La demanda interna será el principal motor de crecimiento, impulsada por ese consumo privado, que se beneficiará de una mayor renta disponible y del ahorro acumulado durante la pandemia. La inversión también crecerá, especialmente en infraestructuras gracias a los fondos europeos.

El sector exterior mantendrá su papel destacado, a pesar de la atonía de la economía europea. El turismo seguirá siendo un pilar fundamental, impulsado por el favorable posicionamiento competitivo de España y la menor dependencia de la industria europea.

Para 2025 prevé una moderación del crecimiento hasta el 1,8%, debido a la desaceleración del consumo privado y el agotamiento del tirón del turismo. No obstante, la inversión se acelerará ligeramente gracias al impulso final de los fondos europeos.

Por su parte, la inflación se mantendrá elevada en 2024, con un crecimiento del 3,3%, debido a los ajustes del IVA y los impuestos especiales sobre la energía, así como a la revalorización salarial. Se espera que la moderación de los precios se afiance en 2025, aunque el IPC seguirá por encima del objetivo del 2%.

El empleo continuará creciendo, con la creación de 730.000 puestos de trabajo netos en el bienio 2024-2025. Sin embargo, el ritmo de creación de empleo se ralentizará en 2025 debido a la desaceleración económica y a la menor entrada prevista de trabajadores extranjeros.

Las cuentas externas seguirán consolidándose, gracias a la aportación positiva del sector exterior y a la estabilización de los precios relativos del comercio internacional. La balanza por cuenta corriente mantendrá un superávit importante, ligeramente inferior al 3% del PIB.

El déficit y la deuda pública descenderán en porcentaje del PIB, debido a factores coyunturales. Sin embargo, a partir de 2025, el déficit público se estancará en torno al 3%, lo que requerirá un ajuste adicional y un mayor crecimiento económico para cumplir las reglas fiscales europeas.

A largo plazo, Funcas destaca la importancia de la inversión para impulsar la productividad y el crecimiento potencial. A este respecto, surgen dudas sobre la evolución de la inversión empresarial y residencial, que podrían lastrar el crecimiento futuro de la economía española.