En un comunicado, su hija única, Françoise Bettencourt Meyers, indicó que su madre murió en su domicilio "tranquilamente".
De acuerdo con la clasificación de la revista "Forbes" del pasado mes de marzo, era la décimo cuarta fortuna mundial y la primera de la lista con 39.500 millones de dólares.
El anuncio de su fallecimiento coincidió con un dictamen judicial en uno de los múltiples procesos que salpicaron su figura en los últimos años.
El Tribunal de Apelación de Burdeos confirmó la absolución de cinco periodistas que habían sido imputados por intromisión en la intimidad de la multimillonaria al publicar el contenido de unas grabaciones hechas en 2009 y 2010 por su mayordomo de entonces en el palacete familiar en la ciudad de Neuilly sur Seine, limítrofe con París.
De hecho, los jueces consideraron que el mayordomo hizo esas grabaciones para proteger a la anciana -luego no había nada que reprocharle penalmente- y tuvieron un carácter "decisivo" para la búsqueda de la verdad, ya que sirvieron para condenar a algunos miembros del entorno de Liliane Bettencourt -a los que había denunciado su hija- por abusar de su estado de debilidad.
Nacida en París el 21 de octubre de 1922, era la hija del industrial Eugène Schueller, que en el primer tercio del siglo XX hizo de la pequeña empresa de tintes capilares que creó el imperio de los cosméticos en que convirtió L'Oréal.
Se casó a los 27 años con André Bettencourt, que si bien antes de la II Guerra Mundial se alineó con la extrema derecha antisemita, desde 1942 se sumó a la resistencia a la ocupación alemana con quien cuatro décadas más tarde se convertiría en presidente socialista de Francia, François Mitterrand, al que había conocido en su infancia.
El marido hizo una carrera política tras la contienda en la derecha y llegó a ser ministro entre 1966 y 1973, mientras ella se dedicaba principalmente, como primera accionista, a la estrategia de la empresa que la hizo multimillonaria.
André Bettencourt se dedicó, con el paso del tiempo, a la gestión de L'Oréal, y al morir en 2007 esa responsabilidad pasó al yerno, Jean-Pierre Meyer.
Las relaciones familiares con su hija se envenenaron a partir de entonces (llegó a retirarle un tiempo el estatuto de heredera universal) por el papel que pasó a ocupar el fotógrafo François Marie Banier, un amigo de la anciana al que hizo unas donaciones sospechosas de millones de dólares, y que acabó condenado.
Liliane Bettencourt también se vio implicada en otro escándalo con un cariz netamente político por las sospechas de que había financiado a personalidades de la derecha, y en particular al expresidente Nicolas Sarkozy.
En cualquier caso, la justicia acabó absolviendo al que fue el tesorero en la campaña para la elección de Sarkozy en 2007, el exministro Eric Woerth.