Dentro de unos días, cuando los directivos de la banca miren hacia atrás, se darán por satisfechos de haber cerrado un año donde su negocio no ha ganado para sustos. La puntilla ha llegado al final del ejercicio con una sentencia europea que va a obligar a los bancos a devolver lo que han cobrado en exceso a través de las cláusulas suelo que han aplicado en las hipotecas.
Pero ese golpe del Tribunal de Justicia comunitario no ha ido más que el colofón a un año en el que, en el terreno político, han vivido el sí al ‘brexit’ (Santander y Sabadell generan el 30% y el 20% de su beneficio en las islas, respectivamente) y la inesperada victoria de Donald Trump en las presidenciales estadounidenses. Pero su negocio, el día a día de su actividad bancaria, también ha sufrido más reveses de los que preveían cuando se inició 2016.
El inesperado revés de las cláusulas suelo
Simplemente, no lo esperaban o, al menos, eso es lo que aseguraban en público y en sus comunicaciones oficiales. Contaban con un antecedente a su favor para ser optimistas. En abril, el Tribunal Supremo español ordenó a los bancos que tenían que devolver lo que habían cobrado a través de las cláusulas suelo de las hipotecas de sus clientes, pero les puso una limitación temporal que mitigaba el impacto: no tendrían que abonar lo anterior a 2013.
Todo indicaba que la justicia europea iría en la misma línea y el abogado general que llevaba el caso en Luxembugo también había señalado el mismo camino. Pero no fue así. Hace sólo una semana, el TJUE ordenó a los bancos ir más allá de 2013. No hay límite para reclamar la devolución de las cláusulas suelo. Era su peor hipótesis, aunque la mayoría de entidades creen que hay muchos clientes que no van a reclamarlas. Por eso (y porque no esperaban que el TJUE fallase en su contra) no han provisionado todo el impacto en sus cuentas, que el Banco de España ha cifrado en un máximo de 4.200 millones de euros. De hecho, sólo han provisionado un tercio de esa suma. Sin embargo, el impacto en su beneficio va a ser severo. Hasta el momento, sólo una entidad, BBVA, ha dicho cuánto le va a suponer: 404 millones al cierre del ejercicio.
La sentencia ha generado un efecto dominó. Por un lado, varios juzgados ya se han pronunciado siguiendo la doctrina comunitaria, básicamente, porque estaban esperando a ver qué decía el alto tribunal europeo para saber qué línea tenían que seguir. Por otro, la reacción política. La amenaza de que la sentencia abra paso a un ‘tsunami’ de denuncias en los tribunales ha llevado al Gobierno a poner en marcha una alternativa al margen de la justicia. Hay que esperar al viernes para conocer los detalles, pero el Consejo de Ministros va a aprobar un procedimiento y un código de buenas prácticas con la intención de que los bancos se sumen a él y lograr que los acuerdos sean más rápidos sin bloquear los juzgados.
Los tipos de interés negativos
“Las políticas monetarias expansivas, que llevan los tipos a negativo, nos están matando. Si los depósitos están al 0%, no hay negocio”. Las palabras de Francisco González, presidente del BBVA, en mayo, durante una conferencia del sector financiero en Madrid, puso el dedo en la llaga. Y desde entonces nada ha cambiado. El Banco Central Europeo, bajo la batuta de Mario Draghi, sigue adelante con su política expansiva, para inyectar liquidez a un sistema renqueante.
Y, como el dinero ‘no vale nada’ los bancos no generan ingresos por su actividad primaria. “Los tipos negativos hacen que el negocio principal, tomar dinero y prestarlo, deje de tener valor”, aseguraba hace unos días el consejero delegado del Banco Popular, Pedro Larena, en un encuentro financiero en la escuela de negocios Iese. ¿Cuál es el problema? Básicamente, los bancos se dedican a tomar prestado dinero a corto plazo y, con él, conceden créditos a largo. El diferencial de los tipos de interés entre los dos plazos es su margen. Si se estrecha esa diferencia, su rentabilidad, también y no hacen negocio.
“Los tipos de interés han facilitado que la gente que tenía problemas de deuda la haya podido pagar. Es cierto que las expectativas de inversión están cambiando y eso lleva a que el BCE piense cómo se sale de esta política de interés laxa. No creo que los tipos se vayan a situar elevados, pero un alza, a los bancos nos ayudaría”, asumió el consejero delegado de Bankia, José Sevilla. Habrá que esperar a ver si, en 2017, Draghi escucha sus súplicas.
Cierres de oficinas para todos
Ha sido un goteo. Lento e imparable. Entre enero y septiembre, las entidades bancarias cerraron 1.151 sucursales en España, según la información publicada por el periódico Cinco Días. A las que se sumarían otras 800 en la recta final del año. En España, había 29.492 sucursales al cierre del tercer trimestre del año. Lejos quedan las 43.164 que había en 2010. Por ejemplo, BBVA ha cerrado este año unas 500, de las que 400 corresponden a su fusión con Catalunya Banc; Bankia; cerrará 80; Popular y CaixaBank, cada una, más de 300.
Los bancos justifican los cierres porque están abocados a ello. Llevan años inmersos en un proceso de reestructuración, de fusiones y adquisiciones que está lejos de terminar (sólo hay que recordar que Banco Popular está envuelto en rumores de compra en los próximos meses). Pero el problema de fondo es que están replanteándose cómo ofrecer su negocio y adaptarse a la realidad digital ya que, mientras unos clientes son fieles a sus oficinas, otros llevan años sin pisarlas. Y, simplemente, parte de la red, les sobra.
Esta sangría seguirá el próximo año. Sabadell ya ha anunciado que cerrará 250 sucursales en 2017, casi el 12% de su red. A eso se sumará un plan de bajas, prejubilaciones y, asegura, salidas no traumáticas, que afectará a unas 800 personas.
Qué hacer con la competencia online
Es la otra parte del problema. O parte de la solución, porque no está claro. Se trata de los actores 100% digitales, que operan al margen de la banca tradicional, pero que pelean por el mismo pastel. De ellos, los bancos al uso envidian su agilidad, su capacidad para atraer a los potenciales clientes jóvenes; y les critican por operar al margen de la regulación, no tienen que soportar los mismos requisitos ni la misma supervisión. Los cuestionan pero, en muchas ocasiones, acaban comprándolos.
No estamos en igualdad de condiciones, es injusto
“No están regulados”, señalaba hace unos días el CEO del Popular. “A nosotros nos pone en una mala posición porque no podemos competir como iguales. Hay que asegurar también al consumidor con estos participantes. No estamos en igualdad de condiciones, es injusto”, sentenció Larena.
Pero no son el único miedo tecnológico. Los gigantes del sector, Google, Amazon, Facebook y Apple, también son una amenaza para la banca por el gran volumen de datos que manejan. Francisco González, en mayo, dijo que había que tener “cuidado” con ellos. "Los que mejor gestionen la información serán los que tengan éxito”, adelanto. Si las tecnológicas se meten en su negocio pueden provocar un terremoto.