Todos los ojos están puestos en BlaBlaCar. El juez de lo Mercantil de Madrid deberá decidir en los próximos días si suspende cautelarmente la actividad de su plataforma para compartir coche tras la denuncia de la patronal del autobús por competencia desleal. Mientras eso sucede, su principal competidor en España, Amovens, esquiva a los tribunales. Su servicio es similar al de la francesa, aunque con una salvedad que puede ser su particular salvoconducto: no gestiona pagos ni cobros de los usuarios, ni tampoco impone una comisión por la intermediación entre conductores y pasajeros.
Nació en 2009, cuando la compañía gala aún no había aterrizado en el mercado español. Diego Hidalgo, su fundador, quería poner en marcha un negocio que aprovechara la crisis como una oportunidad y que no se centrara exclusivamente en la rentabilidad económica. Levantó una plataforma para compartir coche, el germen de lo que hoy es Amovens. Seis años después, el pasado mes de abril, anunció la fusión con la firma danesa GoMore, líder del mismo sector en el mercado escandinavo.
A la sombra de BlaBlaCar
Los primeros años fueron una travesía en el desierto. Su trayectoria transcurrió paralela a BlaBlaCar. Más bien, a su sombra. La inmensa mayoría del incipiente mercado español era controlado por los galos. Sin embargo, todo cambió en 2014, cuando desde la startup francesa rentabilizar la intermediación. Introdujeron una comisión del 10% (más IVA) por viaje, cobrada a los pasajeros.
¿La consecuencia de esta medida? La explosión de la actividad de la española, que decidió no reclamar ninguna cantidad por el uso de su plataforma, tratando de rentabilizarla a través de servicios profesionales dirigidos principalmente a empresas. En 2015, ha multiplicado casi por tres el número de usuarios (430.000 en total) y por nueve el número de plazas ofertadas por conductores. Sólo en septiembre éstas fueron 160.000.
“No sólo ha crecido de manera muy importante la comunidad de usuarios, sino sobre todo la actividad que ellos hacen en la plataforma”, explica a EL ESPAÑOL Diego Hidalgo. El resultado de todas las cifras es que, según los cálculos de la propia compañía, han pasado de tener menos del 5% de cuota de mercado a estar en torno al 25%. Pese a ello, ni Confebús ni el propio juez los ha colocado aún en la picota.
Dos diferencias
Cabe preguntarse, entonces, cuáles son las diferencias con la startup gala para que aún no haya despertado los recelos de las empresas tradicionales de transporte por carretera. La principal es la gestión de los cobros y los pagos de las cantidades fijadas por viaje. Son los propios usuarios quienes llevan a cabo la transacción personalmente tras el trayecto.
Esa ausencia de la gestión viene dada por la decisión empresarial de no cobrar comisión por la intermediación. Es la otra gran diferencia con BlaBlaCar. Su servicio de compartir coche es gratuito y sirve como ‘gancho’ para otras actividades que generan ingresos. Además de su servicio de pago para empresas, ofrecen otras dos actividades incorporadas tras la fusión con GoMore. Una es el de alquiler de coches entre particulares. La otra es el llamado ‘Freecar’, por el que el usuario paga una cuota mensual para disfrutar de un vehículo sin conductor.
Sin miedo a los tribunales
Estas dos diferencias con BlaBlaCar se han convertido en su particular salvavidas. Al menos, temporal. “Si realmente vieran alguna debilidad en nuestro modelo, estaríamos en la demanda y ante el juez”, reconoce el fundador y máximo directivo, quien espera que este proceso sirva para demostrar dos cuestiones importantes. A un lado, la naturaleza de las plataformas como meras intermediarias y no como empresas de transporte en sí mismas que puedan ejercer competencia desleal frente a las firmas de autobús. Y al otro, que los usuarios que las utilizan para hacer negocio “representan una parte ínfima”.
Nuestro modelo es inatacable desde el punto de vista legal, pues nada nos diferencia de un grupo de Whatsapp
Pese a que ellos aún no han tenido que sentarse frente al juez, ¿hay preocupación en el seno de la empresa? “No nos preocupa pero nos ocupa, pese a que seguimos convencidos de que nuestro modelo es inatacable desde el punto de vista legal, pues nada nos diferencia de un grupo de Whatsapp”, afirma Hidalgo. En cualquier caso, reconoce que un equipo de abogados examinará al milímetro cualquier pronunciamiento judicial respecto a BlaBlaCar. “Nos interesará entender muy bien todas las claves porque nos afectará para nuestra actividad en el futuro”, admite.
Si el juez suspende cautelarmente la actividad de la tecnológica francesa, ¿qué ocurrirá en el cuartel general de Amovens en Madrid? “Haremos que nuestros servidores sean robustos porque me imagino que habrá bastantes usuarios de BlaBlaCar que vengan con nosotros”, reconoce. Mientras eso sucede, seguirán disfrutando de su salvoconducto.