El Banco Central Europeo (BCE) adopta una posición de firmeza máxima contra la inflación. El Consejo de Gobierno ha aprobado este jueves una subida de tipos sin precedentes de 0,75 puntos en un intento de poner coto a la subida de precios desbocada que sufre la eurozona, impulsada por el encarecimiento de la energía y los alimentos. Un incremento que se suma al primer movimiento de 0,5 que se aprobó en julio.
"El Consejo de Gobierno ha adoptado la decisión de hoy, y espera volver a subir los tipos de interés, porque la inflación sigue siendo excesivamente elevada y es probable que se mantenga por encima del objetivo durante un período prolongado", señala el comunicado hecho público al término de la reunión. El IPC de la eurozona volvió a marcar un máximo histórico del 9,1% en agosto, cifra que más que cuadriplica la meta del 2% del BCE.
Con esta decisión, el tipo de interés general sube de golpe del 0,5% al 1,25%, su nivel más alto en 11 años. La facilidad marginal de crédito (lo que pagan los bancos por la financiación a un día) aumenta al 1,5%; mientras que la facilidad de depósito (la remuneración de los bancos por aparcar su dinero en Fráncfort) se incrementa del 0% al 0,75%.
En su comunicado, el Consejo de Gobierno anuncia que "espera incrementar los tipos de interés en las próximas reuniones para moderar la demanda y proteger frente al riesgo de un aumento persistente de las perspectivas de inflación". Sin embargo, no adelanta si habrá nuevas subidas de 0,75 puntos o si se moderará el ritmo. Las decisiones futuras dependerán de los últimos datos disponibles.
De cara al futuro, los expertos del BCE han revisado significativamente al alza sus proyecciones de inflación y ahora esperan que se sitúe, en promedio, en el 8,1% en 2022, el 5,5% en 2023 y el 2,3% en 2024.
[La inflación vuelve a marcar otro récord del 9,1% en la eurozona, con España en el grupo de cabeza]
El movimiento del BCE para enfriar la economía -cuyo impacto más inmediato será un encarecimiento de hipotecas y créditos- agrava el riesgo de recesión que sufre el continente por el impacto de la guerra en Ucrania y la crisis energética por el "chantaje" de Vladímir Putin. "La incertidumbre sigue siendo excepcionalmente alta y el riesgo de recesión está aumentando", ha dicho esta semana el comisario de Asuntos Económicos, Paolo Gentiloni.
El propio BCE admite que los últimos datos apuntan a una desaceleración sustancial del crecimiento de la zona del euro. "Se espera un estancamiento de la economía durante los últimos meses del año y en el primer trimestre de 2023" debido al impacto de la inflación sobre el poder adquisitivo de los ciudadanos y a la guerra en Ucrania. Sus expertos han empeorado notablemente sus previsiones y esperan ahora que el crecimiento sea del 3,1% en 2022, el 0,9% 2023 y el 1,9% en 2024.
Pese a ello, al final se han impuesto las tesis de los 'halcones' del BCE (Alemania, Austria, Holanda y los bálticos). Los banqueros centrales de estos países llevan semanas reclamando una acción contundente ahora para poner coto al descontrol de precios, aunque se corra el peligro de asfixiar el crecimiento o aumentar el paro. Actuar demasiado tarde empeorará la situación y obligará a tomar medidas mucho más dolorosas en el futuro, sostienen.
Vigilar la prima de riesgo
En contraste, las 'palomas' del BCE -como su economista jefe, el irlandés Philip Lane- reclamaban cautela con el argumento de que una fuerte subida de tipos dañaría todavía más la actividad. Al final han perdido la batalla.
En todo caso, el BCE reitera que usará la reinversión de la deuda adquirida en el marco del programa de emergencia contra la pandemia (PEPP, por sus siglas en inglés) que llegue a vencimiento para mantener bajo control la prima de riesgo de los países más endeudados, como Italia o España.
El Consejo de Gobierno señala además que está dispuesto a utilizar su nuevo escudo anticrisis (que se denomina Instrumento para la Protección de la Transmisión) "para contrarrestar dinámicas de mercado no deseadas o desordenadas que constituyan una seria amenaza para la transmisión de la política monetaria a todos los países de la zona del euro".
El BCE se ha visto forzado a actuar de forma contundente porque la subida de precios todavía no da signos de haber tocado techo en la eurozona. La inflación anual se disparó hasta el 9,1% durante el mes de agosto, dos décimas más que en julio. Un nuevo récord histórico desde la creación de la moneda única que más que cuadriplica el objetivo del 2% del BCE.
Por su parte, la inflación subyacente (que excluye los componentes más volátiles como son la energía, alimentos no procesados, alcohol y tabaco) también ha aumentado desde el 4% en julio al 4,3% en agosto.
Entre los grandes países de la eurozona, España es el que tiene una inflación más alta (10,3%), pese a la ligera bajada de cuatro décimas respecto a julio. En contraste, la inflación sigue subiendo en Italia (del 8,4% en julio al 9% en agosto) y en Alemania (del 8,5% al 8,8%). Francia es ahora mismo el Estado miembro con una inflación más baja (6,5%).
En su decisión de subir los tipos, el BCE también ha tenido en cuenta la resiliencia del mercado laboral en la eurozona en plena crisis energética. La tasa de paro se redujo el pasado mes de julio hasta el 6,6%, su nivel más bajo desde que empezó la serie histórica en 1998. Pero España lidera la clasificación con un desempleo del 12,6%, una cifra que prácticamente duplica la media comunitaria.
Por otro lado, el producto interior bruto (PIB) de la eurozona todavía creció a un sólido ritmo del 0,8% en el segundo trimestre del año.
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