducen en "enormes recortes de impuestos a las multinacionales más grandes sin ningún requisito de que inviertan en Estados Unidos o favorezcan los empleos estadounidenses sobre la deslocalización".
Otra de las diferencias entre los dos candidatos es el Green New Deal. Trump parte de la base de que el cambio climático no existe y, por tanto, no tiene ninguna política verde en su programa electoral. En cambio, Biden -presionado por sectores más progresistas de su alianza liderados por Bernie Sanders- apuesta por una reconstrucción 'verde'.
"Si podemos aprovechar toda nuestra energía y talentos, y la inigualable innovación estadounidense, podemos convertir esta amenaza en una oportunidad para revitalizar el sector energético de los Estados Unidos e impulsar el crecimiento de toda la economía", indica en su programa.