“Everyone is frantic the antics, become bizarre” Al Jarreau, Jay Graydon
Ayer, en EL ESPAÑOL, se detallaban los correos electrónicos que han servido para investigar a los responsables del Banco de España y la CNMV durante la salida a bolsa de Bankia.
Por supuesto, la investigación seguirá su curso y no debemos llegar a conclusiones apresuradas, pero al lector le parecerá curioso que las autoridades prefiriesen lanzar una oferta pública de acciones antes de una recapitalización privada vendiendo Bankia a otra entidad financiera solvente que absorbiese el agujero patrimonial. La segunda hubiera supuesto reconocer el enorme agujero de las cajas públicas, y eso no era “posible”.
Detrás de estas decisiones, que no son nuevas ni excepción en Europa, siempre se encuentra un problema de diagnóstico, de ingenuidad y de incentivo perverso.
- Diagnóstico: Todos ustedes recordarán aquellas soflamas diciendo que “las cajas tienen mejores ratios de solvencia y liquidez que la banca británica” y que todas las alarmas eran “envidia” de un modelo de éxito por parte de fondos de inversión “bajistas” (el término más ridículo jamás inventado).
- Ingenuidad: En España, también lo hemos visto en otros países del mundo, aunque los técnicos alerten de los graves desequilibrios de las entidades financieras, se tienden a negar esos problemas porque el consenso de economistas y políticos tiene una visión siempre optimista de las perspectivas futuras. Puede que se leyeran con detalle los alarmantes análisis de los técnicos del Banco de España, pero en una Europa –un mundo- que fía todo en el mercado financiero a las frases “a largo plazo todo sube” y “el año que viene mejora”, se decide aguantar la respiración a ver si baja el agua. No solo ocurre con el sector financiero, ocurre con las adquisiciones y crecimiento inorgánico, con las inversiones ruinosas –que se justifican con el mantra de ese largo plazo- y la fe en que las bolsas solo suben. Esa era la idea, como “todos” –ejem- los analistas decían que la bolsa estaba muy barata y los bancos suben mucho, sacar a bolsa y luego llevar a cabo sucesivas ampliaciones de capital –que los inversores “engullirían vorazmente”- y todo solucionado.
- Incentivo perverso: ¿No se han preguntado nunca por qué en una Europa tan unida no hay casi fusiones transnacionales en el sector financiero? A los Estados no les gusta perder “sus” entidades financieras porque, como explicamos en “Por qué se sigue rescatando a la banca” se pierde el privilegio de financiarse eternamente usando los balances de los bancos para acumular deuda soberana y de tener acceso prioritario a crédito para financiar elefantes blancos, infraestructuras de rentabilidad cuestionable y proyectos de dudoso cobro.
No es una casualidad que, ante la alarma de los técnicos, se prefiriese una solución –ejem- “moderada”… las fusiones frías de las cajas –para que siguieran existiendo dichas entidades a toda costa- y la salida a bolsa de una entidad creada tras la fusión de varias entidades a todas luces inviables… Total, los mercados lo absorben y luego deja de ser un problema.
Los técnicos no estaban solos en su preocupación. Muchos fondos fueron acusados de “terroristas financieros” por alertar del enorme agujero de las cajas públicas (lean). La propaganda era tal que un buen amigo mío puso como saludo en su cuenta de Bloomberg “No more Bankia calls”… Pero el problema de alto endeudamiento del país se negaba, el dominó de quiebra de pymes ante el impago de facturas de la administración pública se obvió, el ratio de préstamos de difícil cobro se publicaba con cifras claramente cuestionables…
El comodín era esconder, extender y la bolsa. Si se lleva a cabo un proceso de fusiones “frías” las entidades serían más grandes y con ello más fuertes… Pero fusionar a algo insolvente con una entidad poco solvente solo hace de un problema un problemón. Comprar tiempo para que se recapitalizasen “lentamente”. Y pensar que los inversores son tan ingenuos que van a comprar cualquier entidad financiera bajo la premisa de que “subirán mucho”. Se mostraba una ignorancia de los mercados a la que se unía la soberbia de no reconocer el agujero creado en la época de “a crecer”.
Esa negación de la realidad fue muy peligrosa. Porque puso en peligro a las entidades solventes. Se puso en duda a todo el sistema financiero cuando se produjo el resultado inevitable: Las entidades “mejor reguladas del mundo” y “más solventes”, porque tenían políticos y agentes sociales en sus órganos de gobierno, en vez de malvados capitalistas avariciosos, eran cualquier cosa menos lo que nos vendían. El Rey estaba desnudo.
La solución hubiera pasado por una reforma financiera como la que se hizo después, un ejercicio de transparencia que separase a las entidades solidas de las problemáticas. Se hubiera evitado el rescate posterior llevando a cabo un proceso de ventas abierto, en el que incuestionablemente se habrían registrado enormes provisiones y ajustes patrimoniales –como ocurrió después-, pero el impacto sobre el país y el sector financiero hubiera sido mucho menor. Una vez colorado en vez de ciento amarillo, no. Porque fue cien veces colorado.
El problema español de entonces se ha repetido en Italia, y se repite en muchos países. Los estados no quieren perder su brazo derecho, “sus” entidades, y no quieren reconocer un agujero que –en el caso europeo, más de 200.000 millones de préstamos de difícil cobro- se mantiene ya durante años.
Sería deseable que, en el futuro, en vez de apartar y criticar a quienes alertan de riesgos como estos, los gobiernos fueran más prudentes y, sobre todo, menos burbujeros.
La gran lección del desastre de Bankia y las cajas públicas debe ser:
- Juntar varias entidades insolventes no las hace solventes.
- Esperar que pase la tormenta sin hacer nada suele llevar a ahogarse.
- No vuelvan a creer que los mercados absorberán entidades de nula rentabilidad y baja solvencia porque “en bolsa todo sube” y “a largo plazo funciona”
Mientras leen este artículo, varios partidos están promoviendo “bancas públicas” de nuevo. Lean los diez mitos sobre la misma aquí.
Luego, cuando vuelvan a generar un agujero patrimonial irrecuperable a base de financiar “sin objetivo economicista” dirán que la culpa es de… el capitalismo. Me parto.