Llevaba años trabajando en Ryanair, pero nunca tuvo derecho a una mutua. “Sufrí un accidente laboral que me obligó a estar fuera del trabajo durante meses y me vi obligada a pagarme el tratamiento”, cuenta una empleada. Su puesto está en España, pero el contrato con la aerolínea irlandesa está redactado de acuerdo a la legislación de aquel país y no incluye esta contraprestación. Declara haber sufrido “un calvario, una fuerte depresión”, al encontrarse “sin apoyo”, con un 60% de su salario y sin esta protección médica.
La compañía aérea ha alegado durante años que podía aplicar la ley irlandesa, ya que sus aviones están matriculados allí. Sin embargo, una reciente sentencia del Tribunal de Justicia Europeo determinó que los trabajadores deben gozar de los derechos laborales del país en el que presten sus servicios. Según han declarado varios profesionales ligados a la compañía que ofrecen su testimonio a condición de mantener el anonimato, las denuncias a título individual se han multiplicado en los últimos años. Tras la resolución judicial han comenzado a movilizarse y ya han dado los primeros pasos para formar un sindicato.
“Ryanair siempre ha cultivado una cultura del miedo, por lo que se han extendido leyendas urbanas como que no podíamos estar afiliados”, asegura otro trabajador empeñado en contar con una representación colectiva. Según explica, existe una gran disparidad de contratos. Por lo general, los más antiguos cotizan en Irlanda, mientras que los más recientes lo hacen en el país en el que operan o de forma mixta. Denuncian que un cambio de sede puede suponer una reducción del salario sin que se vea reflejado en el vínculo contractual. Y en algunos de ellos los asistentes de vuelo son considerados “agentes de ventas”, señala este otro trabajador.
Precisamente el comercio a bordo es el principal instrumento de presión, coinciden todas las personas consultadas. En un documento del pasado junio firmado por la jefa del departamento de vuelos de Ryanair, la compañía llega a amenazar con el traslado a los trabajadores de Barcelona “con un pobre balance de ventas”. “Hay unos 150 miembros de la plantilla esperando transferirse a esta base”, añade la nota, que concede el premio a quienes estén vendiendo más en otras terminales.
Ante las denuncias de los trabajadores y pese a este memorándum, la compañía responde a través de correo electrónico que su director de márketing, Kenny Jacobs, asegura que “no existen presiones en las ventas”. “La plantilla es alentada a que venda determinados productos durante los vuelos y son premiados con bonus”, añade.
"Ambiente irrespirable"
“Las amenazas en este sentido eran constantes”, señala, sin embargo, otra empleada que abandonó la compañía. Según su testimonio, la aerolínea se marca objetivos de ventas a bordo que deben aumentar cada año y que se comparan con el resultado de otras sedes. Las penalizaciones van, cuenta, “desde el descenso de categoría al traslado a países a los que nadie quiere ir, incluida gente con familia afincada en su ciudad”. Tras varios años en la aerolínea, esta profesional decidió marcharse alegando que el ambiente era irrespirable. Algo que repiten la gran mayoría de sus compañeros al presentar sus cartas de renuncia, añade.
Las opiniones recogidas dan cuenta de que en los últimos meses ha habido una “desbandada general” de la tripulación, lo que explica a su juicio que la aerolínea no cuente con el personal suficiente para hacer frente a todos los vuelos que tenía previstos. Dependientes de algunas de las principales bases de España citan que en un sólo mes se han llegado a marchar hasta 50 miembros de la tripulación de cabina. Un punto en el que la compañía no hace ningún comentario, al ser consultada para este reportaje.
El consejero delegado, Michael O’Leary, ya adujo el pasado lunes que la cancelación de unos 2.000 vuelos se debía a un “fallo en la distribución de las vacaciones”, no a la ausencia de pilotos. Mientras que Kenny Jacobs agrega, preguntado por este medio, que “no volverá a ocurrir en 2018”, ya que debido a problemas burocráticos este año han debido concentrar las vacaciones de todos ellos en tan sólo nueve meses.
La noruega Norwegian Air Shuttle ha fichado, sin embargo, a 140 pilotos de Ryanair sólo este año, a los que se sumarán otros 40 antes de que finalice 2017. Los datos corporativos de la irlandesa se limitan a informar de que cuenta con unos 4.000 pilotos, que forman parte de los 13.000 profesionales de la aviación que integran la plantilla. Suficientes, para O’Leary, aunque los testimonios de los empleados aseguren que la deserción es tal que la compañía no llega a tiempo para reemplazar las bajas.
La comunicación de la cúpula con sus subordinados se canaliza a través de cartas depositadas en una bandeja personalizada para cada empleado. Y en ellas, además de la citada insistencia por aumentar las ventas, otro trabajador asegura que él recibió una advertencia por faltar a su puesto pese a contar con la baja médica. Si la compañía considera que el aviso es grave o reiterado, cita al dependiente en Dublín. “En esas reuniones te tratan como si hubieras cometido un delito, te amedrentan y tratan de hacerte ver que no hay otra opción que seguir sus métodos autoritarios”, declara otro ex empleado.
Política del 'miedo'
Fiel a su histriónico estilo, Michael O’Leary ha manifestado que el modo para mantener contentos a sus empleados es a través del “miedo”. En su constante desafío a la prensa se caricaturiza como un ser aún más despiadado de lo que dicen los papeles, aunque quienes han querido ofrecer su opinión para este reportaje aseguran que se trata de algo cierto. Dibujan una estructura “tiránica”, en la que sólo tiene opciones de ascender quienes tengan buenos registros de ventas. Se dirigen a un “personal muy joven, que en muchos casos vive su primera experiencia en el sector”, declaran.
Esto no quiere decir, señala una de las extrabajadoras, que los estándares de seguridad o la profesionalidad de la plantilla sean inferiores a los de otras aerolíneas, como se ha sugerido a menudo en la prensa. Aunque, según experimentó ella misma “cuando a la gente le surge otra oportunidad fuera, se marcha”. La mejora de la coyuntura económica y la sentencia del Tribunal de Justicia Europeo, coinciden todos, ha propiciado que la gente haya perdido el miedo a denunciar las condiciones que viven en Ryanair.
El salario de un asistente de vuelo no supera los 1.700 o 1.800 euros mensuales, el mínimo en una base española está en unos 1.200. Mientras que según el sindicato italiano UIL, el de los pilotos va de los 4.200 a los 6.400, dependiendo siempre de las horas de vuelo. Hay compañías que pagan menos, aunque Ryanair se sitúa en el rango bajo. Esta semana la empresa les ha ofrecido 12.000 euros extra a los comandantes y a 6.000 a los oficiales que se mantengan en su puesto hasta octubre de 2018 renunciando a 10 días de vacaciones. Trata además de mejorar sus condiciones, triplicando las dietas por cada noche fuera de casa hasta 75 euros por jornada.
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