El consejo de administración de Banco Popular ha sellado este miércoles la paz. Al menos en lo que respecta a la presidencia. Otra cosa diferente es decidir cuál debe ser el futuro de la entidad y si ha llegado el momento de poner el cartel de ‘se vende’ como mecanismo para garantizar su supervivencia. En eso, de momento, no entra.
La dirección de Popular ha decidido convocar el próximo mes de febrero la junta extraordinaria de accionistas en la que escenificará el relevo de Ángel Ron en la presidencia. No hay novedades en cuanto a quién será su sustituto. El órgano de dirección decidió “por unanimidad” proponer a Emilio Saracho, un peso pesado de la banca de inversión y actual vicepresidente global de JP Morgan Chase.
La noticia no está en el nombre sino en el consenso y que éste haya sido “absoluto”, según explican desde el banco. El nombramiento se ha realizado en la primera reunión ordinaria del órgano de dirección desde que se abrió el proceso de sucesión en la presidencia. Se esperaban que escenificase una disparidad de opiniones, en torno a los consejeros partidarios del relevo (encabezados por la familia Del Valle) y los afines a Ángel Ron. Pero, según fuentes de la entidad, no ha sido así.
"En un clima de entendimiento total, el consejo ha mostrado su firme convencimiento de que este proceso de transición abierto el 1 de diciembre afianza la estabilidad del banco", ha indicado el Popular a través de un comunicado.
En busca de la estabilidad
Una reunión tranquila que, sin embargo, hace prever una tormenta, una vez Saracho tome el relevo. ¿Por qué? Porque las especulaciones sobre si el banco busca un nuevo accionista de referencia, que dé aire a su balance, están sobre la mesa. Hasta tal punto que, la pasada semana, el consejero delegado del banco, Pedro Larena, reconoció que esa opción existe. “No me extrañaría que nos quisieran comprar, tenemos un negocio principal que es una joya”, aseguró a los medios de comunicación tras su intervención en un encuentro del sector financiero. Y matizó. "Saracho no tiene ningún mandato de vender el banco, que yo sepa.
Larena, además, defendió la labor de Ron, a quien defendió como “un banquero de toda la vida, impecable”, mientras que de Saracho valoró “su enorme experiencia y conocimiento del sector bancario”.
“El banco es sólido y está curándose de los problemas que tiene que no son definitivos ni mortales”, aseguró Larena en referencia, sobre todo, a su elevada exposición al sector inmobiliario que lastran su balance. Toca ponerlo en orden, sanearlo y, además, recuperar la confianza de los inversores.
Un paso inicial pasaría por la escisión de su negocio inmobiliario, en una unidad separada. Esta filial está valorada en 6.000 millones de euros. Una vez llegue Saracho a la presidencia se volverá a abrir el abanico de opciones en torno al futuro del banco. La que más ha sonado entre los inversores es su integración con el Sabadell. También se ha especulado sobre una posible adquisición por Santander, BBVA o Caixabank.
Los problemas de Ron
La credibilidad de Ron se quebró a partir del segundo trimestre del año. En la junta de accionistas anual, el aún presidente defendió la solvencia de la entidad y descartó ampliar capital. Sus palabras sólo duraron unas semanas porque el banco tuvo que anunciar una ampliación por importe de 2.500 millones de euros y emprendió un recorte de empleo que afectó al 20% de la plantilla. Y la sombra de la duda volvió a finales de octubre, cuando Pedro Larena, en la presentación de resultados trimestral, sembró dudas sobre la tasa de morosidad de la entidad.
Después de nueve años en crisis y una lucha constante por la solvencia, Popular ha ampliado capital en dos ocasiones (2012 y 2016) por 5.000 millones de euros. También ha sido protagonista activo de las fusiones del sector. En 2011 absorbió el banco gallego Banco Pastor, en una operación valorada en más de 1.200 millones. Su situación también le ha obligado a suspender dos veces el dividendo.
En bolsa, el año de Popular se cerrará en rojo. La entidad ha perdido el 65% de su valor en lo que va de año. Ahora, al cierre de este miércoles, su capitalización supera ligeramente los 4.000 millones de euros, aunque en las últimas semanas ha llegado a estar por debajo, en el entorno de los 3.500 millones.