Después de un sinfín de idas y venidas en los últimos diez años, Metrovacesa -la inmobiliaria más antigua de España que cumplirá un siglo el próximo año- resurge de sus cenizas.
Ha sido un largo proceso desde que, en febrero de 2009, seis entidades financieras (Santander, Banesto, BBVA, BFA-Bankia, Sabadell y Popular) ejecutaran la deuda de la familia Sanahuja, hasta entonces accionista de control de la inmobiliaria.
Ocho años después aquel grupo inmobiliario compacto ha quedado modificado de cabo a rabo. Se ha convertido en algo muy distinto. Logró sobrevivir. Los bancos accionistas lo excluyeron de bolsa, la capitalizaron para que no muriera durante la crisis y, con la llegada de las socimis, vieron el cielo abierto.
Primero, fusión con Merlin; ahora aportación de suelos
La transmisión de los mejores activos terciarios a Merlin fue el primer paso, y, ahora se da el segundo, con los bancos accionistas -ya solo quedan dos, Santander y BBVA tras la resolución del Popular- aportando suelo a manos llenas. Más de 3 millones de metros cuadrados edificables para construir unas 24.000 viviendas. Un paquete valorado en 1.100 millones que, unido al suelo ya en manos de la promotora, dejan una empresa con terrenos aptos para construir unas 40.000 viviendas.
“Hemos estado mucho tiempo bajo el radar, pero ya sabemos lo que somos y lo que vamos a hacer”, señalaba Jorge Pérez de Leza, consejero delegado de Metrovacesa, quien comparecía ante los medios para explicar los puntos de partida de la nueva etapa, que llega acompañada de una nueva identidad corporativa.
Nueva imagen que busca, definitivamente, poner distancia con Merlin tras la aportación a la socimi de sus activos en renta. “No tenemos nada que ver con Merlin, solo que los accionistas son comunes. No somos una empresa patrimonialista, somos una promotora”, dejaba sentado Pérez de Leza.
Doble fuente de ingresos
Unos bancos accionistas (Santander, con el 70,5% sumando el Popular, y el BBVA, con el 29,5% restante) que han visto en esta transmisión de activos a Metrovacesa una doble fuente de ingresos. La normal de la actividad promotora, cuyos rendimientos tardan en llegar porque “la promoción residencial es muy ingrata, ya que los ingresos no se hacen latentes hasta que no se entregan las viviendas”, reconoce el consejero de Metrovacesa. En base a esto, no será hasta dentro de tres años cuando empiece a reflejarse el volumen de negocio procedente de las 2.000 viviendas que se empiecen a comercializar antes de que acabe 2017.
Para mucho antes, a partir de 2018, Metrovacesa confía en hacer caja con esos otros suelos que no se van a promover, sino que van a ser gestionados “para ponerlos en valor, convertirlos en finalistas y venderlos a la competencia”, explicaba Pérez de Leza.
Metrovacesa confía en vender suelo a la competencia
En Metrovacesa saben que las nuevas promotoras inmobiliarias necesitan acaparar terrenos para seguir creciendo, y ahí estarán para ofrecérselo.
“Venderemos algo en 2017, pero será a partir de 2018, a medida que el precio del suelo siga subiendo, cuando aumentemos las ventas para que los accionistas tengan mayores retornos. Los demás comprarán suelo y nosotros estaremos ahí para vendérselo”, medita el consejero de la promotora.
Socimis como locas buscando pisos en alquiler
Echando cábalas sobre el nuevo ciclo de expansión inmobiliaria, Pérez de Leza vislumbra un periodo de seis o siete años que, a una media de 4.500 viviendas iniciadas cada ejercicio, daría para que Metrovacesa pusiera en el mercado, de aquí a 2022, unas 30.000 viviendas. En su mayoría para la venta, pero también, en algún caso, para el mercado de alquiler. “Las socimis están como locas, llamando a nuestra puerta todos los días”, reconoce el consejero delegado de Metrovacesa.
Respecto al tipo de vivienda a promover, Metrovacesa estima que hará poca vivienda de rango medio-bajo y de tipo 'premium' -la más cara-, para centrarse en la construcción de viviendas para un perfil de comprador de renta media-alta, a un precio medio por vivienda de unos 250.000 euros.